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Opinión - El problema de los tres gorros. Por Elisa Beni

Granada a José Antonio

Estatua en honor a Primo de Rivera, fundador  de la Falange, en Granada.

Luis Muñoz

Como flamante propietario de parte de las autopistas deficitarias, al igual que lo soy de parte de las cajas hundidas, me van a perdonar los alcaldes capitalinos del PP, pero la alegría que me invade tengo que compartirla y con nadie mejor que con ellos, sobre todo con el de Granada, ciudad donde habita la peor burguesía de España, en opinión de don Federico García Lorca, que así acabó el hombre, fusilado en una cuneta junto a un maestro cojo y dos banderilleros, que ya saben lo peligrosos que son los maestros, los poetas y los banderilleros.

Dirán ustedes a qué cuento viene mezclar a los alcaldes con el rescate de faraónicos negocios ruinosos y la Ley de Memoria Democrática recién aprobada por la Junta de Andalucía. Pues tienen mucho que ver, que si tuviéramos la neurona en su sitio nos acordaríamos de aquella Cruzada sanguinaria y vengativa que acabó con nuestra incipiente e imperfecta democracia para mayor lustre de la patria, que en el fondo no es más que el conjunto de banqueros, empresarios, obispos y aristócratas y algunos de sus más fieles lacayos, como notarios y registradores de la propiedad (verbigracia, Rajoy), que casualmente son todos del PP.

Y son precisamente los alcaldes populares (del PP, no del pueblo) la punta de lanza usada por los patriotas para impedir que el populacho ignorante nos acordemos de las barbaridades que ocurrieron en aquellos nefastos años en los que a decenas de miles de criaturitas les dieron café en las cunetas de toda Andalucía, si empleamos el argot utilizado por los falangistas.

Es por ello que los alcaldes del PP se empeñan en incumplir la Ley de Memoria Histórica, dejando en nuestras calles los monumentos al fascismo, con el objetivo, disimulado, de que recordemos lo que les pasa a quienes se oponen a sus designios. Es el caso del alcalde de Córdoba, José Nieto, que ha asegurado que quitará la cruz de los Caídos (por Dios y por España), que él siempre cumple la ley, aunque sea tonta. En cuanto a la fecha concreta de la retirada, por los antecedentes podemos asegurar que será momentos antes de que un juez de la Sala Vaticana del TSJA lo diga o de que san Juan baje el dedo, lo que antes pase.

O el alcalde de Jaén, Fernández de Moya, empeñado en quitar el nombre a la Plaza de la Libertad o en dedicar una calle a Policía Nacional, que es una concesión de su parte, que bien podría haberla llamado de la Policía Armada.

Valor artístico

Pero el caso más sangrante lo tenemos en la céntrica y recoleta Plaza de Bibataubín, en Granada, donde el alcalde, José Torres Hurtado, está empeñado en conservar la estatua en honor a Primo de Rivera, fundador de la Falange, ya que la obra ‘Granada a José Antonio’ es de “enorme valor artístico”, como bien pueden apreciar en la fotografía. En esta mini cruzada el alcalde está apoyado (y teledirigido) por Sebastián Pérez, concejal de Presidencia, presidente de la Diputación y senador (además de otra media docena de cargos), que está el hombre tan estresado que ha tenido que contratar a 40 personas para que le aconsejen. Sebastián y los 40 asesores.

Pues bien, convendría recordar a todos estos personajes que la democracia no es sólo gobernar por voluntad popular (el gobierno del pueblo), sino hacerlo para favorecer a todos (el gobierno por el pueblo y para el pueblo) y no sólo a las grandes empresas, a los banqueros, a los terratenientes, a los curas y a otras gentes de buen vivir, que forman la Patria como unidad de destino en lo universal. Fascismo, dicho de otra manera. Y como en este momento es muy difícil que nos den café, aprovechan para quitarnos el pan comprando bancos y autopistas. Eso sí, porras no nos van a faltar.

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