Bloke Malasaña, lo que quedó tras la okupación
- Eldiario.es/Andalucía conversa con una familia que ha habitado un edificio tomado en enero de 2014 y con los propietarios del inmueble, una pareja de trabajadores residente en Madrid.
Hace algo más de año y medio eldiario.es/Andalucía publicó la crónica de una okupación y un desalojo frustrado. Aquella era la historia de cómo un grupo de personas había tomado un edificio del barrio de La Trinidad de Málaga hasta entonces cerrado y cómo la policía no pudo desalojarlos aquella tarde.
Eran familias sin recursos, muchas de ellas con niños, y llamaron al edificio Bloke Malasaña por la calle en la que está. Explicaron que el inmueble era de una promotora, y luego anunciaron que a partir de ese día estaría abierto a colectivos sociales y a la ciudadanía y que realizarían actividades culturales. A primera hora de la mañana del pasado 6 de octubre la policía echó a los habitantes del Bloke Malasaña con una orden judicial. Una activista anti-desahucios resistió hasta que los bomberos derribaron la puerta.
Pude entrar en el edificio un par de semanas después de la okupación y también un par de horas después del desalojo. La convivencia se frustró a los pocos meses y el resultado es visible. Año y medio después de ser okupado, en el sótano hay un colchón y un par de carritos de bebé. Tiene las paredes y el techo cubierto por cientos de caracoles. Algunas puertas están rotas, las paredes sucias, hay cables arrancados y el ascensor está inutilizable. Huele mal. Hay ropa sucia, colchones, suciedad (latas, pan), comida para perros en la buhardilla y juguetes tirados por el suelo. También alguna mesa de estudio con una descolorida Enciclopedia de Málaga. Quienes ocuparon estas viviendas no recogieron sus pertenencias antes de ser desalojados.
A mediodía una de las parejas que había ocupado el edificio lo miraba desde fuera mientras uno de sus tres hijos daba patadas a un balón. A pocos metros, sentada sobre un escalón, Loli contaba por teléfono cómo había encontrado el lugar.
Loli es una administrativa de Madrid que junto a su marido informático, Gustavo, creó Dalogus Promociones, S.L., la sociedad propietaria del edificio. Asegura que la constituyeron por cuestiones relacionadas con la responsabilidad civil. Cuando terminó de hablar por teléfono, Loli se dirigió a José Manuel y María, la pareja que había vivido allí, y se produjo esta conversación entre ellos:
Loli: Yo soy la propietaria, no es ningún banco ni ningún particular rico. Mi marido nació en esa casa y la echó abajo porque se metía gente a vivir. Hemos levantado ese edificio pidiendo dinero al banco y cuando vamos a vender se mete la gente y ya no podemos vender. ¿Ahora quién le paga al banco, yo o ellos? Yo. Estoy hipotecada hasta aquí, ¿y encima ahora me tengo que gastar el dinero para limpiar esa casa y poder venderla? No son gente que necesitara una casa, es gente que le gusta vivir de los demás.
José Manuel: A mí no me gusta vivir de los demás…
L: ¿Tú has visto cómo estaba esa casa? ¡Nueva! ¿Y cómo está ahora?
J: Fueron dos personas, no nos eches la culpa a todos.
La propietaria: “Yo tengo una familia y me van a echar a la calle, porque no tengo dinero para pagar esto”
“Yo tengo una familia y me van a echar a la calle, porque no tengo dinero para pagar esto”L: Pero es que la dueña soy yo, y he trabajado para hacer esa casa. ¿Qué derecho tienes para meterte en mi propiedad?
J: Yo lo reconozco… Yo la entiendo.
L: Tú imagina que tus padres te dejan una casa, la levantas con todo tu sudor y se te meten en tu casa. ¿Y ahora qué haces?
J: Si yo no le estoy quitando la razón… Pensábamos que era de un banco.
L: Gustavo ha venido muchas veces aquí, los vecinos sabían perfectamente que el dueño no es un banco. La hija de puta del ayuntamiento que dijo que podíais meteros aquí, ya podía dejaros su casa. Ella sí que vive bien. La que hace dos años dijo esto es de unos ricachones que viven en Madrid…
J: Dijeron que un banco, luego una inmobiliaria, luego que los dueños habían fallecido…
L: Pues mira, la dueña va a fallecer porque no va a poder pagar… Yo tengo una familia y me van a echar a la calle, porque no tengo dinero para pagar esto y lo que pago en Madrid. Ahora soy yo la que se va a la calle, porque me habéis arruinado la vida, os creéis que… [En ese momento, Loli empieza a llorar].
