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Benedicto, bello amigo

cabecerainterior

Ibon Larrazábal

En el que está resultando el lanzamiento más esperado de esta temporada en el cine porno gay, Escándalo en el Vaticano, la productora Bel Ami ha logrado contar con un cameo de excepción: la intervención del mismísimo Papa Benedicto XVI.

Al parecer, en una escena de la película, Joseph Ratzinger bendice a unos “novicios” monísimos, que resultan ser actores de la conocida productora de George Duroy. La noticia ha encendido los ánimos en algunos sectores que, sin haber visto antes la película, ya reclaman que el Vaticano demande a la productora. En esto de provocar al Vaticano para obtener un poco de relevancia en los medios no tenemos muy claro si el porno gay viene atrasadísimo, cuando ya está pasado de moda incluso para Madonna, que nos aburrió hasta las cejas con tanto ponerse coronas de espinas y crucificarse, o si está innovando al dotar de contenido político, en plan Pussy Riot (pero sin pussy) a lo que no venía siendo sino un mero entretenimiento pajillero. Un poco de ambas cosas.

La productora con nombre de novela de Guy de Maupassant ha filtrado un vídeo promocional en el que se muestra a los actores de la película peinados con cera y disfrazados de seminaristas, según el que podría ser el dress code de la JMJ (pantalón de pinzas gris, camisa blanca de manga corta y corbatita), en el mismo Vaticano en los instantes previos a la irrupción de Benedicto XVI, coreando por lo bajini y entre risas nerviosas “beeenediicto”, como en la propia JMJ. Este vídeo y las fotos promocionales, en las que esos mismos cinco “seminaristas” se relamen de rodillas ante un pene erecto de unos ¿veintidós? centímetros, prometen mucha diversión. El lanzamiento, este mismo mes de septiembre.

Los “novicios” de Escándalo en el Vaticano son los típicos actores marca de la casa: veintipocos años, cuerpos tiernos, lampiños y turgentes, pero no hipermusculados e inflados como neumáticos a base de esteroides, dentaduras perfectas y refulgentes, pómulos que rayarían en cristal (vidrio) y ojos dignos de ser engarzados en platino. Esta iconografía, unida a un planteamiento hiperlúdico y festivo del sexo (aquí no hay peleas, humillaciones, ambientes sórdidos y otras zarandajas, aquí todo el mundo se divierte follando con todo el mundo) han convertido a Bel Ami en la productora más innovadora, interesante y exitosa del porno gay en la actualidad, según nuestro gusto particular. Sirva como prueba de ese éxito el que en los últimos Cybersocket Awards, donde se premia a los mejores contenidos LGTB en internet, tanto por parte de la industria como de los propios usuarios, éstos votaron como mejor película a 3D Bel Ami, un film en tres dimensiones de la productora, rodado en Ibiza. Igualmente, en los Grabby Awards de este año, los oscars del porno gay, se premió a la de Bel Ami como la mejor web de una compañía de vídeo.

Desde el punto de vista de unos profanos, a los que el porno les interesa con tendencia a cero, aunque hasta el momento hayamos podido dar otra impresión, un vistazo a las categorías de los premios Cybersocket sirve para hacerse una idea de por dónde van las tendencias y la demanda en el porno en : mejor sitio para citas (http://www.manhunt.net, por si a alguno le interesa), mejor sitio de VOD (video on demand), mejor sitio en vivo (http://es.cam4.com, por si alguno no lo conoce), mejor sitio amateur, mejor sitio para dispositivos móviles, mejor sitio gratuito (http://www.gaytube.com, de nada) o mejor sitio de escorting (escort es chapero en inglés).

Lo mismo con las categorías de los mencionados Grabby Awards, que pueden servir para orientar respecto a los contenidos del porno gay a alguien que, pongamos, haya vivido aislado en un refugio subterráneo desde el final de la Segunda Guerra Mundial: mejor solo, mejor dúo, mejor trío, mejor escena de eyaculación, mejor fetichismo, mejor fetichismo extremo, pasivo más caliente, rimming más caliente (esto, quien no lo entienda, que lo mire en el diccionario) y dos categorías para la polla más caliente: circuncidada y no circuncidada.

