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Razones legítimas y desconfianza dañina de Podemos y Sumar

Yolanda Díaz e Ione Belarra en rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros.

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Con mi deseo de poder seguir debatiendo de política, cultura y vida en la gran librería sevillana Caótica hoy amenazada de desahucio por la voraz gentrificación que el Estado debe domar o no quedará librería independiente en el corazón de ninguna ciudad.

Tras meses anunciando el “proceso de escucha” de Yolanda Díaz, incluso tiempo después de saber que llamaría Sumar a su iniciativa, al fin, el viernes 8 de julio esta se presentó en un acto en Madrid ante 5.000 personas y al viernes siguiente, 15, se celebró el primer “acto de escucha” con veinte jóvenes expertos y activistas medioambientales (de nuevo en Madrid). Pero al tercer viernes, el 22 de julio, la ministra Ione Belarra destituyó a Enrique Santiago (del PCE y mano derecha de Díaz) para poner en su puesto de secretario de Estado de la Agenda 2030 a Lilith Verstrynge, secretaria de organización de Podemos. Y el lunes 8 de agosto, al mes exacto de la presentación de Sumar, Podemos anuncia que no se integrará en la suma, sino que negociará una coalición. El pulso está servido para inquietud de inscritos, afiliados, simpatizantes y potenciales votantes.

La gente de izquierdas aspira a contar con representantes bien avenidos. Bases y dirigentes abominan de las “sopas de siglas”. Cuando los desencuentros se evidencian, como pasó de forma cruda en vísperas de las elecciones andaluzas, no pocos nos llevamos las manos a la cabeza. No obstante, ¿es el tira y afloja injustificado? Veamos.

Una evidencia innegable es que Yolanda Díaz es la única candidata que, en la actualidad, puede liderar con opción de buen resultado un proyecto político de hondura progresista y con aspiración de gobierno que, por más que ella defienda con lucidez como “de amplio espectro”, “de mayorías”, tiene por base a una izquierda a la izquierda del PSOE.

Díaz, cuyo origen es de abogada laboralista miembro de IU y luego de la coalición gallega En marea, ha conseguido ser la candidata indiscutible por una visión, que ha llevado a la práctica en el Ministerio de Trabajo, de pragmatismo para aprobar medidas que mejoren las vidas de la gente (ERTES y reforma laboral) y transversalidad probada al llegar a acuerdos con sindicatos y también el empresariado.

El paso que, a partir de esa visión de ser “pragmática y transversal”, está queriendo dar al constituir la ¿plataforma? ¿movimiento? ¿coalición? “o como leches se termine de llamar” (según expresión de Pablo Iglesias en el Ágora de Hora 25) atrae y despierta simpatías porque vuelve a esencias del 15M con su discurso de “la gente” por encima de “visiones partidistas” y apela a “un sentido del bien común” sobre “rígidas y abstractas ideologías”. Sumar quiere coger el testigo de la indignación de 2011 de la que surgió Podemos cuanto este defendía que “izquierda y derecha” eran categorías obsoletas y el nuevo paradigma era el de “los de abajo frente a la casta de arriba”.

Sanchificación de Podemos, quijotización de IU

Ahora asistimos a un fenómeno curioso: Podemos que hizo bandera de la transversalidad y los círculos (Belarra, Verstrynge, Irene Montero y, en su rol de electrón libre, Pablo Iglesias) defiende la importancia de “la marca” y “los miembros” del partido mientras quienes como Yolanda Díaz, Alberto Garzón o Enrique Santiago vienen de IU y el PCE (con su tradición de partido ortodoxo) insisten en que “hay que superar el marco partido”. Como en la segunda parte de El Quijote, los dos protagonistas de la historia parecen intercambiar personalidad.

De fondo, pero sin necesitar rascar mucho, el recelo de Podemos viene de que en ese Sumar que impulsa Yolanda Díaz brilla mucho, más que Podemos, la gente de Izquierda Unida y del Partido Comunista. Y una cosa sí es cierta, desde la Transición hasta 2010 la fórmula IU había llegado a un punto en que representaba justo lo que Díaz ahora llama “la esquinita de izquierda, pequeña y marginal” y no contemplaba ni como sueño la opción de conformar un gobierno y poder cambiar de verdad, en lo concreto, la realidad.

En Podemos se ve con alarma que Yolanda Díaz cuenta más con compañeros de IU y PCE cuando es Podemos quien ha logrado ser fuerza de gobierno con el PSOE. Por eso reclaman que “la escucha” y “la suma” empiece contando con “los de dentro”.

Recuerdo charlas con miembros andaluces de IU deslumbrados por la victoria del Movimiento 5 Estrellas en las elecciones italianas de octubre de 2013 a los que cuando se les apuntaba que IU estaba muy alejada del perfil de sus potenciales votantes, que IU era un reducto de convencidos, demasiado masculino y poco urbano, miraban atónitos y bajaban los brazos. Fue tres meses antes de enero de 2014 cuando se fundó Podemos, seis antes del mayo 2014 en que Podemos irrumpió en el tablero con sus cinco eurodiputados. Si tras muchas desventuras y lucha, en 2018 se llegó al primer gobierno de coalición progresista de España con ministras como Yolanda Díaz es gracias a Podemos y es de ley reconocerlo.

