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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Christine Chubbuck, la Sylvia Plath del periodismo

Christine Chubbuck, la Sylvia Plath del periodismo, interpretada por Rebecca Hall

Lucía Lijtmaer

No se conservan muchas imágenes de ella. Y las que hay devuelven un gesto a ratos hosco, a ratos puramente amable, y siempre una melena larga. Dicen los que estaban viendo las imágenes, que cuando Christine Chubbuck se pegó un tiro en la sien, la melena onduló primero hacia un lado y acto seguido, hacia el otro, como atravesado por una corriente de aire. Pero era una bala.

La historia de Christine está marcada por su final. El 15 de julio de 1974, la reportera estadounidense del canal WXLT, en pleno directo durante el boletín de noticias anunció: “Para continuar con las políticas del canal de traerles lo último en sangre y entrañas, verán otra primicia: un intento de suicidio”. Acto seguido, se mató en directo. Y se convirtió en un mito instantáneo.

El gesto lo tenía todo para convertirse en acto inmortal. Chubbuck rompió en directo uno de los tabúes ancestrales, el de atentar contra uno mismo y se convirtió, propiamente, en tabú: las únicas imágenes que se conservan son las de la propia cadena, que fueron entregadas a su familia después de la muerte de Christine, y que jamás fueron reproducidas.

Nadie hasta la fecha se había atrevido a reconstruir su historia en un biopic. Ahora, el director Antonio Campos recupera la vida de Christine, encarnada magistralmente por Rebecca Hall, para ahondar en un personaje raro, del que sabían los buscadores de historias macabras.

¿Quién era Christine? Sin duda, una mujer privada, reprimida y contradictoria. Criada en una familia acomodada, había sido brillante en sus estudios, aunque inflexible. De ella recuerdan sus compañeras su seriedad en el trabajo y su incapacidad para socializar más allá de un humor adolescente. Solía hacer bromas con respecto a su falta de experiencia sexual: Chubbuck no tuvo ninguna relación salvo un par de citas con algún hombre, y a día de su muerte era virgen.

Chubbuck, como anteriormente Sylvia Plath, pasó a la historia como un personaje atormentado y con problemas psiquiátricos. Sin duda, los tuvo: había sufrido depresión durante años e intentó suicidarse en 1970 con pastillas. Uno de sus hermanos, años después, declaró que Chubbuck tenía todos los síntomas de un trastorno de personalidad.

Pero Christine, la película, que acaba de proyectarse en el festival de cine Americana en Barcelona, también ofrece una relectura de lo que significa en ocasiones ser mujer, periodista y sus presiones asociadas. Chubbuck intentó durante años avanzar en su carrera como reportera y fue relegada a un puesto en el programa matinal, en lo que se conoce como “soft news” o tendencias, algo común en el medio y que impide a las mujeres progresar hacia puestos directivos.

Recuerda poderosamente a las cifras del último Informe Anual de la Profesión Periodística en España: el paro profesional es de un 64% entre las mujeres, y un 36% en los hombres. En los puestos directivos, las jefas de medios impresos pasaron del 6,7% al 7,8%, pese a que las mujeres superan el 60%, es decir, son mayoría, en licenciaturas en Ciencias de la Iformación. Cuarenta años más tarde del suicidio de Chubbuck, las cifras en Estados Unidos no son mucho mejores: según el Women Media Center Report, en 2016 se trataba del 16,6%.

Un 'Network' real

Christine es un relato de una mujer en los medios en los años setenta: de cómo el sensacionalismo penetra corrosivamente en espacios antes dedicados a la información y de la imposibilidad de un personaje con problemas de adaptación, precisamente, a adecuarse. La película, además, tantea un terreno complejo: de qué forma se entrecruzan sexualidad y ámbito laboral en el terreno periodístico. No casualmente, su jefe le espeta: “¿Sabes cuál es tu problema? Que eres una feminista”.

La protagonista, como el personaje en el que está basado, intenta infructuosamente conectar con sus compañeros de trabajo, se enamora platónicamente, pero es incapaz de llegar más allá. Chubbuck representa los anhelos de una sociedad que, en esa década, acaba de dar por concluida la revolución sexual y esta es exclusivamente disfrutada por hombres. ¿Qué es una mujer reprimida y con nula capacidad para socializar? La nada.

Si el relato redentor de una mujer de estas características es convertirse en madre, la historia de Chubbuck nos devuelve al fracaso. Poco tiempo antes de su muerte, le había sido extirpado un ovario. Los médicos le dieron, además, un clarísimo ultimátum: si no era madre en los siguientes dos o tres años, no podría serlo nunca.

Christine, sin la glorificación estética del pasado de Mad Men, nos muestra las mismas presiones de la vida laboral y personal. Afeada, dura y sin salvación posible, Christine debe mandar un mensaje en directo. Un titular.

El personaje de Chubbuck, a través de la actriz Rebecca Hall se pregunta: ¿qué debo hacer para ser feliz? Y, aún más, ¿debo entonces venderme para poder seguir trabajando en lo que me gusta? La respuesta, es decir, la propia interpretación de Christine de esa respuesta, necesariamente acaba siendo la de su propia aniquilación.

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