En el vasto mundo del porno gay, como en todo lo relacionado con algo tan personal como el sexo, hay contenidos para todos los gustos, como lo demuestra el índice de categorías (en estricto orden ortográfico en inglés) de la productora decana y líder de la industria, la californiana Falcon Studios: afroamericanos, culturistas, doble penetración anal, fisting, sexo en grupo, suspensorios (en serio, ¿a alguien le excita esto?), cuero, pre-condón, rimming, solos. A pesar de esta aparente variedad, nos atreveríamos a asegurar que Falcon pasa por ser la principal responsable de la uniformidad en el imaginario del porno gay: músculos hipertrofiados a punto de estallar, textura de balón de playa.

El liderazgo de Falcon fue combatido por otras productoras (antes de la irrupción de Bel Ami) como Colt, que en su web se atreve a aseverar que sus modelos son “suprahumanos, que rozan la perfección física, los hombres que la sociedad venera y aspira a ser”. En realidad no hay para tanto, ni de lejos: chicos americanos, como nos imaginamos a un chico americano.

Otra productora conspicua es Hot House, que actualmente apuesta por la alta definición, con los riesgos que ello conlleva a la hora de los primerísimos planos (acné, arrugas, cicatrices...), pero que debería invertir un poco más en los sets para que no se note que no salen nunca del mismo garaje. Por su parte, en las películas de Jet Set Men parece que se relaciona el sexo con una lucha, un enfrentamiento violento o una competición, que suponemos será la concepción que algunos deben de tener del sexo.

Continuando con la variedad de paladares nos encontramos con las productoras berlinesas Wurstfilm, Cazzo y, sobre todo, Dick Wadd (cuyo lema es “si no es Dick Wadd, es vainilla”), que nos ofrecen toda la parafernalia del repertorio leather y BDSM: arneses, slings, suspensorios (horrendos), puños, meadas, penes tatuados, cockrings y sexo con las botas puestas. Su versión americana, un poco menos dejada, serían las películas de Raging Stallion.

Los británicos, a través de las películas de Triga, nos ofrecen una especie de versión porno de la imaginería de Ken Loach o Mike Leigh: sexo homosexual entre miembros de la clase obrera, chandaleros, hooligans y en ese plan.

Al otro lado del canal están los films del fallecido Jean Daniel Cadinot, reconocibles por sus actores, bastante feos, seleccionados aparentemente entre minorías étnicas y emigrantes en situación irregular.

Y por fin están las productoras de nuestro entorno, que preferimos no enumerar, ya que creemos que es más interesante que cada uno rebusque por propia iniciativa, para toparse, como nos ha ocurrido, con algún amigo de la adolescencia o con el monitor de su gimnasio.

Ésta sería a vuelapluma (sin chiste malo) una rápida panorámica del porno gay, algo que es, en la actualidad, polimorfo, vasto y omnipresente, algo que no es propio de pervertidos o reprimidos criptogays, algo que se consume en privado (casi siempre) pero que no se oculta, ni provoca vergüenza o rechazo, algo, en fin, que se encuentra imbricado en la actividad diaria, en la vida cotidiana, como descargarse Breaking Bad, jugar con la consola de videojuegos o desayunar yogures con bífidus.

(En relación a esta normalización y generalización de la masturbación como actividad de ocio y tiempo libre, querríamos concluir con un comentario: pensábamos que a estas alturas nadie podía juzgar desde un punto de vista moral la masturbación, pero las recientes imágenes de gente gritándole “puta” y “zorra” a una señora por masturbarse nos mueven a pensar que aún existe gente rara, muy rara, que no tiene problema en mentir diciendo que no practica la masturbación. Simplemente habría que indicarles que no masturbarse –algo que no existe- no confiere un estatus superior o inferior de moralidad, y que lo suyo es una perversión patológica que requiere tratamiento).

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