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Andalucía, 25 años después de Carlos Cano (y II): un té verde por el Sáhara y un vinho verde por Portugal

Carlos Cano, tras una actuación, junto a Diego Cañamero

Juan José Téllez

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No había que ir al otro lado del Atlántico ni de cualquier frontera para que Carlos Cano abrazara cualquier causa justa. En Andalucía, se encontró con unos viejos rebeldes, los jornaleros, y con el Sindicato de Obreros del Campo, a cuyas reivindicaciones se sumó, de la mano de Diamantino García, aquel cura gigante, o de Diego Cañamero, o del ecopacifista Paco Casero, que llevó algunos ejemplares de “Crónicas granadinas” a Libia: “Tuve el placer, el honor de conocer a Carlos sobre mediado de los setenta, desde el primer momento se creó entre nosotros cariño, necesidad de compartir compromiso y amistad… que siempre la llevé de forma orgullosa, la fomentamos desde la cultura y la lucha jornalera por la dignidad de nuestra gente de pueblo, una posición como sociedad civil por considerar que era clave en la lucha por Andalucía”.

Con otro sacerdote, José Chamizo de la Rubia, que sería luego Defensor del Pueblo en Andalucía, le llevó al principiar los 90 a conocer a otras madres, no tan distintas de las de Plaza de Mayo. En esta ocasión, se trataba de las Madres de los Pañuelos Verdes, que también salían a las calles del Campo de Gibraltar para preguntar dónde estaban sus hijos, desaparecidos bajo otra dictadura, la de la heroína: “Recuerdo que yo había quedado con Carmen Romero, que entonces era diputada por Cádiz y quería conocerlas”, refiere Chamizo.

“Ella había coincidido con Carlos en un acto en Madrid y le pidió que le acompañara a saludarlas. Nos vimos en el aula prefabricada de un colegio. Las madres, luchadoras como pocas, se mostraron sorprendidas y agradecidas por la presencia de Carlos Cano, a quien todas admiraban. Él estaba profundamente emocionado, especialmente al oír algunas de sus historias y como vivían sus hijos, presos como consecuencia de sus drogodependencias. Y Carlos, indignado, exclamó: ”¡Carmen, esto no puede ser!“. Ella se comprometió a intervenir a través de instituciones penitenciarias por la situación de los presos adictos. Y lo hizo”.

Un vaso de té verde

Desde allí, en días de levante, se contempla a menudo la costa africana y Marruecos, a cuya ciudad de Marrakech dedicó una canción inspirada en Eva Sánchez, pero también cerró filas con la causa saharaui, como recuerda Fernando Pieraita, a partir de su respaldo a la Fundación Al Hayat: “La relación de Carlos Cano con el pueblo saharaui fue una manifestación de su compromiso con la justicia y los derechos humanos. A través de su música, sus acciones y su activismo, dejó un legado de solidaridad que continúa siendo recordado y celebrado”.

"Adquirió el cortijo La Rehoya, en la Alpujarra granadina, para acoger a menores saharauis afectados por la guerra, insistiendo en que no se trataba de un gesto de caridad, sino de una acción"

“En 1992, como presidente de la Fundación Al Hayat, adquirió el cortijo La Rehoya, en la Alpujarra granadina, para acoger a menores saharauis afectados por la guerra, insistiendo en que no se trataba de un gesto de caridad, sino de una acción ”por razones de vida, por la dignidad y los derechos humanos“. Apadrinó el primer Festival de Cultura y Artes Populares del Ministerio de Cultura saharaui y dedicó al Sáhara una de sus canciones más recordadas, Un vaso de té verde. Tras su fallecimiento en 2000, su compromiso fue reconocido en numerosos actos, como el homenaje póstumo celebrado durante la 27ª Conferencia Europea de Apoyo al Pueblo Saharaui en Sevilla (2001). Hoy, su voz y su mensaje resuenan en el desierto del Sáhara como símbolo de fraternidad, resistencia y esperanza”.

