Rodes, buscador de esencias: “La industria del perfume tendrá que aceptar pagar precios más altos por el cambio climático”
Dominique Rodes se dio a conocer en España a través de libros como El aroma de los bosques y El buscador de esencias, en los que ilustraba sobre la historia de los aromas y su significado a través del tiempo.
Esta semana, este experto que se han rifado las mejores empresas perfumeras se encuentra en Córdoba para participar en el festival Flora 2025, donde además de su vasto conocimiento ha podido lucir un perfecto español.
¿Cómo se convierte uno en buscador de esencias?
En mi caso no es fácil de explicar. Digamos que yo no era químico ni perfumista, estudié negocios, y en los primeros años 80 me encontré con una gente del sur de Francia que quería empezar un proyecto de destilación de agujas de pino que habían visto en Canadá. Así me vi entrando en este mundo, de una forma muy distinta a la gente corriente, que suele hacerlo a través de laboratorios o del márketing.
¿Cuál fue su primera misión?
Pues fue aquí mismo, en Andalucía, en concreto en la provincia de Huelva. La idea era montar una destiladora de jara y de goma ládano, pues el nombre científico de la jara que crece allí es cistus ladanifer. Las plantas se protegen del calor con esa goma pegada a las hojas, y hay una tradición de recogerla. Fue una experiencia que llevaré conmigo para siempre. Resultaba increíble ver la increíble fuerza de trabajo de los gitanos del Andévalo, donde trabajan en ello familias enteras.
El amor por las esencias, ¿es tan antiguo como el hombre?
Sí. Los padres de los perfumes de la Humanidad son el incienso y el cedro. La resina del incienso viene de un árbol que nace a ambos lados del golfo de Adén, en Yemen y Orán y también en Somalia, y es tan fuerte que desde antiguo los hombres lo han conectado con lo divino. En Egipto y en Mesopotamia todo el mundo tiene el incienso como un tesoro desde los tiempos del rey salomón y la reina de Saba, 900 años antes de Cristo. El rey quería construir un palacio de cedro, que tiene un aroma increíble. El perfume era parte importante de su proyecto arquitectónico. Entonces llegó la reina del sur, con cientos de camellos cargados de incienso y mirra, y eso nos permite imaginar el encuentro increíble del cedro y del incienso.
Como puede comprobar en Andalucía, el incienso sigue teniendo una significación religiosa…
El hecho de que el cristianismo acepte y dé un estatuto muy importante al incienso nos muestra su valor. Le gusta a los musulmanes y a los cristianos.
Los árboles, ¿le han interesado más que las flores?
No, no, las flores son superimportantes en la Historia. Lo que sucede es que en este caso los perfumes se han desarrollado a través de las tecnologías. Las flores eran una tentación brutal, pero era muy difícil encerrar el perfume de una rosa o del azahar hasta que se inventó la destilación. Eso ocurrió con los persas, que descubrieron cómo obtener el llamado agua de rosas. Ponías flores en agua, tenías un fuego, el agua se evapora y condensas el humo para obtener un líquido muy fragante. Vendieron eso a todo el mundo mediterráneo. Luego, a comienzos del siglo XVII, un rey indio descubrió que si dejas suficiente volumen en esa agua de rosas, en la superficie se crea una película grasa: es la esencia pura. Ahí se pudieron hacer extractos de rosa, de lavanda, de azahar… Y aún habríamos de esperar al siglo XIX para lograr destilar el jazmín.
¿Cómo logró Francia ganarse la fama de tener los mejores perfumistas?
No sé, el éxito de Grasse como ciudad de los perfumes es un misterio para mí. Durante muchos siglos, los perfumes han tenido aplicaciones farmacéuticas. Los perfumeros fueron aprendiendo muchos nuevos ingredientes, en esta fase hubo un desarrollo importante en Montpellier, y de allí pasó a Grasse, donde había una fábrica de guantes de cuero que necesitaba de perfumes para eliminar el mal olor. Y ha quedado ese conocimiento y esa especialidad desde el siglo XVIII hasta los años dorados de Grasse, a comienzos del siglo XX.
¿Cuáles son hoy las potencias perfumeras en el mundo?
Hay cuatro empresas que concentran el 60 por ciento de la creación de perfume: la alemana Symrise, la estadounidense F&F y las suizas Firmenich y Givaudan. Yo trabajé 15 años para Firmenich. Pero la competencia es muy fuerte, como hemos podido ver en la gala de la Academia del Perfume Español. Allí estaba Alberto Morillas, uno de los más reconocidos, que viene de Sevilla.
¿Sigue usted asociado a alguna empresa?
Ahora he dejado las empresas grandes, sigo por mi cuenta, viajando y trabajando como consultor. Voy a Omán para trabajar con el incienso, voy a Paraguay para ayudar a salvar de la desforestación un árbol extraordinario, el palosanto… La pasión la mantengo.
¿Recuerda algún fracaso en su carrera?
Nunca un fracaso es total, pero claro, muchas veces los éxitos no pueden ser completos. A veces buscas ciertos volúmenes y no los puedes conseguir. Para mí lo más difícil ha sido trabajar en algunos países muy pobres, como Madagascar o Haití. El encuentro con la miseria y las dificultades del campo te hacen preguntarte, ¿qué hago yo aquí, donde la vida es tan extrema?
¿Está el cambio climático afectando al sector de los perfumes?
Se está dando un hecho muy intenso y brutal, que es la falta de agua. Eso es lo principal, cultivos que se hacían contando con las lluvias de las estaciones y que ya no pueden contar con ellas. En Francia cada vez más gente sabe que la lavanda necesita riego, porque el clima ha cambiado. Igual sucede con las rosas en Bulgaria. La gente se adapta, sí, pero la industria del perfume debe tener en cuenta eso y aceptar que tendrá que pagar precios cada vez más altos. Y eso no es sencillo…
A la hora de elegir un perfume para usted, ¿qué prefiere?
Hay muchos aromas que me gustan: las rosas, los olores de madera… Me gustan los perfumes de Amouage, en Omán, que hacen un trabajo increíble. La perfumería de nicho me interesa mucho, compañías pequeñas que ponen en el mercado productos de altísima calidad con mucho contenido de ingredientes naturales.
Y en este momento lleva usted…
Imagination, un perfume creado por Jacques Cavallier, el perfumista de Louis Vuitton. Es un amigo con un talento increíble. Y del perfume me gusta hasta el nombre.
Lo bueno de los perfumes es que la IA no puede copiarlos, ¿no?
¡No creas! Yo sé poco de eso, pero han empezado a usarlo, por ejemplo para analizar miles y miles de fórmulas, algo que la máquina puede hacer a mucha más velocidad que el hombre. Pero el toque final, la creación, es algo a lo que la IA nunca podrá llegar.
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