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Día 42 en estado de alarma: la noche del Pescaito, la Feria va por dentro

Los sevillanos, que se han quedado sin Feria este año, se han dedicado a 'ferializar' sus casas y sus balcones.

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Soy sumamente indulgente conmigo, y es que busco cualquier excusa para darme un homenaje. Si son buenas noticias, pues una cervecita para celebrarlo, y si son malas, pues habrá que mojar las penas. En estos días de confinamiento la indulgencia es plenaria. Todos bajamos nuestras exigencias, “ya que estamos enclaustrados, por lo menos vamos a disfrutar un poquito, no va a ser todo penar”.

Es la máxima que escuchas en cualquier sitio  estos días. Y es que llevamos un Séneca dentro, que para algo somos andaluces. Así, aunque son muchas las noches que he faltado a la cena del alumbrado o al pescaíto, como quieran ustedes llamarlo, esta noche ha sido la excusa perfecta para darme un homenaje de categoría.

El pasado jueves fui a la plaza de las Palmeritas al puesto de Eva, mi pescadera de confianza, a comprar el género para la noche del alumbrado en confinamiento, y estaba el mercado hasta las manillas. “¿El 28?”. “¡Aquí!. Ponme una cajita de gambas, cuarto y mitad de boquerones y un poquito de cazón, que lo vamos a poner en adobo. Ya que no vamos a gastar esta feria, nos vamos a dar un caprichito”, comenta la señora que va delante de mi.

Porque nos hemos tenido que quedar en casa, pero pero no por ello sin fiesta.

Don Francisco Carrasco, la persona más feriante que conozco, que lleva más de 45 años abriendo y cerrando la Feria, me dice todos los años en su caseta, con una copa de manzanilla en una mano y un platito de jamón en la  otra: “Luis, vamos a echar otra copita, total para 98 años que vamos a vivir”. ¡Pues eso! (La ventana de Luis)

¡Sayonara, boquerones!

Hace una semana me dio un ramalazo intensito y, al borde de las lágrimas, le solté a Irene, mi sufridora: “Te lo pido por favor, no menciones la Feria, ni El Pescaito, ni el Alumbrao en los próximos días. Me da una pena horrorosa”. Sí, estaba en pleno bajón de domingo de cuarentena. 

Mi suegra, que ha regresado de su corona-convalecencia con fuerzas renovadas, me ha mandado ya diez mil ofertas de manzanilla (¡Te la llevan a casa, Ale!), nos ha invitado a celebrarlo en su terraza (¡Está prohibido, suegra!) y me ha contado ya mil veces que ella va a celebrar el pescaito con farolillos, rebujito y sevillanas a tutiplén.

Qué queréis que os diga, yo paso de sucedáneos… celebrar la Feria solitos en casa es peor que hacerlo en Cataluña o Laponia. Así que puestos a ser originales… ni acedías, ni Cantores del Hispalís, ni trajes de cortos. Aquí nos vamos a poner Scream y mientras el espantajo asesino derrama hemoglobina por doquier, nos vamos a zampar un tataki de atún al estilo Luis Serrano. ¡Sayonara, boquerones! (La ventana de Alejandro)

Sin farolillos

En mi calle nadie ha puesto farolillos en los balcones, ni ha salido a tirar la basura vestido de corto, ni huele a pescaíto frito, ni se ha tirado albero por la acera. Mis vecinos han puesto a las ocho el ‘Resistiré’, no ‘Ya huele a feria’, no han asaltado el supermercado en busca de rebujito ni han comprado jamón “deshuesao” por toneladas para subir una foto a Instagram.

Sí, mis vecinos no han colgado una portada de feria en su balcón, no te llaman para tomarte un vino fino en la distancia y no ponen sevillanas irreproducibles en su patio como si no hubiese un mañana.

Sí, vivo en una calle normal. Qué gusto. (La ventana de Fermín)

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