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Perder los papeles y pescar en la red

Suso de Toro

La crisis que vive España es la crisis del Estado transformado y del sistema político establecido tras el 23-F. Otra cosa es si la sociedad española actual tiene o no capacidad para resolver sus problemas y puede hoy reconstruir un consenso que sea aceptado por una mayoría para un nuevo inicio, pero ése es otro asunto. Siendo tanto la Transición como la actual dos situaciones de crisis del Estado existente, como es lógico son muy distintas una de la otra, pero compararlas ayuda a ver lo que estamos viviendo.

Es muy distinta, por ejemplo, la situación de la prensa y su papel. En aquel momento, el Gobierno de Franco controlaba férreamente la información a través de TVE y RNE, y mantenía atados a los medios de comunicación privados, alguna emisora de radio y la prensa en papel gracias a la censura. Los esfuerzos de algunos periodistas por romper ese encierro provocaron el nacimiento de revistas –algunas se expresaban a través del humor, como Triunfo, Cuadernos para el diálogo, Por favor, El Papus o Cambio 16, que llegó a tener una tirada de 500.000 ejemplares– y periódicos como El País y Diario 16, fundados en 1976.

Sobrevive el diario El País, que llegó a ser considerado, especialmente tras su respuesta civil al golpe de Estado del 23-F, la cabecera de prensa que simboliza esta etapa política. Una encuesta entre sus pasados y actuales lectores seguramente reflejaría que perciben en el diario el mismo agotamiento que en el sistema político y que sienten parecida distancia con él respecto a la que mantiene la mayoría de la sociedad hacia el sistema de poderes vigente.

Internet permitió que desapareciesen aquellos lectores que abrían confiados cada día “su periódico”. La evolución y las posiciones que han ido tomando las empresas periodísticas y la experiencia que todos hemos vivido durante estos años han creado un lector escéptico que ya no cree sin más en lo que le dicen. Un tipo de lector que está abierto a informarse por varios medios distintos para obtener un punto de vista particular y completo. Por otro lado, la existencia de numerosos canales de radio y televisión le disputan el territorio a la prensa. Sin embargo, a pesar de su crisis, la prensa en papel sigue teniendo importancia en la vida social y, sobre todo, en el dominio político. Pues de un cierto tipo de dominio hay que hablar cuando el poder bloquea los instrumentos de la democracia.

Para interpretar el panorama de la prensa madrileña, que es la 'nacional', no hay que olvidar lo que ocurrió con el diario Público en papel, un periódico con una línea editorial de izquierdas que no sobrevivió, simplemente, porque a los poderes económicos no les interesó. No había correspondencia entre la publicidad que recibía este diario y su creciente número de lectores y, si no le llegaba la publicidad que le correspondería por lógica del mercado, publicidad que sí llegaba a otras cabeceras con menos lectores, fue porque contra él se llevó adelante una cosa llamada boicoteo.

La prensa madrileña en papel, pues, es hoy una prensa limpia de intrusos que molesten al sistema de poderes. Son empresas que sufren tremendamente la crisis del consumo y la crisis tecnológica, son muy vulnerables económicamente y están más o menos en manos del Gobierno, que realiza maniobras financieras de todo tipo para mantenerlas. No es extraño que hubiese antes unanimidad en atacar a Zapatero y que ahora muestren a Rajoy actitudes que van desde el entusiasmo estentóreo a la aceptación cómplice.

Así, pues, habrá alguna que otra crítica más o menos acentuada dependiendo de la implicación con el Gobierno, pero no habrá voces que llamen desastre a este desastre social y que pidan la dimisión de este Gobierno. Es la prensa la que sostiene a este Gobierno. Y, por lo mismo, no darán a sus lectores una visión desprejuiciada de lo que está planteando la sociedad catalana y seguirán alimentando los recelos y los prejuicios contra ella. Así como seguirán protegiendo a la monarquía de su propia ruina, en nombre de “la responsabilidad”. Se trata de apuntalar el sistema político existente, precisamente porque se derrumba, pero ése no es el papel de la prensa democrática. Eso es salirse del papel.

Una gran dificultad añadida que tiene España para solucionar su crisis es que los medios de comunicación, que interpretan los problemas existentes y conforman la visión de lo que sucede en la sociedad, forman parte del sistema de poderes que ha bloqueado la democracia. Son parte del problema. En los grandes medios de comunicación la libertad de expresión está tremendamente limitada, piénsese que el único canal de televisión que emite programas críticos y con otra visión de las cosas, La Sexta, es propiedad de un empresario no sólo de derechas sino partidario explícitamente del PP y que se muestra preocupado por los contenidos de dicho canal. Cabe preguntarse cuánto durarán esos contenidos.

Quienes leen este y algún otro medio digital buscan y encuentran otras informaciones y opiniones, pero el periodismo en internet tiene por delante un reto, llegar a ese extenso público que aún busca información en las cabeceras tradicionales. La democracia en España necesita un nuevo instrumento periodístico. Será en internet, pero hay que crearlo aún entre periodistas y lectores.

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