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Los dividendos de Internet: Sony y la nueva guerra fría

Unos 300 cines de EE.UU. proyectan el polémico filme "The Interview"

Juan Luis Manfredi

De repente, con la polémica sobre la película The Interview, descubrimos que los dividendos de Internet tenían truco. No todo podía ser un mundo feliz de sociedades conectadas que piden transparencia y rendición de cuentas a los políticos, que promueven causas justas y que retuitean etiquetas de moda. Hay más. Mucho más. Internet y los nuevos medios plantean un nuevo trilema en las relaciones internacionales. No hay solución racional. El primer elemento es la disyuntiva entre libertad y seguridad. ¿A cuánta privacidad estamos dispuestos a renunciar para que los gobiernos velen por nuestra integridad? Dejemos Schengen a un lado. ¿Puede un gobierno espiar mi dispositivo móvil sin autorización judicial en aras de la seguridad?

El segundo es el equilibrio entre transparencia y confidencialidad. ¿Es legítimo que los representantes negocien sin rendir cuentas? Después de Wikileaks, Snowden o los correos de Petraeus, ¿de verdad alguien considera que queda un espacio sin filtraciones? Por último, y ahora tras la matanza de Charlie Hebdo lo tenemos más claro, el equilibrio entre libertad de expresión y discurso del odio. ¿Cuánto se puede regular el mensaje en las redes antes de caer en la censura o el buenismo? El desarrollo de esta nueva guerra fría dependerá de cómo combinemos la resolución de los tres problemas. Son los dividendos de Internet y el suceso de Sony parece el primer contratiempo.

El ataque al gigante japonés nos descubre de golpe que la ciberseguridad es uno de los temas de nuestro tiempo. Consiste en la dimensión digital de los conflictos y concierne al diseño de la defensa y la inteligencia, la capacitación de las fuerzas de seguridad o la protección de los intereses económicos. La batalla digital refuerza la idea de la guerra asimétrica. Cualquier puede preparar un ataque sin necesidad un ejército ni armas al uso. Disminuye la relevancia de la geografía física, las distancias o la toma de posiciones sobre el terreno. Esto desafía el cierre de las fronteras y supone un enorme ahorro de costes. Por eso interesa a los actores no estatales, ciberyihadistas o mercenarios que roban información, no materias primas. Con pocos recursos se puede atacar una infraestructura o causar un daño económico importante. Sony cifra en 100 millones de dólares las pérdidas causadas por el retraso en el estreno de la película. Permite bloquear las cuentas de JP Morgan (verano de 2014) o la difusión masiva de correos electrónicos de los directivos de la compañía japonesa, con la subsiguiente pérdida de confianza de los implicados.

En suma, transforma las leyes de la guerra y no sabemos en qué sentido. Los ejércitos convencionales no ganarán solo con medios convencionales. Por eso, reclutan expertos en seguridad informática, crean un mando conjunto para las Fuerzas Armadas o se articula en la OTAN un nuevo mecanismo de cooperación para la “smart defence”. No es una distopía. 27 países ya cuentan con planes específicos y capacidades militares dedicadas a la ciberguerra. La lista crecerá en los próximos meses.

A Corea del Norte el conflicto con Sony le ha favorecido. Ha sido capaz de proyectar más poder del que realmente tiene, al tiempo que Estados Unidos le identifica como un interlocutor relevante en la arena internacional. Seguidamente, alimenta la propaganda de país irracional, fuera del circuito de la lógica occidental. Ese histrionismo pone nerviosos a sus vecinos Japón y Corea del Sur y desarma los estudios de estrategia. Por último, facilita el discurso de enemigo exterior y cohesión interna. El “ellos contra nosotros” aún funciona en comunicación política.

Esto no ha hecho más que empezar. Ahora toca asentar la doctrina. El presidente Obama calificó el ataque de “cibervandalismo” y no de acto de guerra. No ha querido sobrereaccionar ante un país que solo cuenta con 1.024 direcciones IP y necesitaría el apoyo de China para realizar un ataque masivo. En cambio, ese énfasis sobre la disuasión y la falta de dureza fue muy criticado porque no se envió un mensaje claro sobre qué es la libertad en la red. Los medios conservadores incidieron en que la impunidad coreana multiplicará la inseguridad y exigen una respuesta más contundente. La negociación sobre la “Cibersecurity Bill” está bloqueada en el Congreso.

Es un nuevo tiempo. Habrá que actualizar el latinajo: si vis pacem, para (digitalis) bellum.

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