J: Hombre, uno va a engañado y tampoco sabe. Se lo digo desde el corazón.
L: Pero si ocupas una casa, ¿por qué la tienes que destrozar? Si yo vivo en la calle y necesito un techo no voy a destruirlo.
María: Yo no la he destrozado. A mí me da vergüenza lo que han hecho. Hay algunos que meten la pata, y son peleas y peleas. A mi marido le han pegado. Y mira cómo estoy de los nervios. La que hacía las cosas del portal era yo, hasta que me harté. Porque una limpia y las demás echan mierda. Y dije, ya está bien, no limpio más.
L: Yo debo al banco 600.000 euros, dime cómo lo pago si no lo puedo vender. Porque para venderlo ahora tengo que gastarme otros 600.000 euros. ¿Y ahora qué hago? Porque yo soy de carne y hueso como tú, yo no tengo más nivel que tú, ni menos nivel que tú. ¿Pero quién os dijo que podíais vivir aquí?
J: A mí me llamaron…
L: O sea te cogen por la calle y te dicen ¿quieres vivir aquí y te metes?
M: Hombre, si te ves en la calle con tres hijos… Y te dicen que es del banco, sí.
L: ¿Pero tú has comprobado que es del banco? ¿Quién te lo dijo? ¿Con qué derecho te has metido en la casa?
M: No lo comprende, y es madre… Si eres madre te duelen los tuyos, y yo tengo tres niños chicos.
Uno de los okupas: “Yo no soy un delincuente ni ná, intento salir de esta puta mierda”
“Yo no soy un delincuente ni ná, intento salir de esta puta mierda”J: Yo te comprendo a ti, y tú no me comprendes a mí (…) Yo me alegro de que por fin se haya llevado usted la casa.
L: Si la casa ya no es mía, la casa es del banco, que me la ha robado a mí también porque no puedo venderlo, pero yo al banco le debo el dinero, que es lo que no entendéis. Esto era para yo quedarme una casa. Y yo ahora me he quedado sin la casa porque no la pude vender y no le he pagado al banco cuando le tenía que pagar, pero aun así el banco no me perdona la deuda. ¡Mira qué bien estoy yo!
En un momento de la conversación, José Manuel echa un brazo por encima de Loli, que está llorando. Con torpeza, intenta consolar a la propietaria de la casa que ha ocupado.
Más tarde, el hombre explica: “¿Dónde me voy? Si no tengo donde ir. Esperando que el ayuntamiento me dé una casa y no da una casa, cinco años esperando, y no dan nada. (…) Claro que lo entiendo, si yo también lo estoy pasando así. Y ahora estoy sufriendo el doble. Porque yo no soy un delincuente ni ná, intento salir de esta puta mierda. (…) Lo hemos pasado mal, pero mal, mal, mal. Me pegaron, y dije no voy a meterme en más nada. Tengo una ansiedad terrible”.
José Manuel y María no tienen casa donde vivir ni trabajos. Él trabajó como recepcionista de un hotel hasta 2011 y desde entonces, nada. Tiene la piel de los brazos comida por los sarpullidos, que dice que son del estrés.
Gustavo y Loli tienen trabajo y una deuda con el banco que no saben cómo pagar. Su plan era vender las viviendas y quedarse con una como segunda residencia. Decidieron construir en 2005, en plena burbuja inmobiliaria. El arquitecto diseñó el edificio (con forma de trapecio) al revés y la constructora también se retrasó. En 2011 nadie quería comprar esas casas. Cuando ya habían señalado fecha para la dación en pago el edificio fue ocupado, y el banco no quiso saber más.
“Si alguien tuvo mala suerte, fuimos nosotros”. El valor de tasación fue de 1.100.000 euros, pero Gustavo cree que hoy valdrá unos 300.000. Días después del desalojo, asegura que muchos de los okupas originales se han acercado a hablar con él y pedir disculpas. “Yo sé que ellos no querían hacer daño, pero nos han destrozado la vida. ¿Y ahora qué hago, les denuncio?”.
Mientras recogía los restos en bolsas de basura (saldrán ocho contenedores) Gustavo hizo este resumen: “Yo entiendo que hay mucho hijo de puta que se ha forrado, pero ¿nosotros? Si somos unos desgraciados y no tenemos ni para pagar al procurador…”. El puente lo pasó limpiando el edificio, que será tapiado por recomendación de la Policía. Otra vez vacío. Loli pretendía que su madre, ahora en una residencia, ocupara una de las viviendas. “Tú ponte en mi pellejo”, dijo antes de echarse a llorar otra vez.
“Yo tenía pensado vivir aquí”.