Ni una menos, juntas venceremos

“Ni una menos, juntas venceremos” estas fueron las últimas palabras de Marielle Franco el día 8 de marzo de 2018 en su discurso ante la Cámara Municipal el Día Internacional de la Mujer.

Marielle Franco denunció hasta el momento en el que fue asesinada la política de seguridad pública en Brasil, basada en una violencia institucional ejercida por parte de los batallones de la policía militar (BOPE) y grupos parapoliciales. La política llevada a cabo en Río de Janeiro ha implicado una criminalización de la población que vive en las favelas, sobre todo hombres jóvenes negros.

La violencia se ensaña también en Brasil con las mujeres y más si son de una determinada procedencia. Marielle encarnaba en su persona todos los mundos objeto de discriminación en su país: era negra, bisexual, ex residente de una favela y además defensora de los derechos humanos.

“Son las mujeres negras y periféricas las que pierden sus hijos por la letalidad… Las muertes tienen color, clase social y territorio”, denunciaba Marielle en su último discurso, horas antes de ser asesinada.

Este domingo, 14 de marzo, se cumplen 3 años del asesinato de la defensora de derechos humanos y concejala de Río de Janeiro y del conductor del coche en el que circulaban, Anderson Gomes. Poco antes del primer aniversario de estos homicidios, la policía de Río de Janeiro arrestó a dos hombres acusados de haber efectuado los disparos.

En junio de 2020 fue detenido Maxwell Simões Corrêa, acusado de haber ocultado las armas utilizadas en el asesinato y ser el brazo derecho de quien presuntamente efectuó los disparos.

Son pasos importantes, pero todavía hay muchas cuestiones que siguen sin resolverse, especialmente quién o quiénes ordenaron matar a Marielle.

Amnistía internacional lanzó inmediatamente después estos asesinatos una campaña buscando verdad y justicia, y en ello seguimos. Las defensoras y defensores de derechos humanos son personas en riesgo extremo en muchos lugares del mundo. Hace unos días recordábamos con consternación el asesinato en Honduras, hace 5 años, de la defensora de derechos medioambientales Berta Cáceres. Y es que, tal y como denunciaba la relatora especial de la ONU sobre la situación de los defensores de los derechos humanos, Mary Lawlor, desde 2015 han sido asesinados al menos 1.323 defensores y defensoras, siendo Latinoamérica sistemáticamente la región más afectada y quienes defienden los derechos ambientales los más perjudicados.

Brasil es el tercer país del mundo más peligroso para quienes defienden los derechos humanos y el medio ambiente. El mismo presidente del país, Jair Bolsonaro, se ha mostrado en múltiples ocasiones muy crítico con el trabajo realizado por las defensoras y defensores y con el trabajo de las ONG, y ha intentado a través de determinadas medidas legislativas interferir en las actividades de la sociedad civil de Brasil. Medidas que, finalmente, gracias a las movilizaciones de las organizaciones no fueron aprobadas. Aun así, el presidente ha seguido denigrando en muchas ocasiones la labor de las ONG sugiriendo, por ejemplo, que eran las responsables del aumento de los incendios forestales en la Amazonía para orquestar una campaña en contra de su persona. Incluso en el caso de Marielle Franco se presentaron alegaciones por parte de la familia sobre la posibilidad de que el propio Bolsonaro o destacadas figuras del gobierno pudieran estar implicadas.

Una violencia que no puede quedar impune

Muchas y muchos de estos defensores son amenazados, perseguidos y asesinados por su trabajo. Cada crimen que queda sin resolver es una puerta que se abre al incremento de la violencia ejercida sobre ellos y sobre toda la población cuyos derechos tratan de preservar, y una señal de que los crímenes contra estas personas quedan impunes en Brasil. Es imprescindible que continúe la investigación sobre estas amenazas, agresiones y en ocasiones, asesinatos, de manera imparcial, eficiente y acorde con parámetros de derechos humanos para que se pueda identificar a los autores intelectuales y los motivos de este crimen y los responsables sean llevados ante la justicia.

Marielle fue asesinada por levantar la voz por las personas más vulnerables, personas que como ella han nacido en las favelas, personas perseguidas por su condición sexual, por ser de raza negra y también por ser mujeres. Ahora, cuando se cumplen 3 años de su asesinato debemos seguir alzando la voz, por ella y por todos los defensores y defensoras de derechos humanos.