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La cooperativa de la Cultura

Smart Ibérica es una cooperativa de gestión de proyectos culturales y artísticos. / EFE

María Muñoz

“La intermitencia no es sinónimo de precariedad”. Bajo este principio se presenta Smart Ibérica, una cooperativa sin ánimo de lucro que actúa como una estructura paraguas para los profesionales del ámbito de la cultura que realicen trabajos de forma continua o intermitente. Así por ejemplo, al ser socio, la entidad ofrece servicios mutualizados, asesoramiento o seguros comunes, y sobre todo, permite estar dado de alta en el Régimen General de la Seguridad Social por los días que se realiza el trabajo. “Es una ventaja frente al de Autónomos, que aunque se trabaje tres días hay que pagar un mes entero de cotización a la Seguridad Social”, explica Luis Jiménez, cooperativista y asesor en la oficina de Madrid.

Se trata de una cooperativa de Impulso Empresarial, una figura que solo contempla la legislación andaluza y por ello la sede social está en Málaga, aunque la entidad funciona en toda España. Está formada por dos tipos de socios, los de estructura, que son los que se encargan de realizar todo el trabajo administrativo y de asesoramiento laboral, y luego están los socios usuarios que son los profesionales del ámbito de la cultura que realizan su trabajo por cuenta propia.

Al entrar en la entidad, cada socio aporta un capital social de 150 euros -que se puede pagar en tres años-. Si deja la cooperativa el dinero se devuelve a lo largo del año siguiente. Y luego Smart Ibérica se autofinancia con un porcentaje de los contratos y facturas emitidas por los socios con sus trabajos. Es decir, de cada contrato o factura la cooperativa recibe el 7,5%. De esta cantidad, el 5,5% se destina al mantenimiento y mejora de la entidad, y el otro 2% va destinado a lo que denominan Fondo de Garantía Social. Gracias a este fondo las personas socias pueden cobrar por sus trabajos de forma total o parcial al mes de haberlos realizado, en caso de que la empresa o persona que debe realizar el pago se retrase más de ese tiempo, y cuando la cantidad a cobrar no exceda del doble del mínimo interprofesional.

Una iniciativa belga

La idea de la cooperativa surgió de una iniciativa que lleva ya funcionando en Bélgica desde hace 16 años, Smart Bélgica. Según explica Jiménez, esta cooperativa belga tiene ya 50.000 socios y representa al 80% del sector cultural de ese país. “En Bélgica es una cooperativa muy potente, y es una entidad que también tiene gran influencia en las políticas culturales del país”, indica. Ahora, señala el cooperativista de Madrid, la idea es crear un Smart Europa para “favorecer la movilidad en Europa”. Por ello, la entidad empezó a buscar en España, vio la figura que se podía crear en Andalucía y se asoció con una ETT de la Economía Social. “La Fundación Smart Bélgica es también socia de la cooperativa en España y de momento el Fondo de Garantía Social procede de los socios de Bélgica”, afirma Jiménez.

Smart Ibérica lleva funcionando desde mayo del año pasado y tiene ya unos 450 socios en todo el país. “Estamos avanzando a un ritmo muy alto, según nos comentan desde Bélgica, tanto a nivel de cooperativistas como de volumen de facturación”, afirma el asesor. Los perfiles de los cooperativistas, indica, son fundamentalmente actores, pero también hay técnicos, traductores, fotógrafos, artistas plásticos o periodistas.

“Hay mucha gente que estaba dada de alta en el Régimen de Autónomos y que se ha cambiado al General a través de la cooperativa o gente, que en los sitios en los que trabajaba no le daban de alta, algunos cobraban en negro y ahora pueden estar cotizando a la Seguridad Social”, subraya Jiménez. Hay otros personas, afirma el cooperativista, que están en la entidad “porque creen en el proyecto y porque apuestan por la economía social y los valores de solidaridad que representa”.

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