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Necesitamos educación financiera en nuestra economía

Economistas Sin Fronteras

Laura Ruiz —

El proceso de globalización ha sido marcado sustancialmente por la financiarización de la economía, un proceso espontáneo que ha provocado a lo largo de los últimos treinta años sustanciales transformaciones en la mayoría de los ámbitos de la sociedad actual. Los problemas locales, al igual que sus soluciones, han pasado a ser globales. La globalización financiera, la desregulación y la búsqueda del máximo beneficio especulativo han situado al sistema financiero por encima del sistema productivo.

El sistema financiero cumple una función básica dentro de la economía y es la intermediación financiera. Pone en contacto a unidades monetarias excedentarias con las unidades deficitarias y canaliza esos excedentes hacia el sector productivo de la economía. Por sus servicios de intermediación obtiene un diferencial entre los intereses que abona a las personas físicas y entidades jurídicas y públicas que les ceden su dinero, es decir, sus ahorradores/inversores, y los que cobra a las que presta.

Las finanzas tienen una gran influencia en la configuración de un tipo u otro de sociedad en función del destino de ese dinero excedentario. No es lo mismo prestar dinero para fabricar armas o colocarlo en paraísos fiscales que destinarlo a proyectos con impacto social positivo. El sistema financiero, que nació con una vocación de atención a las necesidades de financiación de proyectos productivos, se ha ido convirtiendo bajo la hegemonía neoliberal en un fin en sí mismo.

Cuando en septiembre de 2008 se declaró la primera gran crisis financiera y económica del siglo XXI, comenzó un curioso proceso de reflexión colectiva sobre las implicaciones humanas, sociales y éticas de las operaciones financieras y bancarias. Hasta ese momento se prestaba una mínima atención a sus consecuencias (no sólo desde una perspectiva ética, sino incluso desde la económica a largo plazo) y se confiaba en la creciente sofisticación técnica, pese a la consecuente opacidad. Los expertos en ingeniería financiera y los propios organismos reguladores reconocieron haber sido incapaces de controlar todas las dimensiones y efectos de los productos que habían autorizado y puesto en circulación.

Existen otros impactos, como la limitación del acceso de las mujeres a los recursos económicos y servicios propios del ámbito financiero que no han sido objeto de igual atención. Según las conclusiones del estudio 'Finanzas y Desigualdades de Género' desarrollado por Setem Hego Haizea, cuando una persona atraviesa la puerta de un banco, el hecho de que sea hombre o mujer condiciona la forma en la que va a ser atendida.

A las mujeres, en línea general, se les piden más requisitos e información de tipo personal y laboral que no es solicitada a los hombres. El cuestionamiento de la mujer como peticionaria de un crédito se pone aún más de manifiesto cuando es un crédito de negocio. Asimismo, a la mujer se le exige un avalista en la mitad de los casos mientras que para el hombre no es una exigencia relevante. Esta desconfianza en la capacidad de las mujeres además les afecta en forma de peores condiciones de crédito hipotecario.

Las finanzas éticas pretenden ser una de las respuestas que la economía solidaria promueve para hacer frente al problema de la injusticia estructural inherente al sistema capitalista. A través del desarrollo de estructuras que operan con otros criterios y condiciones, desarrollan proyectos que aspiran a ser gérmenes de transformación y defienden el derecho al crédito como facilitador del ejercicio de otros derechos.

Como una apuesta integral hacia la recuperación del valor social del dinero surge la llamada Banca Ética que, basada en una gestión interna con principios de Responsabilidad Social y con total transparencia, financia exclusivamente actividades económicas de impacto social positivo. Hay ejemplos como FIARE, máximo exponente de esta visión, donde cada proyecto de inversión pasa, además del filtro de un Comité Económico, también el del Comité Ético que prioriza la cobertura financiera del tercer sector, de la economía social y la lucha contra la pobreza, la exclusión social y la financiera. Como sistema parabancario de crédito con el objetivo de hacer frente a la pobreza en países del Sur, también encontramos iniciativas financieras alternativas como Oikocredit o Elkarcredit.

