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Contra el reconocimiento facial: entre la protesta y el arte

El artista Leo Selvaggio ha prestado su rostro como una especie de máscara a lo V de Vendetta o Anonymous

Pablo G. Bejerano

Madrid —

La cara de Leo Selvaggio es perfectamente reconocible. La piel lisa se extiende por unas mejillas sonrosadas y se topa con una perilla ligera que enmarca la boca, nariz y cejas guardan cierta simetría. De los ojos no se puede decir mucho. Su rostro es conocido por la máscara que ha creado con su propia cara. Por eso los ojos de Selvaggio son la única parte que permanece oculta para el gran público.

Este artista reside en Chicago y tal vez esta circunstancia le haya impulsado a luchar en la medida de sus posibilidades contra el reconocimiento facial, pues la ciudad posee una red de 24.000 cámaras instaladas. El pasado año se produjo el primer arresto de una persona en base a este sistema de videovigilancia y a un algoritmo que identifica los rasgos de la cara.

La adopción de la tecnología de reconocimiento facial está creciendo y sus aplicaciones se expanden. Desde que en 2011 Facebook acercara al gran público esta técnica con el etiquetado automático de fotos, la detección se ha hecho más precisa. Sin embargo, sigue fallando, a pesar de lo cual en Estados Unidos las autoridades ya están empezando a usar la tecnología para practicar detenciones.

El programa de espionaje masivo de la NSA revelado por Snowden también espolea la inquietud frente al reconocimiento facial. Estos son los argumentos que manejan algunos artistas que han puesto en marcha iniciativas para que la gente evite ser identificada con esta tecnología. Leo Selvaggio es uno de estos artistas. A él se le ocurrió que si todo el mundo tuviera la misma cara el reconocimiento facial sería inútil. Y, por qué no, esa cara podría ser la suya.

Selvaggio creó el diseño en tres dimensiones de una máscara con una recreación hiperrealista de sus facciones. El modelo se puede fabricar con una impresora 3D gracias a una resina pigmentada que imita el tono de piel y el pelo. El proyecto se llama URME Surveillance y la idea es que cualquiera pueda comprar una máscara para llevarla puesta en la calle. De esta forma se podría dar la circunstancia de que hubiera cientos de Leos caminando por las calles de una ciudad, como en una suerte de V de Vendetta o Anonymous, pero con facciones reales.

La máscara guarda el suficiente detalle como para confundir a los algoritmos de reconocimiento facial y al mismo tiempo evita llamar la atención de la gente en la calle. Esto último no lo consigue el maquillaje de Adam Harvey. Su propósito también es evitar que un software pueda identificar a una persona mediante la lectura del rostro, aunque el método es un poco más llamativo para emplearlo en sitios públicos.

Harvey, también artista y asentado en Nueva York ha creado el proyecto Computer Vision Dazzle o CV Dazzle con el mismo fin que Selvaggio puso en marcha su propia iniciativa. En este caso el impulsor del proyecto estudió el funcionamiento de la tecnología y supo que esta se centraba en ciertos patrones a la hora de analizar las imágenes. Los tonos claros y oscuros de las mejillas o la forma en que se distribuye el color en el puente de la nariz son algunos de los elementos que hacen único a un rostro humano. La idea de Harvey es camuflarlos para obstruir la identificación.

Usando maquillaje y peinando el pelo de manera que quede frente a la cara, Harvey trata de convertir un rostro en un puñado de píxeles irrelevantes para un algoritmo de reconocimiento facial. Normalmente basta con disimular el puente de la nariz y esconder al menos uno de los ojos.

Un acto de protesta

Selvaggio lanzó una campaña en Indiegogo para difundir su proyecto (en el vídeo de presentación se puede ver su cara real) y Harvey ha adquirido notoriedad con su iniciativa. Ambas tienen la vocación, no solo de cubrir el rostro de la gente con una máscara o maquillaje, sino de dar un toque de atención sobre el uso del reconocimiento facial.

La máscara URME cuesta 299 dólares, pero Selvaggio también vende caretas de cartón por un dólar cada unidad, mientras que el diseño en 3D se puede descargar gratuitamente. En cuanto a Harvey, sostiene que lo que realmente hace su maquillaje es desinformar al software. Si bien es consciente de que su método llama la atención por la calle y está lejos de ser empleado masivamente.

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