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“O corro o me quemo”: cinco días y tres incendios en un poblado de migrantes temporeros en Huelva

Los bomberos trabajan en el incendio del viernes 17 de julio en Lepe.

Fermín Cabanillas

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“Yo también quiero una casa gratis”. “Yo no, quiero pagarla”. Ahmed, un joven senegalés que afirma tener 26 años, intenta no enfadarse cuando una mujer que puede ser su abuela le recrimina que se manifestase este viernes ante el Ayuntamiento de Lepe para pedir ayuda para contar con una vivienda. Ha intentado por todos los medios, como el resto de sus compañeros, que cale en la sociedad lepera el mensaje que quieren transmitir, que pasa por seguir viviendo en el pueblo donde ocupan chabolas hace años ocupando casas por las que paguen un alquiler, pero asegura que “no hay forma”.

Este sábado, junto a algunos más, ha caído casi por inercia en las puertas del Ayuntamiento de nuevo. Asegura que ha dormido “bajo techo” después de perder su chabola el viernes en cuestión de segundos, pero no dice dónde. Entre líneas, parece claro que es una de las personas que se guarece de la lluvia en invierno y el calor en verano en las tripas del albergue de transeúntes que nunca se terminó de construir en Lepe, pero que tiene la estructura suficiente como para tener un techo encima de noche. A la obra le faltó financiación hace años, y cuando una ONG local quiso retomarla se dio cuenta de que era imposible.

“O corro o me quemo”

Ahmed lleva todo el día viendo redes sociales en su teléfono: “Mira, otro que dice que hemos quemado las chabolas para decir que así nos dan papeles a los que no tenemos. Y tuve que salir corriendo o me quemaba”.

Como él, en Lepe hay unas 150 personas que se han quedado sin nada en pocos días. Se unen a las 50 aproximadamente que sufrieron lo mismo en la localidad también onubense de San Juan del Puerto. Los días 12, 13 y 17 de junio las chabolas de los campamentos ardieron en minutos, en lo que ya es una larga lista de sucesos de este tipo en una provincia en la que población inmigrante es indispensable para su campo, ya que las continuas demandas de mano de obra no son atendidas por la población autóctona. De las casi 21.000 personas requeridas el año pasado para la recogida de la fresa, no contestaron ni 1.000 onubenses para apuntarse.

Ante esta tesitura, a Huelva llegan cada año miles de personas para recoger su fresa, y no siempre hay casas para todos. La solución para algunos es levantar una chabola de cartón y plásticos. Una vez que se levantó la primera, las demás han ido creciendo como una ciudad cualquiera.

Sin dinero ni papeles

Al lado de Ahmed hay un hombre que, en apariencia, tiene 20 años más que él por lo menos. No tiene dinero ni papeles encima, pero tampoco le preocupa, porque en extranjería, con su huella dactilar, le pueden sacar de nuevo una copia. Al menos eso afirma, pero no parece dispuesto a ir. Lo único que conserva de su chabola es una pequeña cartera que dormía en su bolsillo, de la que saca una foto de su mujer y sus hijos y un billete de 5 chelines somalíes (unos 75 céntimos de euro).

Afirma llamarse Mustafá, aunque duda y mira hacia arriba y la derecha para decirlo. Sí rezuma sinceridad cuando habla de que no puede volver a su país: “¿Cómo voy a volver a un sitio que lleva en guerra desde casi siempre?”. En Lepe ha podido ganar lo suficiente para mantener a su familia, que se puede ir a tiempo al vecino Etiopía, pero su objetivo de vida no es volver a sus raíces, sino conseguir que la familia se reúna en España. “Aquí viven muchos inmigrantes. La gente del pueblo y nosotros nos hemos acostumbrado a convivir. Puede que haya gente que no quiera a los negros, pero a nosotros, si nos hace falta, los leperos nos llevan comida, bebida o jabón. Saben que venimos a trabajar honradamente y ayudamos a su pueblo. Si hay racistas, hablan en Facebook, por la calle no se nota”.

Mustafá reconoce que “no es normal”. Bueno, es su frase. En realidad se refiere a que es uno de los pocos somalíes que vive en este pueblo onubense, y tiene una carrera universitaria. Eso, en un país en armas, no le ha servido para nada.

“Llámame como al rey”

En lo que sí coinciden los dos, igual que Felipe –“No me llamo así, pero llámame como a tu rey”–, es en que el móvil se queda en el bolsillo durante la entrevista. Nada de fotos. “Si mi madre se entera de que vivo en una chabola en lugar de un piso, como siempre le he dicho, se muere”. Felipe tiene pinta de ser menor de edad, pero asegura que tiene 20 años y que cuando se bajó de la patera en Motril hace dos años le hicieron las pruebas que lo confirman. Solo necesitó hacer autostop un rato para verse cogiendo fresas en Lepe, “pero cuando llegué, le pedí un favor a otro marroquí que vivía en un piso. Me fui a su casa y me hice fotos como si viviese con él y se las mandé a mi madre. Allí creen que la casa es mía también”.

Esa es la situación a la que él quiere llegar, no tener que mentir. “Siempre que les llamo por teléfono me voy al centro del pueblo, para que se escuche gente, porque si les llamo a las nueve de la noche y estoy en la chabola van a sospechar de que haya tanto silencio”. Con esa premisa, Felipe dice que le gustaría volver a su casa, pero con la pobreza en su pueblo natal, del que oculta el nombre, afirma preferir que sea su gente la que se establezca en España“.

“¿Tienes papeles?”. “Tengo, pero no te los enseño”. Lleva una cerveza a medio apurar en la mano. Como no es musulmán, afirma que puede beber si quiere.

Qué provocan los incendios

Desde que hace más de 20 años se levantasen en Lepe los primeros asentamientos, se han producido más de 20 incendios. Las causas son diversas, y si ha habido alguno intencionado nunca se ha sabido. Cuando ardió en 2019 el gran asentamiento junto al cementerio, un representante político insinuó que podría haber detenciones “que causarían sorpresa”. Si las hubo, no trascendió.

Como explican los voluntarios que trabajan con los inmigrantes a diario, “lo raro es que no haya un incendio cada día”. Para que las chabolas se mantengan en pie se usan tres elementos esencialmente: palets de madera, cartón y plástico. La forma en la que las construyen garantiza que el agua de lluvia casi no entre, pero el frío es otra cosa. Una pequeña fogata en su interior para soportar el frío del invierno es una bomba de relojería. Obviamente, no fue la causa de los sucesos de esta semana. “Puede que alguien se quedase dormido con un cigarro en la mano, o que madrugase mucho y calentase agua para asearse, quién sabe”.

Desde el Consorcio de Bomberos de Huelva se señala que se trata de investigaciones muy complicadas, y que los resultados se pasan a la Guardia Civil. Como no hay denuncia ni propiedades oficiales que se pierdan –casas dadas de alta–, muchas veces se archiva todo sin imputados.

Erradicación

En ese ambiente, en octubre comenzará la plantación de la fresa, y en febrero su recogida. La ausencia de mano de obra volverá a llenar los campos de gente con la piel oscura ocupando chabolas que irán aumentando en número casi sin notarlo.

El Ayuntamiento de Lepe ha vuelto a pedir ayuda a todas las administraciones para hacer un frente común que termine con las chabolas. Por ahora, es un problema sin solución en el horizonte.

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