En efecto, el 19 de enero de 1996 Carlos Cano canta Un vaso de té verde, dedicado al pueblo saharaui, en «El programa de Carlos Herrera“, y en dicho programa el cantautor granadino les definió así: «Un pueblo de gente guapísima, que tienen mucha felicidad a pesar de la dureza de vida que llevan, los oyes hablar español y hablan andaluz todavía, una gente encantadora con los ojos como noche…»

«Un pueblo que habla de sueños, estrellas y esperanza, capaz de enhebrar una raíz en la arena y que salgan palmeras hermosísimas, de seres humanos, de felicidad, de búsqueda de sueños, de cariño, de que la gente te quiera y de amor a la tierra».

El pueblo saharaui ha rendido homenaje a Carlos Cano con la presencia de su hija Amaranta en la XIX edición de ARTifariti, el 28 de octubre de 2025 y en este homenaje el sabio y humanista Ahmed Fadel “El Rubio” recordó la importancia de escuchar las canciones de Carlos Cano durante los años de lucha en el frente, cuando los guerrilleros saharauis se encontraban haciendo guardia entre las operaciones militares contra el ejército marroquí.

"Que me llamaran en primavera para hacerle un homenaje en los campos de refugiados del Sáhara, es de las cosas más hermosas que he podido vivir", dice su hija Amaranta

“Su defensa de los derechos humanos, está supervigente”, afirma Amaranta Cano: “Que me llamaran en primavera para hacerle un homenaje en los campos de refugiados del Sáhara es de las cosas más hermosas que he podido vivir. Son regalos que me han dejado esa vigencia. En los campamentos, es superquerido, lo siguen escuchando en la radio, estuve con sabios, con poetas, que lo escuchaban cuando estaban en la guerrilla, todavía veinticinco años después. La Granada Abierta se la dimos este año a la Plataforma palestina. En nombre de su memoria, sigue habiendo una relación con los derechos humanos y con la solidaridad”.

María la Portuguesa y el vinho verde

Carlos Cano creía que el Fado era un tango a 45 revoluciones por minuto. Y que él, en gran medida, era un periodista con guitarra. Así que una noticia de prensa le llevó a María la Portuguesa, que llegó a grabar con Amalia Rodrigues, un himno al amor frente a la muerte y a los sueños contra todo tipo de fronteras.

Él volvería a cruzar otras veces el Guadiana, para frecuentar en Lisboa –también lo hizo en Lanzarote— a su vieja amiga Pilar del Río y a su esposo, José Saramago: “Jose y Carlos estuvieron juntos muchas veces tanto en Lanzarote como en Lisboa –asegura Pilar--. Una de las veces que vino a ver a Amalia y ella iba a cantar. No pudimos ir al recital porque José en aquel momento estaba malito. Pero Carlos estuvo en casa. Hablaron mucho de música. Una vez, en Lanzarote, se llevó discos de José, de música brasileña, africana y portuguesa. ´Te prometo que los traigo aquí y te los devuelvo. Nunca más supimos de ellos, ja, ja… Se llevaron bien Jose y él. Les gustaba pasear, aunque José le aclarase, respecto a la letra de María la Portuguesa, que en el sur no se toma vinho verde: ´No te dejes llevar por tópicos que la realidad puede ser más fantasiosa y mejor', le recomendaba”.

“También recuerdo una comida interminable”, recuerda Del Río: “Él hablando de Cuba, que iba a hacer un disco con niños, en la que ambos expresaban y veían la situación de Cuba y Latinoamérica, de Argentina, de España y de Portugal. Tuvieron muchas conversaciones políticas. José no tenía sensibilidad andalucista pero si sabía de la importancia de la pluralidad cultural. Leyeron poemas juntos. Recuerdo que hablamos de realizar un encuentro con Chico Buarque, al que él creo que no conocía. O un recital, mano a mano, entre Carlos Cano y Carlo do Carmo, pero no se pudo hacer. Se habló muchas veces. Esa fue una frustración de Jose, porque nos hubiera dado mucha felicidad a los oyentes. Ambos ya han muerto. La película Maria la Portuguesa está teniendo un éxito a los dos lados de la raya. Nosotros, como Fundación, colaboramos y queremos hacer un gran estreno en Lisboa”.

