Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar
La investidura de Felipe VI
Quizá Usía no lo sepa, Majestad, pero la investidura de Alberto Núñez Feijoo –sin acento en la o–, en parte, también es la suya. Y es que quizá acabara sufriendo, dispense la osadía, una moción de censura si no permite que, de fracasar la del presidente del Partido Popular, no aceptara que Pedro Sánchez, presidente del Gobierno aunque sea en funciones, presentase la propia.
Como las noticias tardan en llegar a La Zarzuela, quisiera confiarle que, a mis cortas entendederas de vasallo de su Corona, su reinado hasta ahora ha ido tropezando principalmente en Cataluña, a pesar de que su abuelo, don Juan de Estoril, don Juan sin tierra, ostentara el título de Conde de Barcelona.
Semanas atrás, aceptó por una costumbre no escrita y desconocida hasta entonces que un candidato a la presidencia del Gobierno pudiera postularse como tal a pesar de no tener sustanciados suficientes apoyos en nuestra Cámara Baja. Como si la Constitución que ha jurado convirtiera a este país en una democracia presidencialista en vez de parlamentaria.
Podría haberle sugerido a Alberto Núñez Feijoo un tiempo muerto para recabar respaldo a su favor, o que lo hiciera su oponente. Quizá nos hubiésemos granjeado que el líder conservador se hiciera querer por quienes deberían votarle, en vez de perder el tiempo convocando manifestaciones jacobinas. Curioso que, en ese aquelarre presidencial de este domingo, se gritara más en contra de lo que todavía no existe, la supuesta amnistía a los levantiscos soberanistas caledonios, que en apoyo de lo que tampoco parece posible, salvo error u omisión, milagro de Fátima o tangazo gordo, el retorno del Partido Popular a La Moncloa, que hasta el propio presidenciable da ya por despresidenciado.
Si Cataluña termina separándose nos costará más caro el pan tumaca, pero si la extrema derecha y la derecha extrema gobiernan todo ello dispararía la inflación del derecho a expresarnos; del derecho tan español a ser incluso españoles de mal, como yo mismo
Sería de esperar que si Feijoo no logra su propósito ni Felipe González, Alfonso Guerra, José Luis Corcuera o Nicolás Redondo (hijo), lograsen colarse en el hemiciclo disfrazados de diputados socialistas para votarles por el bien de la España de bien, no le concediera Usía la posibilidad de la revancha electoral.
Esto es, que por esa misma inveterada costumbre, aceptara que el felón Sánchez hiciera lo propio aunque no le llevara a consultas a Palacio el certificado digital de los apoyos de Junts, Esquerra, Bildu y esa España periférica a la que algunos caricaturizan como la de los bárbaros del norte a los que las legiones romanas y el barco de Piolín tendrían que someter antes de que se planten en el Ponto Euxino de la Carrera de San Jerónimo.
Este andaluz que le escribe, con las reverencias oportunas a que haya lugar, le tiene menos miedo a que los catalanes le roben la cartera que a que la ultraderecha le robe las libertades. ¿Con qué cinismo acepta que el apoyo de Vox al PP sea constitucional, cuando el partido de Abascal también pretende dinamitar la España de su restauración monárquica, la de las autonomías, la de la diversidad y la de inclusión? Si Cataluña termina separándose nos costará más caro el pan tumaca, pero si la extrema derecha y la derecha extrema gobiernan –eso se le olvida a la vieja guardia socialista– todo ello dispararía la inflación del derecho a expresarnos; del derecho tan español a ser incluso españoles de mal, como yo mismo; del derecho a tener memoria e incluso a luchar, con todas las armas democráticas posibles, contra el terrorismo machista; del derecho a que el Estado proteja a los más débiles y no a las fortunas más poderosas. Por ejemplo, verbi gratia.
O sea, se iría al traste esa España que hemos ido construyendo entre las veleidades cleptómanas de su padre, intentos de golpes de Estado tan inexplicables como inexplicados, cloacas de Interior, ordenadores amartillados y mascarillas millonarias. Y con ella, el equilibrio, a veces complicado, para evitar que siga cruzando errante por nuestros páramos la machadiana sombra de Caín.
Evite la tentación de instar al presidente en funciones a que convoque unas nuevas elecciones, sin antes permitirle llevar su nombre a esa máquina de la verdad que es el Parlamento
Acepte, aunque le cueste trabajo comprenderlo, que a muchos de sus súbditos nos dé más canguelo la manifestación del domingo en Madrid que los tuits –hoy se les llama equis, como el míster de los antiguos discursos de José María Aznar sobre su ahora amigo Felipe González– de un fugitivo de la justicia en Waterloo, otra batalla perdida.
Usía, aunque tal vez no lo imaginase, con la investidura de Feijoo ha abierto las puertas al transfuguismo, a una reedición del tamayazo quizá sin trincar, como pregonara El Beni de Cádiz. Pero lo mismo fracasa, a pesar de la presión mediática, del cacareo de los barones socialistas, de la opinión publicada en Madrid, que ya dejó hace mucho de ser el rompeolas de todas las España para convertirse en un cantón soberanista desde Esperanza Aguirre a Isabel Díaz Ayuso.
Don Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia, evite la tentación de instar al presidente en funciones a que convoque unas nuevas elecciones, sin antes permitirle llevar su nombre a esa máquina de la verdad que es el Parlamento. Quizá, sólo quizá, quien fuera a perder esos comicios fuera Usía. Al contrario que su ancestral Fernando VII, no le convendría –permítame un consejo de compatriota republicano– hacerle demasiado caso a este nuevo Manifiesto de los Persas. Majestad.
0