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UPN vence con claridad en Pamplona pero la posibilidad de cambio está abierta

Garikoitz Montañés

Por un concejal. Eso puede desequilibrar la balanza en Pamplona, y decidir si finalmente Enrique Maya (UPN) continúa una segunda legislatura al frente de la Casa Consistorial o, en su lugar, el cambio es posible. Porque, en principio, las sumas lo permiten, aunque una cuestión son las matemáticas y otra, la política pamplonesa. UPN ha ganado de nuevo, y con claridad, las elecciones en la capital navarra, pero sus 10 concejales (uno menos que en 2011) no le aseguran llegar a los 14 necesarios para lograr la mayoría absoluta. Esa cifra la lograría una (hipotética) suma a cuatro bandas entre EH Bildu (5 concejales), Geroa Bai (5), Aranzadi (la agrupación de electores que cuenta en Pamplona con el apoyo de Podemos, 3) e Izquierda Ezkerra (1). Ni siquiera un apoyo del PSN (3) le bastaría a Maya para gobernar.

Así las cosas, las posibilidades, aunque remotas y complicadas, están abiertas. En la capital navarra, como ocurre en toda la comunidad, una de sus características electorales es la falta histórica de una mayoría absoluta; y, además, únicamente en tres legislaturas hubo un pacto en torno a la Alcaldía, porque aquí las alianzas no son, hasta cierto punto, tan claves. La diferencia es que, mientras en el Parlamento de Navarra no llegar a un acuerdo puede obligar a repetir las elecciones, en Pamplona habrá alcalde o alcaldesa sí o sí tras los comicios. Porque, al conformarse la nueva Corporación, en primer lugar se vota al nuevo primer edil (en Pamplona, la cifra clave es llegar a los 14 concejales), y, si no hay consenso, se nombraría como dirigente del Consistorio al candidato o candidata de la lista más votada. Y ahí UPN parte con la ventaja de hacer valer sus 10 concejales.

La cuestión ahora es si UPN, claro vencedor y en principio quien debería llevar la voz cantante en esas negociaciones, puede convencer a alguien entre la oposición para lograr ese apoyo, o bien para que no lo haya entre la oposición. Esa oposición, por cierto, que tanto le ha criticado. UPN, como ha ocurrido en el Parlamento de Navarra, partía como la fuerza a batir en Pamplona; no en vano, ha ostentado el mando de la capital navarra desde 1999. En este caso, como en la Cámara foral, la fuerza regionalista también venía de una legislatura con un gobierno en minoría, con once concejales (frente a los siete de Nafarroa Bai, tres del PSN, tres de EH Bildu, dos del PPN y una de Izquierda-Ezkerra), pero sin la necesidad de regeneración que ha caracterizado al Gobierno Foral. Maya repetía como candidato, a pesar de que también se vio envuelto en el polémico cobro de dietas de Caja Navarra, de la movilización constante contra él del sindicato APM o de otras polémicas como el caso Polo, el exconcejal de Seguridad Ciudadana que dimitió tras conducir ebrio. Maya, sin embargo, hizo valer su gestión, a pesar de que su situación en minoría ha impedido que sacara adelante un presupuesto municipal. UPN ha insistido en que la oposición se había instalado en el no por el no.

Una suma a cuatro bandas

Con todo, las encuestas ya auguraban una pérdida de fuerza de UPN,y así ha ocurrido finalmente al pasar de once a diez concejales. Y la clave en Pamplona es que, aunque el acuerdo UPN-PSN sí fue posible (aunque por tiempo limitado) en Navarra durante la pasada legislatura, ese entendimiento nunca se trasladó a Pamplona. Y, mientras los regionalistas se ven atados de manos al buscar posibles acuerdos (PSN, PPN y Ciudadanos parecían sus opciones, y los dos últimos no han logrado representación en el Ayuntamiento), ha visto cómo el resto de la oposición sí dejaba intuir más entendimiento en torno al cambio. A pesar de que agruparía a muchas fuerzas: Geroa Bai, EH Bildu, Aranzadi e Izquierda-Ezkerra. Juntas, suman 14.

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