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Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

24 horas de furia del PP con Ciudadanos: “Esto os costará las elecciones”

Juan Marín, portavoz de Cs, conversa con el presidente del PP-A, Juanma Moreno.

Daniel Cela

24 horas antes de la sesión de control al Gobierno de Susana Díaz, el presidente del PP andaluz, Juan Manuel Moreno, se encontró con el presidente de Ciudadanos, Juan Marín, en el patio desierto del Parlamento. No es habitual ver a los líderes políticos sin la cohorte que les rodea por los pasillos de la Cámara legislativa. Sin asesores, sin diputados, sin nadie alrededor, excepto tres periodistas que vieron la escena de reojo desde cierta distancia.

Moreno se inclinaba hacia Marín con agitación, moviendo los brazos y apuntando con el dedo índice hacia arriba, con rictus de profesor. Su interlocutor le escuchaba sereno, con aire descreído. El presidente popular se mostraba insistente, con el ceño fruncido, y trataba de prolongar la charla, pero Marín ya había empezado a dar pasos hacia atrás, alejándose poco a poco, obligando a Moreno a ir levantando la voz para perseguirle. “Esto os costará las elecciones. Te vas a dar cuenta de que es así, si no el tiempo”, fue lo último que logró decirle a un Marín ya en retirada. “Pues yo no lo creo”, replicó el diputado naranja, y desapareció pasillo abajo.

El encuentro duró apenas cuatro minutos y se zanjó de manera brusca y misteriosa: ¿Esto os costará las elecciones? ¿Qué tropiezo de tal calibre puede haber cometido la fuerza política que cabalga ahora sobre todas las encuestas de intención de votos? Ciudadanos tiene ocho diputados en el Parlamento, obtuvo un 9% de votos en las elecciones de 2015, pero las encuestas más optimistas que manejan les otorgan el 27% del escrutinio, un punto por encima del PP. Es la formación que más simpatías recaba entre los electores, según el sondeo Egopa, más incluso que el PSOE andaluz. Todo ese crecimiento proviene mayoritariamente de un PP en retroceso, desgastado y que afronta el vértigo de dejar de ser la referencia para el votante conservador.

La “bronca” del líder popular a Juan Marín venía del debate que acaba de tener lugar en el salón plenario del Parlamento. Los populares habían presentado una proposición de ley para reformar el Consejo Consultivo, que fue tumbada por los votos de PSOE y Cs, socios de investidura. El Consultivo es un órgano de contrapeso al Gobierno andaluz, envuelto en cierta polémica porque la renovación de la mitad de sus miembros fue recientemente aprobada de forma unilateral y sin consenso por Susana Díaz, quedando fuera los consejeros nombrados a propuesta del PP. Los naranjas rechazaron la iniciativa de los populares, porque abogan por eliminar este órgano -como han pactado con ellos en el Gobierno de Madrid-, pero sentó especialmente mal al líder popular. Al término de la votación, Moreno siguió los pasos de Marín hasta fuera del hemiciclo: “Yo le veo muy cabreado con mi formación y conmigo”, asegura el portavoz naranja. El “cabreo” del PP con Cs por un tema aparentemente menor es un síntoma claro de la histeria que viven los populares por el avance progresivo de sus adversarios en el espacio del voto conservador.

El breve encuentro entre Moreno y Marín dejó una escena tensa que se prolongaría hasta el día siguiente, cuando el líder popular aprovechó su turno de réplica a la presidenta andaluza para arremeter duramente contra el portavoz de Ciudadanos. “Me llama la atención que viene aquí a competir con quien luego pretende sumar”, le respondería Díaz a Moreno.

“Preocupación” en las filas

El jueves no fue una jornada fácil para el PP andaluz. Los populares llevaban al Parlamento una ristra de preguntas sobre corrupción para el Gobierno de Susana Díaz -incluida varias referencias en la interpelación de Moreno a la presidenta- y se estrellaron contra el muro de la Gürtel. La sentencia que condenaba al PP como beneficiario “a título lucrativo” de la trama de corrupción que ha salpicado a un Gobierno desarmó la estrategia de oposición de los populares. Moreno viró el golpe y, en vez de acosar a Díaz con “la tarjeta black” que un ex alto cargo de la Junta usó en un club de alterne hace años, centró sus ataques en Ciudadanos. “Le tiendo la mano para negociar los próximos Presupuestos Autonómicos, pero no le daré un cheque en blanco, para eso ya tiene a su socio de Gobierno”, dijo.

Susana Díaz se acomodó en su escaño con vistas preferentes al duelo entre el dirigente de un partido conservador que, de repente, atiza al portavoz de una formación liberal, siendo la unión de ambos la mayor amenaza para el PSOE en las próximas elecciones autonómicas. “Ya veo la poca influencia que ha tenido Ciudadanos en esta legislatura si después de tres años está proponiendo ahora la creación de un grupo de trabajo para un pacto educativo”, continuó Moreno. La presidenta reaccionó en la primera réplica y afeó al líder de la oposición que intentase “controlar a otra fuerza parlamentaria como Ciudadanos en lugar de ejercer el control al Gobierno”.

