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Desjudicializar el carnaval
Ahora que Pedro Sánchez busca desjudicializar la política, no estaría de más que ocurriese lo mismo con esa delgada línea roja que define los límites del humor o de la ironía, por muy desafortunada que pueda resultar su expresión: el poeta Camilo de Ory se libró de un disgusto penal por unos tweets de dudoso gusto sobre el niño caído en un pozo de Málaga, pero el rapero Valtonyc, mantiene su condición de huido a Bélgica por un quítame allá unas letras supuestamente injuriosas de un cantable. En estos días, Willy Toledo ha vuelto a visitar los juzgados por no se sabe qué tropelía verbal, sobre la que el actor ha tenido que explicar, por enésima vez en estos casos, que no pretendía ofender a nadie. Si echamos la vista atrás, desde los rescoldos autoritarios que marcaron a Pilar Miró, Els Joglars o Xavier Vinader, hasta casos más recientes como el procesamiento a Javier Krahe por guisar a Jesucristo en la televisión de la movida a la condena judicial a un poema machista contra Irene Montero, tampoco cabe excluir el blindaje que la legislación brinda a la Casa Real y que se ha traducido en numerosas sentencias condenatorias que marcaron especialmente a publicaciones como El Jueves.
De seguir así, las fallas valencianas más temprano que tarde tendrán que sufrir censura previa y el carnaval tampoco habrá de salir bien parado de la persecución de las palabras o de las ideas, en estos tiempos de Torquemada 2.0.
Viene ocurriendo precisamente con el carnaval gaditano, ese territorio comanche, libertario ma non troppo, al que cada año le caen diversas amenazas de denuncia que, tatachintatachin, no suelen llegar a puerto alguno. Vamos por el buen camino: cuando hace unos días trascendió a través de las redes que la Asociación de Abogados Católicos, esos paladines del concilio de Trento, iba a querellarse contra la chirigota “Estamos de paso”, de Juan Luis Soto (más conocido como Cascana) la propia entidad se apresuró a desmentirlo alegando que era un fake. Nada extraño si se tiene en cuenta su escaso éxito judicial con la procesión del Coño Insumiso en Sevilla o con la demanda que hace dos años plantearon contra el Drag Sehtlas que apareció en escena ataviado con potencias virginales y atuendo religioso en el carnaval de Las Palmas. En uno y otro caso, de momento, los piadosos letrados han tenido que pagar las costas y no está el horno para bollos ni el cepillo para francachelas.
Ejecutados por chirigoteros
Ahora se trataría de desjudicializar las críticas carnavalescas, como en su día hubo que descriminalizar al carnaval en su conjunto. Durante la dictadura –qué tiempos tan cool, tan vintage, tan ultravox--, sufrió la prohibición y la censura, como documenta a la perfección Santiago Moreno, autor de la tesis 'El carnaval silenciado. Golpe de estado, guerra, dictadura y represión en el febrero gaditano (1936-1945)'. También la represión pura y dura se cebó con algunos de sus artífices como el célebre Cañamaque, aunque al menos salvó el pellejo; no así en cambio los chirigoteros José Mejías Mejías o Juan Ragel Jiménez, ejecutados por aquel régimen con tan poca gracia, por no hablar de los dos tiros que le descerrajaron unos falangistas en la plaza de Viudas a Guillermo Crespillo Lavié, que se atrevió en 1932 a sacar “El Frailazo y los tragabuches”. Como no daban abasto matando a carnavaleros, el peculiar fascismo español decidió cortar por lo sano y prohibir al carnaval en sí mismo, sustituyéndolo en el caso de Cádiz por unas edulcoradas fiestas típicas que llegaron a coronar a Carmencita Martínez de Bordiú.
Ahora, que todo es afortunadamente más light que durante el franquismo esperpéntico, mantenemos el pronto de interponer denuncia por injurias contra cualquier vecino que nos haya dado los buenos días de manera un tanto abrupta. Así que no cabe extrañeza por el hecho de que el club de los ofendiditos se cebe con el repertorio carnavalesco.
Chirigoteros y cofrades
La chirigota del Cascana no ha tenido que enfrentarse todavía a la justicia humana pero seguro que lo hará ante la divina, dado que la cofradía de la que formaba parte el chirigotero le puso de patitas en la calle por tomarse a mofa los símbolos que veneran esa y otras hermandades de Semana Santa: nada más católico que el eterno duelo entre don Carnal y doña Cuaresma.
