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En el nombre del hijo

Jack O'Connell en una escena de 'Convicto'

Pedro Moral Martín

Cuando en En el nombre del padre meten al gamberro y vago de Gerry en la cárcel junto a su padre Giuseppe acusados de un delito relacionado con el IRA, que por supuesto no han cometido, comienza la lucha para sobrevivir en un lugar en el que no deberían estar. Una injusticia que las interpretaciones de Daniel Day-Lewis y Peter Postlethwaite la convierten en alegato. La película de Jim Sheridan denuncia uno de los errores legales más vergonzosos de la historia del Reino Unido. El cine carcelario está lleno de todo eso, de injusticias y de errores jurídicos, de inocentes y de culpables sin remedio.

Que en Convicto un tal Eric Love interpretado con mucho nervio por Jack O'Connell le propine una paliza casi mortal a uno de los presos al principio del filme sirve para definir al protagonista como un tipo que sí debería estar donde está. Con él no se ha cometido ninguna ilegalidad, Love es un joven de 19 años que ha sido ascendido a la cárcel de los mayores por culpa de sus tremendos ataques de violencia. La película es sucia, cruda y muy agresiva.

Es un thriller carcelario y también de denuncia social. La que se percibía en aquella maravillosa fantasía sobre un grupo de delincuentes que conseguían superpoderes, emitida en Channel 4 y titulada Misfits o ese retrato amargo de los 80 británicos a través de un grupo de cabezas rapadas en This Is England.

¿Tiene remedio su brutal conducta? En la cárcel de Convicto hay un grupo de presos extremadamente violentos que se someten a terapia incapaces de controlar su ira en un espacio tan nocivo como ese. Otra cosa muy diferente es que los funcionarios crean en esa redención. Ese complejo problema es el que trata de analizar David Mackenzie, director del inteligente y extraño romance de ciencia ficción titulado Perfect Sense y que esta vez ha tenido la suerte de toparse con un guión casi perfecto firmado por el debutante Jonathan Asser.

El libreto tiene un par de concesiones hacia el final que lo estropean, todo lo demás es un tremendo reflejo de la realidad. Y las cárceles de Reino Unido no deberían ser tan distintas a las del resto de Occidente. Asser fue psicoterapeuta en un centro penitenciario como el del filme y todo lo que cuenta le ha pasado, incluso hay un personaje interpretado por Rupert Friend, el conocido actor de Homeland, que es un claro espejo del guionista. Hay un fucking en cada línea del diálogo, el acento es tan marcado que se puede visualizar la saliva disparada entre gritos e insultos, y además esta vez no son aficionados o gente de la calle como ocurría por ejemplo en The Wire. Aquí este hiperrealismo es el resultado de un minucioso trabajo de escritura y unas increíbles interpretaciones. Lo de O'Connell no tiene límites, el tipo es una de las mayores promesas de su país. Pero también está el trabajo de Rupert y el de Ben Mendelsohn, que interpreta al padre de la criatura.  

Lo esencial para la redención

La aparición de Ben Mendelsohn en el filme es sutil, no es el tercer hombre, para entendernos, pero la fuerza que irradia su personaje es tan contundente que a pesar de las distintas direcciones artísticas, morales o dramáticas a las que apunta esta película, la relación entre el padre ausente y el hijo abandonado por todos es el tema principal de Convicto.

Volviendo a En el nombre del padre, Gerry descubre en la cárcel que su padre Giuseppe, el que él creía una persona débil y sin carácter, resulta ser un hombre con una terrible fuerza interior y con una capacidad de superación admirable. Entre ambos surge una relación inquebrantable que Sheridan retrata con poderoso sentimentalismo. En la película de David Mackenzie ocurre todo lo contrario, la relación entre Nev y Eric Love es venenosa, un obstáculo infranqueable para la redención del joven protagonista. Por un lado está la obsesión del padre por proteger a un hijo que apenas conoce y por otro lado el odio de un adolescente que ha tenido que aprender a limpiarse las heridas él solo y que nunca ha pertenecido a nadie ni a nada.

En las relaciones entre padres e hijos el cine siempre ha querido mostrar el lado más amable como en Big Fish, mostrando siempre la reconciliación y la condescendencia como en la bonita Nebraska; sin embargo, siempre hay asuntos imposibles de arreglar o brechas generacionales insalvables. A Mackenzie le interesa hablar del odio, del rencor, de la inservible responsabilidad paternal que muchos necios se ponen a cuestas para disimular sus faltas o de la incapacidad de algunos hijos para cortar la dañina relación con su padre por un motivo de cobardía, de soledad o de sangre… O porque simplemente es inevitable que padre e hijo vean su reflejo en el otro constantemente.

En Convicto este choque de trenes desencadena un conflicto intenso y opresivo para sus protagonistas que elevan el filme a un nivel emocional casi doloroso para quien no tenga con su padre una relación corriente. La solución de McDonough es asumir el amor, evitar la rabia y no temer al sacrificio último. Si la película de Sheridan era En el nombre del padre, la de McDonough podría titularse En el nombre del hijo.

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