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Agricultura y alimentación saludable: el objetivo de “hambre cero”

Trabajador recolectando mecolotones
22 de enero de 2022 23:02 h

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Los productos agrícolas no solo destacan por su importancia como fuente de alimentación saludable, sino también por su carácter sostenible. En los últimos años, los efectos visibles del cambio climático están incrementando el debate sobre la importancia de potenciar aquellas fuentes generadoras de alimentos que presenten un carácter más sostenible, entendiendo como tal la cantidad de recursos naturales necesarios para su producción y disponibilidad para el consumidor.

Así, cada vez se está afianzando más la idea de promover un mayor consumo entre la población de aquellos alimentos que requieren de una menor cantidad de recursos para su elaboración, o lo que es lo mismo, producen una menor “huella” en el medio ambiente.

Es en este punto donde los productos vegetales en general, y los procedentes de la agricultura en particular, destacan como una fuente de alimentación sostenible muy a tener en cuenta a nivel global, dada la relativamente baja necesidad de recursos naturales necesarios para su producción.

Con esta afirmación no se pretende centrar la atención en el establecimiento de una diferenciación entre las distintas fuentes de alimentos en función de su carácter más o menos sostenible, sino únicamente destacar el importante papel de la agricultura como generadora de recursos alimenticios para una población mundial cada vez más numerosa, si atendemos a las previsiones realizadas en este sentido por diferentes organismos internacionales, entre los que destaca la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Reducir la pobreza, mejorar la salud y garantizar una nutrición equilibrada son objetivos urgentes que tienen a la agroindustria como protagonista.

El sector agrícola es uno de los sistemas productivos más potentes de nuestra economía, capaz de ofrecer soluciones a los grandes problemas que afectan a la humanidad. Reducir la pobreza, mejorar la salud y garantizar una nutrición equilibrada son objetivos urgentes que tienen a la agroindustria como protagonista.

Según proyecciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para 2050 la población mundial podría alcanzar los 9.700 millones de habitantes. Esta cifra obliga a redoblar esfuerzos de naciones, entidades gubernamentales y organizaciones – tanto del sector público como privado – para brindar soluciones creativas e innovadoras a los desafíos del futuro cercano.

La OMS explica que llevar una dieta equilibrada, variada y saludable depende de diferentes factores determinados por la edad, el sexo y los distintos hábitos personales, así como de la cantidad y la calidad del ejercicio físico que cada uno practique.

Las recomendaciones para adultos incluyen aportar a la dieta frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales; la OMS aclara que deben consumirse al menos 400 gramos de frutas y hortalizas al día.

Como vemos, estos productos, muy valiosos para que nuestro organismo se desarrolle y funcione de forma correcta, provienen de la tierra; son el resultado de una compleja cadena que empieza con buenas prácticas agrícolas y termina con la presentación de productos nutritivos en la mesa de los consumidores en todo el planeta. En un contexto de pandemia, como el que estamos viviendo, el rol de los productores adquiere un valor aún mayor, ya que son responsables de abastecernos con alimentos esenciales.

Del campo provienen los productos naturales que pueden corregir aquellas dietas poco equilibradas que conducen a la obesidad. Pero la actividad agropecuaria tiene, además, el inmenso desafío de ayudar a cubrir las necesidades alimentarias de una población mundial en constante crecimiento, que en muchos casos no tiene acceso a ciertos productos básicos (frutas, verduras y legumbres, entre otros).

De hecho, el segundo de los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS) se refiere a la necesidad de alcanzar el hambre cero para 2030, un esfuerzo que será posible si, entre otras cosas, el mundo agrícola logra conformar un sistema equilibrado y eficiente para producir alimentos de manera sostenible.

Sin duda, hay un sector que va a jugar un papel crucial en el futuro: la agricultura. Un sector primario que será clave, pero que ha sufrido mucho en las últimas décadas debido a la despoblación rural en favor de la concentración de habitantes en los espacios urbanos.

Y, además, no debemos olvidar que el sector agrícola ha sido uno de los que menos se ha resentido durante la crisis sanitaria al ser una de las actividades básicas que no dejaron de funcionar en el estado de alarma. Es más, hay que subrayar que el sector de la agricultura ha cerrado 2020, uno de los años más complicados del siglo, con un aumento del 4,9% del PIB, frente a los descensos generalizados del resto de sectores económicos.

La producción de alimentos no se entiende sin la variable de una mejora y optimización en la gestión de recursos tan importantes- y finitos- como el agua.

No obstante, la agricultura se va a enfrentar en los próximos años a retos muy complejos porque, de acuerdo con los (ODS) de la ONU, en 2030  el objetivo es alcanzar el nivel “hambre cero”.

Ante ello, y teniendo este objetivo en la agenda, no cabe duda de que los procesos actuales en la explotación agrícola deben transformarse ante la nueva realidad que viene y abrazar la innovación para ser más eficientes. La producción de alimentos no se entiende sin la variable de una mejora y optimización en la gestión de recursos tan importantes- y finitos- como el agua. Y esto no es un detalle baladí en absoluto porque, según las previsiones de la FAO, en 2050 las necesidades mundiales de agua para la agricultura habrán aumentado en un 50% a fin de satisfacer la creciente demanda de alimentos. Pero, además, también hay que señalar que en este momento los recursos mundiales de agua menguan debido a un uso indiscriminado, una mala gestión y al cambio climático.

Atajar este problema requiere de una mejora en la gestión del agua y de la tierra. De ahí el papel de las nuevas tecnologías aplicadas a la agricultura como, por ejemplo, sensores, geolocalización, drones, sistemas de riego inteligentes, optimizar el uso de fertilizantes, etc.

Para garantizar el abastecimiento de alimentos y la seguridad alimentaria en los próximos diez años es necesario que la agricultura continúe siendo una industria pujante, capaz de ayudar a cubrir en buena medida las necesidades nutricionales de comunidades de todo el mundo. Con el aporte de productos frescos y naturales, puede cumplirse el ambicioso objetivo de ofrecer a todos una alimentación completa, equilibrada y saludable. Las políticas de los gobiernos y la sociedad en general, han de valorar en su justa medida el papel que desempeña el sector agrario.

La generación de confianza y de certidumbre va a ser fundamental.

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