Pilar recuerda que cuando vivía en Sevilla, Carlos solía quedarse en casa de Diego de los Santos y ella, con Amparo Rubiales, así que coincidían con frecuencia: “Ahora, la familia de Carlos es mi familia”, comenta a propósito de que su hermano Ángel es la pareja de Amaranta Cano, que esta semana ha sido la maestra de ceremonias del homenaje que, en Granada, ha tributado a su padre la Fundación Miguel Ríos.

Amaranta Cano: "Es muy emocionante sentir a mi padre en esos abrazos"

A Amaranta le consta que “sigue vivo, que sigue siendo muy querido”. “Cuando la gente se entera de quien soy, me quieren abrazar y eso es muy emocionante, sentir a mi padre en esos abrazos. Es una persona muy querida, dentro y fuera de Andalucía. Cuando he estado trabajando sobre él a nivel musical, dentro del mundo de los cantantes, también es muy apreciado, aunque sean de estilos diferentes. Su memoria va a seguir viva mientras se escuche su música. Está traspasando generaciones. Ahí están versiones como Maria la Portuguesa de Dani Martín, que la escuchaba de niño en el coche de sus padres. O el trabajo de investigación de David López Frías, el periodista que siguió el rastro de María la Portuguesa. Desde el punto de vista institucional, hay muchas cosas por hacer y se está intentando. Hay que reivindicarlo. Seguimos en la lucha, en las trincheras”.

El recuerdo, como flor de habanera

Pablo Cano, el hijo de Carlos y de Eva Sánchez, ha decidido subirse a escena con una guitarra. Está a punto de salir su primer disco, Flor de habanera, en la que han colaborado un sinfín de creadores, desde Pasión Vega a Miguel Poveda. Cuando su padre murió, él apenas tenía 4 años: “He intentado reconstruir su recuerdo con familia o con amigos. Para que sean míos propios. Se me vienen a la memoria, viajes con él y con mi madre a Cádiz o a Granada, o jugando con él en la casa de Espartinas”.

Hace poco, un fan le desbloqueó otro recuerdo dormido, el de una prueba de sonido en un teatro de Barcelona, cuando ensayaba para la función del Diván del Tamarit. Pero el mayor cordón umbilical que le une a su padre es una carta que le dejó como legado: “La carta, para mí, es una conversación con él. Todo el mundo me hablaba del Carlo Cano artista, hombre comprometido, amigo. Del Carlos Cano padre no tenía nada. Para mi ha sido una conversación recurrente con él y esa carta me ha servido para encontrar respuestas a mis preguntas, una forma de guiarme a lo largo de la vida con sus consejos más allá de los que me daba mi madre y la familia”.

Pablo Cano: "Hace falta una voz autorizada pues desde que él se fue hay pocas o ninguna en Andalucía que ponga los puntos sobre las íes, que levante la voz si hace falta"

“Falta que se hable de mi padre, más homenajes, ya no solo como músico sino como hombre comprometido. Hace falta una voz autorizada pues desde que él se fue hay pocas o ninguna en Andalucía que ponga los puntos sobre las íes, que levante la voz si hace falta. Es un trabajo que se debería de hacer. Yo, en la medida de lo posible lo hago. Han pasado 25 años, hay mucha gente que lo tiene muy presente y me hace muy feliz. El trabajo debe ser mayor, por parte del pueblo y de las instituciones”.

En su primer disco, Flor de habanera, la sombra de su padre está presente, pero él intenta que esté, como le gustaría a Carlos, su propia luz: “El disco nace de la carta, de los referentes compartidos, de los amigos suyos que ahora son amigos míos, de la gente en común, de las raíces. Tenemos que agarrarnos a nuestras convicciones, ser buenas personas pero sin dejarnos ningunear, tener presente el andalucismo. Está marcado por su forma de ver la vida, de batallar y de luchar. Es una forma también de recordarle”.

“Soltaba chispas energéticas”

También Paloma Cano, con Amaranta, las dos hijas que tuvo con Alicia Sánchez, recientemente fallecida, intenta rememorar al padre, aunque ella pudo disfrutar de él hasta el umbral de los veintipocos: “Tengo recuerdos de mucha admiración por él, de ir por la calle, con él y ver como la gente se paraba, que los niños se sorprendieran al verlo, aunque no le conocieran. Tenía una potencia, en sí mismo, aunque no supieras quién era. Soltaba chispas energéticas alrededor, impresionaba mucho. Añoro esas conversaciones con él, estar con él, era un tipo increíble. Una persona excepcional, que se fue superjoven, con 54 años, y que no la pude disfrutar más. Era un ser único, la verdad. Se me caía la baba. Ese trato, esa mala follá maravillosa que tenía, ese amor con mala follá, ese humor negro, esa ironía”, comenta Paloma.

