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Moisés Nasser, el cuidador de los ojos de Sevilla

Moisés Nasser, el cuidador de los ojos de Sevilla.

Consuelo Durán

Por el diagnóstico de la mirada experta de Moisés Nasser han pasado los ojos de miles de pacientes del Servicio Andaluz de Salud. Más de 35 años ha ejercido como oftalmólogo en Sevilla, donde “hace unos cuantos” se jubiló como director clínico del centro de especialidades de referencia en el casco histórico. Originario de Palestina, lleva casi el doble de tiempo en España (53 años) que el que pasó en la Jerusalén que lo vio nacer.

Rozando la mayoría de edad, se fue a Jordania con su familia, huyendo del conflicto que con más de 5,5 millones de personas ha supuesto la mayor comunidad de refugiados del mundo. Tras la conocida como Guerra de los Seis Días, ya ninguno se planteó volver a su tierra. Con 19 años, él recaló en España para estudiar medicina: “Aquí era más barata la carrera que en EEUU o Reino Unido, y con un nivel excelente”. Primero, en Madrid, donde en tres meses aprendió español, aunque “no suficiente”. De hecho, del primer curso de la carrera, en la Universidad de Valencia, sólo aprobó una asignatura. “Pero luego fui a curso por año”, sonríe satisfecho este hombre, que completó sus estudios en Sevilla. Luego, se casó con una española, obtuvo la nacionalidad, tuvo tres hijos, de los que “sólo uno aprendió árabe”, y aquí se quiere morir.

Con una experiencia “siempre positiva” y “agradecido” a su país de acogida, el deseo de visitar Jerusalén, para volver a callejear por su casco histórico camuflando, como un turista más, el viaje de un hombre que regresa a los rincones de su niñez y adolescencia, se le antoja imposible. “Siendo realista, no creo que nunca pueda”, comenta mientras la añoranza se le esconde tras el humo de un cigarro con el que acompaña un café en un bar del área metropolitana de Sevilla desde donde se ofrecen espectaculares vistas de la capital hispalense, la ciudad de “elegantes” tradiciones, comenta, “admirado” de su Feria de Abril y su Semana Santa.

Su activismo durante su primera juventud en Palestina, y posteriormente en España con movimientos de apoyo a su pueblo, lo convierten en un riesgo que no se le pasa por la cabeza. “Me entristece mucho cuando sigo las noticias, cuando veo cómo los israelíes cargan sobre manifestaciones pacíficas y matan a la gente…”. Él no es un hombre religioso, pero respeta las creencias de los otros —sus hijos están bautizados por ejemplo— y no comparte ningún fanatismo, donde encuadra el sionismo que tanto dolor ha traído a los suyos. ¿Terminará siendo aplastada la lucha de los palestinos por uno de los ejércitos más potentes del mundo y la indiferencia del mundo a violaciones de derechos humanos y mandatos de la comunidad internacional que suenan a retórica? “Nunca”, asevera.

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