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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

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José Fernández-Albertos - @jfalbertos

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La cuenta atrás del PSOE

Pedro Sánchez junto a César Luena (Secretario de Organización del PSOE) y Antonio Hernando (Portavoz de Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso) el pasado 9 de septiembre. Foto: PSOE

Marta Romero

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Entre las incógnitas que planean sobre el nuevo curso político está la evolución que seguirá el PSOE bajo la dirección de Pedro Sánchez. Una incógnita que no sólo tiene interés de cara al desenlace de las citas electorales del próximo año, sino a la configuración a medio plazo del panorama político. Más aún cuando lo que está en cuestión es la pérdida de centralidad en el sistema político de un partido que, habiendo gobernado a nivel nacional 21 años, 14 de ellos seguidos, de los 37 que han transcurrido desde las primeras elecciones democráticas, hasta hace no mucho tiempo presumía de ser el partido que más se parecía a España.

El nuevo Secretario General apenas lleva un mes y medio en el cargo. Para muchos la nueva etapa del PSOE comienza ahora, una vez que ha terminado el período estival y se ha completado el relevo en el nuevo equipo que acompañará a Sánchez.

Como punto de partida, el nuevo líder del PSOE cuenta con que su elección ha sido bien acogida por la opinión pública en general y por los votantes socialistas en particular. O, al menos, así se desprende de una encuesta publicada a principios de agosto en El País, que reflejaba que la mayoría de los ciudadanos y el 80% de los votantes consideraban que la elección de Sánchez como Secretario General era positiva para el PSOE. También reflejaba esta encuesta una mejora de las expectativas electorales para los socialistas tras el cambio de liderazgo. Si bien otro sondeo publicado por El Mundo a finales de agosto, indicaba una ligera caída en estimación de voto del PSOE respecto al registro anterior y, por ende, apuntaba, en el mejor de los supuestos, a que el “efecto Sánchez” habría sido efímero o, en el peor, inexistente.

En todo caso, la primera prueba demoscópica y pública para el nuevo líder socialista llegará con el próximo barómetro político del CIS, que se realizará en el mes de octubre y se dará a conocer a principios de noviembre. Dejando a un lado las encuestas internas y las publicadas en los medios, ése será el primer termómetro para calibrar en qué medida el cambio de liderazgo en el PSOE ha tenido o no un impacto inmediato.

El último estudio político del CIS correspondiente a julio, que fue realizado en pleno proceso de renovación del PSOE, dejó las marcas muy bajas para los socialistas: con un porcentaje de voto estimado del 21,2%; ocupando en intención directa de voto la tercera posición (con un 10,6%), después de Podemos (11,9%) y del PP (12,8%); un porcentaje de votantes fieles -aquellos que votaron al PSOE en las elecciones generales de 2011 y tendrían la intención del volver a hacerlo-, por debajo del 40%; y una desaprobación mayoritaria de los votantes socialistas a la labor de oposición realizada por el PSOE. Mejorar esas marcas podría ser relativamente fácil para el nuevo líder socialista, aunque su principal reto será marcar un verdadero punto de inflexión, que quede reflejado posteriormente en un sostenido y visible cambio de tendencia.

Hasta ahora el PSOE, más allá de ligeras fluctuaciones y de resistir mejor en unos territorios que en otros, no ha sido capaz de salir del “coma demoscópico” en el que lleva instalado “empíricamente” desde el primer revés sufrido en las elecciones autonómicas y locales de mayo de 2011. La renovación del liderazgo en el PSOE era necesaria y quizás urgente tras las elecciones europeas, cuando las urnas pusieron de manifiesto que la hemorragia electoral del PSOE lejos de frenarse o mitigarse, se acentuaba (ver gráfico). Pero obviamente esa renovación no es suficiente

Gráfico. Evolución electoral y demoscópica del PSOE desde las elecciones locales de 2011.

Nota: Evolución electoral: Porcentaje de voto obtenido a nivel nacional por el PSOE en las elecciones locales de 2011, en las elecciones generales de 2011 y en las elecciones europeas de 2014. Evolución demoscópica: Porcentaje de voto estimado, entre enero de 2012 y julio de 2014, por el CIS para el PSOE en elecciones generales. Fuente: MIR y CIS.

Bajo la etiqueta o marco de una “oposición ciudadana”, la nueva dirección socialista pretende hacer bandera de la “regeneración democrática”, del “cambio del modelo productivo y la modernización de la economía”, de “la lucha contra la desigualdad y la defensa de las libertades” y de la “construcción de una Europa de progreso”. Asimismo, Sánchez se refiere al PSOE como el partido que planta cara a la derecha y al populismo, y que se erige en el defensor de las clases medias.

