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Carlos Mazón en el laberinto: dimite pero no dimite

Carlos Mazón, en su comparecencia de este lunes 3 de noviembre en el Palau de la Generalitat
3 de noviembre de 2025 11:22 h

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La comparecencia del president Carlos Mazón este lunes estuvo totalmente alineada con su estrambótica manera de hacer y entender la política. Fue el epílogo a la película –que protagoniza, guioniza y dirige– en la que vive desde el 29 de octubre de 2024: él no tuvo la culpa de nada porque nada era previsible, aunque se estuviera retransmitiendo por la televisión autonómica de la comunidad que dirige (o dirigía o hubiese dirigido). Nada hacía esperar que el hombre que califica como “hecho fáctico” que las 20.28 es más tarde que las 19 horas hubiera hecho una verdadera reflexión tras encontrarse con los insultos de las víctimas en el funeral. El resultado, una comparecencia política, soberbia e insistente en bulos y argumentarios que han quedado desmentidos en la instrucción judicial. Una alocución de la que ha habido que suponer que dimitía, porque no lo dijo (seguramente a propósito), sin convocar elecciones. En la que hubo que confiar en la pericia del oyente ante la opacidad del hablante. Tampoco reveló en esa comparecencia si se queda de diputado, o sea, aforado, aunque luego se confirmó que sí.

El president (desde mediodía en funciones, cuando ha formalizado su dimisión) considera que es víctima de una operación del gobierno de España, que ha conseguido que las víctimas se alineen contra él y a las que considera politizadas. Piensa que le han roto injustamente. De hecho, les ha dedicado cinco segundos en una intervención en la que no ha acabado de desvelar los plazos concretos de su futuro. Mucho más tiempo ha dedicado al rey de España, de quien ha querido sugerir que está de su parte. Por si alguien tiene dudas sobre el apoyo de la Casa Real a Mazón, puede revisar la cara de la reina en el homenaje de la Ciutat de les Ciències.

Mazón se va. Pero no se va, se queda gobernando la transición. A partir de su adiós real y publicado, los grupos parlamentarios deben proponer a su sustituto, “el futuro president”, que ha dicho él, en masculino. Su opción es Juan Francisco Pérez-Llorca, frente a la alcaldesa de València (la opción de Feijóo). A partir de ahí, debates de investidura y votaciones. Con mayoría absoluta en el primer pleno pero, si no se consigue, con mayoría simple, es decir más síes que noes. La única certeza es que Mazón se va a ir en algún momento cuando ese plan, que va a liderar él mismo, cuaje.

El reglamento obliga y con el actual hemiciclo solo habrá sustituto si Dios (o sea, Vox) quiere. Si Vox no quiere, en dos meses desde la primera sesión de investidura que lo haya intentado se deberían convocar elecciones anticipadas, un escenario que Feijóo no quiere para nada. Ahora empieza la búsqueda de consenso con los ultras valencianos, con los que Mazón tiene más mano que Génova, después de haberles regalado todo lo que han pedido. Lo último, que se impartan conocimientos de caza en los colegios. Pero Abascal va a ponerlo difícil y, si cede, pondrá un precio muy alto.

Si el pasado miércoles se vio a un presidente aturdido y solo en un funeral que le confrontó un año de ineptitudes y mentiras, este lunes se vio el rencor de un animal herido, sabedor de que no es querido pero que busca fuera, y no dentro, los motivos. Un político que admitió como error no cambiar su agenda para pasar a justificarlo con mentiras. Un president todavía sordo y ciego. Quizás, como desea, se le recuerde como “un hombre que se ha equivocado”, en lugar ser recordado como “una mala persona”. Lo que es seguro es que no se le recordará como un hombre generoso, empático o con sentido de Estado.

*Este análisis ha sido actualizado a las 15.30, tras haberse formalizado la dimisión de Carlos Mazón, que queda como presidente en funciones.

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