Cargos intermedios de Podemos revelan hoy temor a que sus compañeros de IU y PCE con más tablas en política, ahora que se gesta Sumar, vayan a acaparar y/o estropear lo que el impulso de Podemos ha conquistado. Nadie discute el liderazgo de Díaz. Pero sí se le demanda que “empiece a Sumar con los de dentro” y lleve a la práctica, en la negociación interna, esa capacidad de diálogo de la que ella siempre hace gala, tanto cuando se trata de pactar con agentes sociales, como con la mitad socialista del gobierno o, en este momento, con la sociedad civil. “¿Por qué el proceso de escucha no incluye escuchar a los compañeros?”, se preguntan.

¿Quién no escucha ni responde a quién?

Voces de uno y otro lado ponen de ejemplo, para justificar sus recelos, la pésima negociación de la lista en Andalucía este junio de 2022. Las tres marcas más potentes de la coalición eran Podemos, IU y Más País (los pequeños eran Equo, Iniciativa del Pueblo Andaluz y Alianza Verde Andalucía). El tira y afloja sobre las listas llegó tan hasta el límite para inscribir candidaturas que la inclusión de Podemos y AVA entró fuera de plazo con las consecuencias legales, de financiación y de imagen de disputa que eso llevó aparejado. Entre ese fiasco y la pelea previa con la ex líder de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez, al frente ya de un partido propio (Adelante Andalucía), el resultado fue pasar de 17 diputados a 5+2.

En Podemos se desvinculan del fiasco porque la lista andaluza la encabezó Inmaculada Nieto, de IU y apuesta personal de Yolanda Díaz frente al candidato Juan Antonio Delgado al que quería Podemos. En IU dicen que Podemos mandó tarde su visto bueno al pacto y así se arrancó mal desde el principio. Igual que entonces, ahora, unos y otros señalan la disposición propia para negociar y el ninguneo y palos en la rueda del otro.

Teniendo los dos sectores en liza motivos de disgusto y desconfianza, airearlos en vez de solventarlos juntos, los agrava y espanta a los potenciales votantes de Sumar y a cualquier posible fichaje de la sociedad civil que no querrá así hacer política.

Alguna autocrítica deberá hacer Podemos si echa la vista atrás y recuerda a quienes se desvincularon o fundaron proyectos nuevos: Luis Alegre, Carolina Bescansa, Íñigo Errejón, Xavi Domènech, Teresa Rodríguez, Sergio Pascual, Noelia Vera, Miguel Urbán y tras ellos tantos responsables, trabajadores y simpatizantes.

Yolanda Díaz, reconociéndole el mérito de recuperar para la suma a algunos de esos alejados, ¿no ve aspectos que urge mejorar? Porque históricos de IU que le tienen la mayor simpatía sí están preocupados por la enorme dependencia de Sumar de una sola persona, aunque sea ella (con su denostación de los partidos y su cántico a funcionar sin estructura). Y un analista como Sergio del Molino en esta columna reciente, donde daba prueba de no sentir afinidad con Díaz, hacía sin embargo objeciones que no eran ninguna tontería como que escudarse en “el proceso de escucha” para retrasar asumir ya el liderazgo evita mancharse con fracasos autonómicos o municipales y preserva el aura de “joven promesa”, pero ni es de recibo a un año vista de las próximas generales ni muy probablemente acertado para lograr buenos resultados.

Desde mi perspectiva, no es que uno de los dos sectores en liza tenga razón frente al otro, sino que teniendo ambos motivos justificados de disgusto y recelo, airearlos en lugar de abordarlos juntos en serio, por un lado no los resuelve, al contrario, los empeora y por otro, aleja a la ciudadanía de la propuesta de Sumar. Aleja a la gente sencilla y trabajadora que será llamada a votar en las elecciones municipales y generales de mayo y diciembre de 2023 y, por supuesto, también espanta a quienes se aspire a incorporar como fichajes de la sociedad civil que en buena lógica no se embarcarán en ningún proyecto si alrededor castañetean dientes de pirañas.

Desencuentros ha habido, hay y habrá en todos los partidos. La cuestión, para durar y ganar, está en lograr gestionarlos.

Teniendo en cuenta además que, mientras, las vecinas y vecinos de tantos bloques y casas, en grandes capitales, ciudades de provincias, pueblos y aldeas no están a esto, sino afrontando retos como la lucha de siete barrios obreros del cuarto municipio por población de España, Sevilla, contra los continuos cortes eléctricos de Endesa que, en plena ola de calor, deja a quienes pagan con tanto esfuerzo sus facturas, sin aire acondicionado, sin ventilador, nevera ni cocina. Familias, niños, ancianos y enfermos conectados a respiradores que se asfixian y necesitan ya la acción valiente de quien, desde el ejecutivo, planta cara a las energéticas como acaba de probar la labor en el gobierno de coalición con la creación de impuestos a sus beneficios abusivos.

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