En esencia el discurso político del nuevo Secretario General es similar al que ha entonado el PSOE desde el inicio de esta legislatura (como un partido de izquierda responsable y que aspira a (volver a) gobernar). En este sentido, con Sánchez, más que un cambio de orientación en la línea de oposición seguida, se ha producido un ajuste para lograr una mayor cercanía social, imagen de modernidad y perfil político de izquierdas, bajo la premisa de que la renovación del liderazgo aportará la credibilidad al discurso. ¿Pero hasta qué punto esto puede funcionar?

Se puede discutir si los problemas del PSOE son anteriores al punto de inflexión que supuso mayo de 2010 (con la adopción de las políticas de austeridad por el gobierno de Zapatero) o si éstos se inscriben dentro de un fenómeno más amplio de declive de la socialdemocracia en Europa. Pero parece claro que en estos momentos el PSOE tiene que hacer frente a su desconexión social. No se trata tanto de si los socialistas tienen que girar más a la izquierda o buscar el centro. O de si tienen que apelar o no a las clases medias. En los últimos cuatro años, el PSOE ha sufrido una pérdida de apoyos en todos los segmentos sociales y en todo el espectro ideológico en el que compite (por la izquierda y centro izquierda). La desconexión le fue llevando progresivamente al PSOE a aparecer como un “partido envejecido” y encerrado en sí mismo. Este diagnóstico fue expuesto hace ya casi tres años en un artículo elocuentemente titulado “El PSOE y su exilio interior” por el que fuera Secretario General de los Socialistas Valencianos a finales de los años 90, Joan Romero.

La percepción de “partido envejecido”, convertido en mero aparato de poder, es lo que más lastra a los socialistas y su principal obstáculo para recuperar la conexión con la sociedad. Especialmente, en estos momentos, en los que como consecuencia de la inacción en los últimos años del PP y del propio PSOE para hacer frente a la crisis política en la que ha derivado la crisis económica en España, y a la habilidad de Podemos para capitalizar el malestar político, la competición es entre una “nueva” (participativa) y una “vieja” (elitista) forma de hacer política.

Por ello, y en una secuencia que pasa por recuperar la credibilidad y despertar ilusión, la medida más efectiva para un renovado PSOE sería mostrarse como una organización dinámica y políticamente atractiva. O, dicho de otra forma, el discurso del cambio que quiere liderar el nuevo dirigente socialista sólo podrá resultar creíble si la ciudadanía percibe un cambio real dentro del partido, más allá del relevo generacional producido en la cúpula.

Es cierto que la tarea del nuevo líder socialista no es nada fácil. Es preciso vencer muchas inercias y hacerlo en poco tiempo, dada la proximidad de las citas electorales. Tan sólo quedan ocho meses para que se celebren las elecciones locales y autonómicas, a la que seguirán -si no hay un adelanto electoral-, seis meses después, los comicios generales.

En lo que ocurra dentro del PSOE es dónde se podría medir el alcance de la renovación del PSOE liderado por Sánchez y su credibilidad. ¿En qué medida resultará efectivo el discurso político y las propuestas del PSOE si este partido da señales de pensar más en el reparto de poder, que en la recuperación de la sintonía con la ciudadanía? En horas bajas, y temerosos de ser sobrepasados en las próximas elecciones autonómicas y locales por Podemos, la tentación de pensar en el cálculo electoral puede ser muy grande.

Cabe pensar que Sánchez tendrá un cierto margen de maniobra y un “voto de confianza” dentro de su partido hasta las elecciones locales y autonómicas, aunque no se puede descartar que unas malas previsiones electorales de aquí a la celebración de esos comicios pudieran suscitar críticas internas a su liderazgo. En el supuesto de que el PSOE volviera a sufrir una derrota sin paliativos en esos comicios, es muy probable que se abriera otra crisis dentro de este partido. Una crisis que, con la vista puesta en la fecha del 26 de julio de 2015 fijada para la celebración de las elecciones primarias abiertas para elegir al candidato socialista a los comicios generales, podría desembocar en una situación de bicefalia. Todos los escenarios son hoy posibles para el PSOE. Si bien lo que parece estar en juego no es tanto el liderazgo -de transición o no- de Pedro Sánchez, sino la fuerza política que tendrá el PSOE en los próximos años.

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