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Por mi puerta pasarás

En Aragón hay casi 18.000 plazas para ancianos en residencias geriátricas.

Lucrecia Hevia

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Una compañera de Jaén me contaba que su padre, siempre que le decía que estaba mayor o que no sabía alguna cosa “moderna”, le contestaba: “por mi puerta pasarás”. La frase me encantó entonces y me gusta ahora. Ahora que el planeta nos ha dado una bofetada de realidad para que no olvidemos que somos mortales.

8,9 millones de españoles son mayores de 65 años. Es una cifra significativa. Y todos ellos están ahora en la diana de un virus que ha decidido poner a prueba nuestra capacidad de resistencia, de resiliencia y de cooperación. También está poniendo a prueba la humanidad de nuestra sociedad. De momento, en el apartado mayores, no sacamos nota.

En estos días hemos visto cómo se abren las puertas de residencias de ancianos donde se descubren escenas dignas de películas de terror. La última en un pueblo de Granada, donde han encontrado diez muertos. Hemos visto los abucheos de un grupo de vecinos de la Línea ante la llegada de mayores enfermos de Alcalá del Valle. Ancianos que necesitan atención especial y aislamiento en muchos casos. Hemos leído que la pandemia ha dado alas en algunas zonas a los ladrones de pensionistas. Por si fuera poco.

Es verdad que no son todas las residencias un desastre, y que también hubo en La Línea quien al día siguiente les recibiese con palabras de ánimo, que ladrones los hay con y sin virus. Es verdad. Que hay vecinos ofreciéndose a ancianos solos para hacer la compra o para charlar un rato. Pero también es cierto que desde que se supo que el virus se cebaba, sobre todo, con los mayores, ha surgido una suerte de viejofobia. Comentarios en twitter donde se plantea la dicotomía entre “dejar hundirse la economía o que se mueran unos miles de viejos que ya no sirven”. O senadores americanos pidiendo el sacrificio (literal) de los mayores, por el bien de la economía; como en aquella película japonesa (La balada del Narayama) en la que al cumplir los 70 años un hombre del pueblo los subía a la montaña para dejarlos morir allí. No tengo palabras.

¿Nos estamos olvidando de los mayores? ¿Los estamos dejando fuera? ¿Los estamos catalogando como personal prescindible? Porque yo creo que estamos perdiendo. Su conocimiento, sus valiosos errores, sus aciertos, su punto de vista, su perspectiva. También, por qué no, nos hemos olvidado de sus pensiones, que han salvado familias durante la crisis, o de su tiempo, que ha ayudado a conciliar a tantas familias.

El cuentista Gianni Rodari asegura que la fantasía no es lo contrario de la realidad sino una puerta diferente para acceder a ella. Quizás en este caso no estamos mirando por la cerradura adecuada. Quizás nos falta imaginación y fantasía suficientes para recordar que todos, si tenemos suerte, seremos viejos. Que querremos atención, y cariño, y compañía y, sobre todo, respeto. Y que todos esos ancianos que estos días están siendo vapuleados por la indiferencia o el maltrato social deberían gritarnos con fuerza: “Por mi puerta pasarás”.

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