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El silencio que interpela

Una concentración en Vitoria de la Plataforma Círculos de Silencio.

Eduardo Azumendi

Juncal Durand aún recuerda con nitidez la primera concentración de la Plataforma Círculos de Silencio. El primer jueves de mayo de 2012 se echaba a la calle esta iniciativa para denunciar las situaciones pobreza y abusos que se viven en Vitoria. ¿Su forma de protesta? El silencio. Ahí radicaba la novedad de esta forma de movilización. Casi tres años después, la Plataforma sigue con su movilización el primer jueves de cada mes. Esa es la cara visible, porque detrás el trabajo continúa con reuniones con las instituciones y con las personas que pueden resolver el problema.

Fidel Molina, uno de los precursores del movimiento, recalca la idea de que el silencio ayuda a reflexionar. “La media hora que el Círculo está callado es un espacio de reflexión, que te interpela, es media hora en la que se pueden revolver las tripas al pensar en las injusticias que se viven en la ciudad”.

El círculo, que puede estar integrado por más de 100 personas, da vueltas en una céntrica plaza de Vitoria. Todos se mueven con calma, como de puntillas, como si no quisieran llamar la atención. Sin embargo, la idea es justamente la contraria. “Claro que queremos llamar la atención de la ciudadanía. El objetivo es denunciar situaciones de pobreza y después poder intervenir ante las instituciones como un interlocutor”, explica Álvaro Salazar, integrante de la Plataforma. “De alguna manera, lo que pretendemos es tratar de personalizar las injusticias desde el silencio y denunciarlas públicamente”.

A lo largo de estos tres años, la Plataforma ha recurrido a cuatro eslóganes: En Vitoria hay gente que pasa hambre; En Vitoria hay gente que no tiene lo suficiente para vivir dignamente; En Vitoria hay mujeres que son explotadas sexualmente; y En nuestra ciudad eres bienvenido. “El lema cambia cuando se resuelve la temática”, indica Salazar. Así, con el primer eslogan la Plataforma consiguió que el Ayuntamiento modificará la ordenanza municipal de acceso a los comedores sociales. “A la hora de dar los vales en el comedor social se pedían requisitos como seis meses de padrón y contrato de habitación. Pero para los recién llegados a la ciudad y que sufren necesidades cumplir con esos requisitos es muy complicado. Conseguimos que se suavizaran las condiciones. La oposición en un pleno presionó para el cambio de la ordenanza municipal”.

Además del círculo silencioso el primer jueves de cada mes, hay una actividad posterior del conjunto de la Plataforma de reuniones con las instituciones concernidas, de elaborar informes. “Llamamos a la puerta, presentamos la situación y la denunciamos. Nuestra manera de trabajar nos facilita la interlocución con las instituciones. De cara a ellas, el círculo tendría que ser un aliado, un termómetro de lo que pasa en la sociedad. Se trata de indicarle al que tiene el poder que hemos detectado una injusticia y si el político vive su cargo como un servicio público tratará de resolverlo. Somos como un anuncio, un servicio para mejorar algo a donde no llega la institución”, comenta Molina.

El ruido y la fuerza del silencio ha conseguido penetrar en las instituciones y, sobre todo, en las conciencias ciudadanas. “Se trata”, señala Salazar, “de que la gente que en ese momento pasea por la calle se acerque, pregunté y palpe con el silencio que algo hay que hacer para que no se perpetúen las desigualdades”.

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