Sus recuerdos, así lo dicen, son como un jarrón japonés roto, al que arreglan las grietas con oro: “Algo siento así, hay recuerdos que se mete ese oro dentro y lo que antes pensaba ya no lo pienso de esa forma y en otras partes, hay más oro todavía”.

Para ella, el recuerdo de su padre va indisolublemente unido al de su madre, Alicia Sánchez, a la que define como “la aorta central de nuestras vidas, incluso la suya, que la salvó”.

“Todo el tema de los valores que nos han inculcado entre ambos, siguen en mi: la familia, el amor, cuando estaba tanto tiempo fuera, volvía a casa, daba igual el día o la hora, nos sacaban del colegio para estar juntos, para irnos a comer juntos, para compartir familia. Mi padre cocinaba maravillosamente bien. Cuando falleció, encontramos algunos platos en el congelador. Lo descongelamos o le ponemos un marco. Se descongeló, se comió y se hizo lo que se tenía que hacer. Ese arte suyo lo ponía en cualquier lado, en una guitarra o en una sartén”.

Recuerda cuando se encerraba a componer en su cuarto y cuando les ofrecía en primicia sus grabaciones: “Cuando nos puso la de Verigüel Fandango, yo me meaba de risa: ´Papá, ¿esto que es?, ¡Esa guitarra eléctrica… Cuando me dicen tu padre es un cantante de copla, yo digo: tú no sabes quien es mi padre. Trasciende a todo, al blues, al jazz, a la música marroquí, a las nubas, era un gran estudioso”.

Paloma Cano: "Es increíble que, antes, la gente de izquierda y derecha hablaban, se iban a comer juntos. Ahora, parece que van con la escopeta cargada, andan de por medio las fakes news, la mentira… A mi padre no le hubiera gustado nada todo esto"

Cuando murió, ella tenía 21 años y tuvo tiempo de acompañarle como vendedora de merchandising: “Tengo una espina clavada, la de no haber podido tener una conversación más adulta con él”.

“Mi padre, al igual que han dicho ahora de Robe, que se ha muerto el último filósofo y gran poeta de Extremadura. Mi padre fue el gran filósofo y gran poeta de Andalucía. Hablaba de una manera tan bonita, tan tierna, tan coherente, que era algo excepcional. Es increíble que, antes, la gente de izquierda y derecha hablaban, se iban a comer juntos. Ahora, parece que van con la escopeta cargada, andan de por medio las fakes news, la mentira… A mi padre no le hubiera gustado nada todo esto. Que en esa situación se pudiera conversar aunque discutieran, sin tanta agresividad ni odio como hoy en día, me admira. El no hubiera comprendido lo de hoy”.

Le lastima que Andalucía o que la Junta no difundan este tipo de personalidades: “Me parece increíble que en Andalucía los políticos de turno no reconozcan a sus figuras como lo son. Quizá en otros países serían la hostia, la leche. Esta tierra, así, nunca va a tirar ná palante.  Esa medalla a título póstumo, qué pena, ¿no? Esas medallas al trabajo, a nivel estatal, nacional, de lo que sea, que también se dan a título póstumo, no la tiene. Sigue siendo una persona muy olvidada”.

Ella sabe que nunca se va a estudiar a Carlos Cano en los colegios pero que, al menos, en Granada, la gente que compone temas sociales, las de Granada Abierta, Abril para Vivir o, ahora, la Fundación Miguel Ríos, si le recuerdan: “Hoy creo que echo de menos a un Carlos Cano en una entrevista de radio con ese acento andaluz suyo, reivindicando a Palestina, las causas justas, con su amigo Paco Casero, con Diego de los Santos, con gente que le quiso tanto… una entrevista tela de bonita en la que pudiéramos entrar hasta sus hijos para decirle ”Papá, qué orgullosos nos sentimos de ti, qué bien lo estás haciendo“.

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