En este contexto, el Ahorrador Socialmente Responsable es una figura clave en la consecución de unas finanzas y una economía más justa. La educación financiera juega un papel clave para que las personas seamos conscientes de que con nuestro ahorro e inversión podemos hacer que nuestro excedente llegue a iniciativas productivas beneficiosas para el conjunto de la sociedad y no sólo en función de la rentabilidad financiera.

El Consejo de la OCDE aprobó en julio de 2005 una resolución en la que recomienda a los estados miembros la promoción de la educación financiera de sus ciudadanos. En la misma línea, la Comunicación sobre Educación Financiera de la Comisión Europea, de diciembre de 2007 en sus “Principios básicos para unos planes de educación financiera de alta calidad” recoge la necesidad de que la formación financiera sea accesible a lo largo de todas las etapas de la vida de las personas, empezando por la escuela y la de asegurar la imparcialidad y objetividad en las políticas formativas.  En España, de conformidad con los Reales Decretos 126/2014 y 1105/2014, la Educación Financiera ha quedado incorporada al currículo escolar en educación primaria y secundaria.

Simultáneamente a este proceso, El Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) lanzaron en 2008 el primer proyecto de Educación Financiera con vocación generalista de ámbito estatal, cuyo primer hito visible fue la apertura de la web finanzasparatodos.es, con el objetivo de mejorar la cultura financiera de la población, a fin de que los ciudadanos estén en condiciones de afrontar el nuevo contexto financiero con suficiente confianza porque la evolución más reciente de nuestra sociedad, caracterizada por la progresiva complejidad de los mercados, de las relaciones financieras entre los individuos y las empresas, y de los propios productos y servicios financieros, está poniendo de manifiesto una creciente necesidad de prestar atención a la educación financiera de los ciudadanos, consumidores y demandantes, actuales o potenciales, de tales productos y servicios.

El Plan de Educación Financiera 2015-2016 subraya cómo contribuyen los contenidos financieros a la Competencia educativa Social y Ciudadana básica establecida por el Real Decreto 126/2014, de 28 de febrero, desarrollando habilidades para la toma de decisiones que afecten tanto al propio individuo como a la sociedad en general.

Y cita como algunos ejemplos de esta competencia social y ciudadana a adquirir con la educación financiera:

  • Responsabilizarse del efecto colectivo y/o consecuencias sociales derivadas las decisiones financieras tomadas
  • Utilizar el juicio moral
  • Entender que no toda decisión económica es ética, (consumo responsable)
  • Reflexionar sobre los conceptos de sostenibilidad, solidaridad, corresponsabilidad y ciudadanía en la dimensión económica
  • Analizar problemas y situaciones de la sociedad actual (la crisis, noticias financieras)
  • Comprender la interdependencia económica social, la desigualdad, o el conflicto.
  • Buscar soluciones colectivas.
  • Solidaridad económica y empatía

Sin embargo, en los 12 módulos temáticos que propone dicho Plan, no se desarrollan los aspectos relacionados con la citada Competencia Social y Ciudadana. Asimismo y desde el ámbito privado, numerosas entidades bancarias están llevando a cabo una labor de difusión en los centros educativos, generando sus propios contenidos y materiales didácticos para ello, para así definir un determinada concepto de Educación en Finanzas.

El 24 de Mayo se presentó el Código de Buenas Prácticas para las iniciativas en educación financiera que recoge entre sus compromisos facilitar una educación financiera al servicio de las personas, imparcial y completa. Los Principios y Recomendaciones de la Unión Europea en materia de Educación Financiera y los objetivos de las iniciativas públicas llevadas a cabo, recogen la necesidad de dar respuesta a una carencia formativa de la ciudadanía sobre los impactos que tienen sus decisiones financieras. Es necesario, por lo tanto, abordar un proceso de reconceptualización de los fines y objetivos de la Educación en Finanzas, que incluya en su definición los aportes que las finanzas éticas y parabancarias tienen para ofrecer.

La Educación en Finanzas Éticas tiene un valor en sí misma, ya que contribuye a sensibilizar sobre el impacto de las decisiones económicas en las causas estructurales de las desigualdades y a asignar responsabilidades individuales y colectivas para la construcción de una sociedad más justa y solidaria.

Economistas sin Fronteras no se identifica necesariamente con la opinión de la autora.

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