¿Por qué se dirige a él cuando le toca pedirme cuentas a mí?, parecía exigir Díaz. Pero así estaba pensada la intervención. Moreno terminó su turno anunciando una proposición de ley que lleva la firma de Ciudadanos: una bajada del 1,5% del tramo autonómico del IRPF en los presupuestos del próximo año -para los que aún faltan siete meses-. Los ocho diputados de la bancada naranja se agitaron en sus sillas, entre la sorpresa y la indignación por ver cómo el presidente del PP “hacía suyo uno de los puntos del acuerdo de investidura” que firmó Ciudadanos con el PSOE a principios del mandato. “¿Pero si el PP ha votado en contra de los tres presupuestos que hemos aprobado esta legislatura, y en los tres había una rebaja progresiva del IRPF?”, decía Marín.

En el PP andaluz hay “preocupación” por el avance de Ciudadanos a costa de su espacio político. “Nos lo dicen los empresarios, los autónomos, incluso los portavoces de la escuela concertada cuando hablamos con ellos, nos lo dice la gente de la que proviene nuestro electorado”, avisa un veterano diputado popular. El principal partido de la oposición en Andalucía, 36 años intentando sin éxito desbancar al todopoderoso PSOE del Gobierno autonómico, ha vivido una legislatura más larga de la esperada. Moreno pensaba que las primarias socialistas se llevarían a Susana Díaz a Madrid -si no hubiera sido derrotada ostentosamente por Pedro Sánchez- dejando un margen de incertidumbre en la Junta beneficioso para su partido. No fue así. El resto del tiempo ha contemplado cómo el pacto de investidura PSOE-Cs funcionaba como un sólido acuerdo de Gobierno, permitía aprobar tres presupuestos autonómicos y no ha desgastado a la formación liberal por sostener a los socialistas. Al contrario. Los sondeos les son propicios.

Este escenario ha hecho vacilar al PP de Juanma Moreno. Unos días corteja a Ciudadanos y juega a la aritmética electoral, vaticinando un resultado en el que ambas fuerzas sumarán para desbancar al PSOE. Otros días, en cambio, percibe la sintonía entre Marín y Susana Díaz -su amistad con el vicepresidente Manuel Jiménez Barrios, gaditano como él- y el líder popular cambia los cantos de sirena por un discurso hostil. “Ustedes son la muleta de Díaz que prolongarán al PSOE en el Gobierno andaluz hasta los 40 años”, dicen. La formación naranja no se cierra ninguna puerta, puede pactar con los socialistas y con los populares, pero hoy por hoy la aritmética y la realidad política les apega más a los primeros. “La elección de Juan Marín como candidato a las andaluzas es la señal más clara de que se está pensando en volver a pactar con el PSOE. Es quien mejor se entiende con los socialistas”, dice un dirigente nacional de Ciudadanos.

De nuevo la corrupción

Los populares parecían haber encontrado una fructífera fórmula para saltar la línea maginot que protege a la Junta de Andalucía: de nuevo la corrupción. Funcionó hasta donde pudo en 2012, cuando el PP ganó por primera vez unas elecciones andaluzas aupados en el escándalo de los ERE (Juan Ignacio Zoido, hoy ministro de Interior, y Antonio Sanz, hoy delegado del Gobierno en Andalucía, personados en la causa en nombre del PP). El nuevo vehículo es una investigación de la Guardia Civil en torno a la Faffe, la extinta empresa pública de la Consejería de Empleo, salpicada también por el caso ERE. La Benemérita investiga los pagos que se hicieron en un club de alterne de Sevilla con una tarjeta de crédito de un ex alto directivo de la Faffe. Con estos mimbres, el PP ha logrado subir a los titulares de prensa las palabras: “Junta de Andalucía”, “tarjetas black” y “prostitutas”. La Junta está preocupada, porque sabe que el “marco mental” funciona en la calle: El mismo Gobierno salpicado por el caso ERE, por el uso fraudulento del dinero de los parados, que incluso se usó para comprar cocaína al chófer del ex director general de Trabajo, Francisco Javier Guerrero, pieza clave del caso ERE. “Buscan otro Guerrero”, dicen en el Gobierno.

El jueves a media mañana estalló la sentencia de la Gürtel, que condenaba al PP como beneficiario “a título lucrativo” de la mayor trama de corrupción que ha conocido el país. El fallo de la Audiencia Nacional considera un hecho probado la existencia de una caja B en la contabilidad del Partido Popular desde 1989 hasta 2008, incluyendo ya el periodo en el que el presidente Rajoy estaba en la sala de mandos del partido. La sentencia neutralizó la estrategia de oposición de Juanma Moreno en la sesión de control del jueves, en la que volcó su cabreo con Ciudadanos. Minutos después volvió a activarla su número dos. “El caso Faffe es el caso ERE dos”, dijo. Es un clavo ardiendo y no pueden permitirse soltarlo.

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