En “Aquí estamos de paso”, entre mofas a los capillitas sevillanos que protagonizaron un vídeo viral la pasada Semana Santa, aparecen penitentes vestidos con los colores del Cádiz, señoras de mantilla y dos discapacitados en silla de ruedas, Miguel Ángel Suelo, Willy, y José David García, El Coñeta, conocidos militantes de esta chirigota inclusiva, ataviados como Jesucristo y la Virgen. Y es que Cristo no se ha levantado “muy católico” y si la Virgen de los Dolores pudiera hacer milagros, se los procuraría ella misma. Además, el Consejo Local de Hermandades y Cofradías de Cádiz y el secretariado diocesano lanzaron el pasado miércoles un comunicado en el que aseguran que respetan la libertad de expresión, lamentan que la burla se centre en la Pasión de Cristo, que conmemora el ajusticiamiento de un inocente, y condenan “la mofa realizada, dentro del carnaval, hacia los sentimientos religiosos de miles de gaditanos”. De momento, sin embargo, la desjudicialización del carnaval empieza a ser un hecho porque nadie parece haberles llevado todavía ante los tribunales.
En el historial carnavalesco, no han faltado parodias del panteón cristiano, como los cuartetos “Vaya cruz”, de Iván Romero, con el mismo Jesucristo al frente, o “Déjalo, bien lo sabe Dios”, las chirigotas “Dios dijo hermanos, pero no primos”, ‘Los tontos de capirote’, de Javier Osuna que llegó a motivar que un concejal del PP tratara de impedir, sin llegar a lograrlo, que siguiera en el concurso; ‘Paso de Cádiz’ e incluso ‘Dios dijo hermanos, pero no primos’, de Carapalo. El mítico Enrique Villegas fue uno de los primeros en llevar el tema religioso al carnaval, de la mano de la comparsa La Señora. Sin embargo, la misma suerte del Cascana la corrió Antonio Martínez Ares cuando su comparsa Los Miserables le dedicó un pasodoble a Juan Pablo II, que motivó que le expulsaran de la Pontificia Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores: una hermandad pontificia no podía aceptar que uno de sus hermanos criticar al Santo Pontífice.
“Déjese de tanta historia apostólica y romana./Creo en ese Cristo que murió en un ”maero“/y creo en su santa madre y que me perdone el cielo/a usted, yo no le creo”, decía el final de la letra, entre críticas al papel de la Iglesia frente al aborto y la opulencia de la jerarquía. Al año siguiente, tras su expulsión, llegó a replicar a quienes le expulsaron con otro pasodoble: “Dejo esta casa,/ que los golpes de pecho/ no son mi religión”.
De Andrea a Puigdemont
En 2018, no sólo los propagandistas del incienso amenazaron con una notificación judicial, también lo hicieron los abogados de Andrea Janeiro –hija del torero Jesulín de Ubrique, que fue un impresionante pregonero del carnaval, y de Belén Esteban—por tener la cara “de una papa nueva”. La chirigota sevillana “Una corrida en tu cara”, autora de tamaño insulto, escribió otra letra, llamándola guapa, de común acuerdo con sus abogados, ironizaban. Hasta el legendario juez Emilio Calatayud criticó en su día por mofarse de Kiko Rivera, “Paquirrín”, cuando era menor de edad: José Chamizo, entonces Defensor del Pueblo de Andalucía, medió y pidió cautela, aunque subrayó que “jamás las mofas o críticas en carnaval a menores han sido interpretadas como un escándalo o causa de daños”.
Dos años atrás, tampoco faltaron algunas entidades catalanistas que reclamaron tan irónica como inútilmente la intervención de la fiscalía por delitos de odio contra la chirigota chiclanera “La familia verdugo”, por simular la decapitación, entre otros, de Carles Puigdemont.
Hasta el Sindicato de la Policía Local de Cádiz llegó a denunciar a la chirigota del Taka por una ofensa que la justicia consideró digna de archivo, aunque el cajonazo en el concurso acompañó a la chirigota de Noly, Cárdenas y Peñalver, ‘Los bufones de Doña Teófila I y esperemos que última’. José Blas Fernández, concejal del PP, llegó a pedir la descalificación del concurso de la comparsa “El cerrojero”, de Nene Cheza, por hacer propaganda de una freidora en un raro cuplé con vitola de anuncio publicitario. En otro, en la siguiente fase, aseguraron que si la demanda prosperase, pagarían la multa con el dinero de la freidora.
Claro que para desjudicializar el carnaval, habría que acabar primeramente con el jurado del concurso que, en su día, sirvió precisamente para controlar el supuesto libertinaje de los chirigoteros. Pero, en este caso, decididamente, con la Iglesia hemos topado. Sin concurso no habría retransmisiones de televisión y la industria carnavalesca se resentiría, un revés que constituiría un pecado mortal para una ciudad que, más allá de la tradición y del libre pensamiento, encuentra en esta fiesta un balón de oxígeno para sus exiguas cifras de empleo.
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