De Chihiro a la Princesa Mononoke: el viaje musical por las películas de Studio Ghibli con un fin solidario
Más de 400 personas llenaron el miércoles la Sala Fundación Unicaja María Cristina en Málaga en el concierto solidario a beneficio de la Fundación Vicente Ferrer (FVF) que homenajeó a Studio Ghibli, el mítico estudio japonés de animación. La convocatoria estaba impulsada por el grupo de voluntariado de la FVF en Málaga y agotó las localidades disponibles.
Las bandas sonoras de películas de culto como El Viaje de Chihiro, El Chico y la Garza, o La Princesa Mononoke, con una presentación e interpretaciones de máxima originalidad, resonaron con un objetivo solidario: promover la educación de niños y niñas en situación de vulnerabilidad que habitan en zonas rurales de Nepal.
La recaudación, tanto por la venta de entradas como por la aportación a la fila cero, estará dirigida de forma íntegra a promover la educación de niños y niñas de Nepal en situación de vulnerabilidad de la mano de la Fundación Vicente Ferrer, especialmente habitantes de zonas rurales, donde la lejanía de las escuelas supone un obstáculo de acceso para las familias.
En el concierto, las mejores bandas sonoras y canciones de Studio Ghibli fueron comentadas por la autora de libros del estudio japonés Marta García Villar e interpretadas por Hey Listen! Music Band, Magape, Nuria Ortega, Marta Diéguez, Escolanía y Orfeón Preuniversitario de Málaga.
El repertorio transitó desde los inicios del estudio japonés con temas de Nausicaä del Valle del Viento, El castillo en el cielo o Mi Vecino Totoro, hasta el estreno del tema principal de la última película de Hayao Miyazaki, El chico y la garza, pasando por obras maestras como La princesa Mononoke, El viaje de Chihiro o El castillo ambulante (todos ellos compuestos por Joe Hisaishi), sin olvidar otras partituras menos conocidas como Arriety y el mundo de los diminutos o el videojuego Ni No Kuni.
“Volver a ser niños a través de la magia de las canciones”
El evento contó con la presencia de Rafael Carmona, delegado de la Fundación Vicente Ferrer en Andalucía, Extremadura, Ceuta y Melilla, y los portavoces de la FVF Shomanandini Subaiya y el malagueño Christian Jongeneel. Shomanandini Subaiya, nacida en India, relató cómo la Fundación Vicente Ferrer ha transformado la vida de millones de personas en la India rural durante más de cuarenta años de trabajo, y cómo ella ha sido “testigo directo” de ese cambio para erradicar la pobreza extrema gracias al apoyo de millones de personas con su acción solidaria desde España.
Remedios Diaz, voluntaria de la FVF en Málaga, subrayó que el concierto es una invitación a “volver a ser niños por un instante a través de la magia de las canciones y bandas sonoras de Studio Ghibli”. “Como esos niños y niñas protagonistas de las películas del estudio japonés, que a menudo tienen que hacer un viaje para superar dificultades y que, gracias al poder de la amistad, la naturaleza, la esperanza o el amor, se convierten en adultos luchadores, fuertes, justos y bondadosos”, apuntó.
El portavoz de la FVF Christian Jongeneel agradeció al voluntariado de Málaga, especialmente a Remedios Diaz, su iniciativa y el “enorme trabajo” llevado a cabo durante los últimos meses para organizar un evento “de esta originalidad y calidad interpretativa”.
Además, hubo sorteos de materiales de colaboradores: la ilustradora ubetense conocida como Hyukiee, encargada de diseñar el cartel del evento, donó una de sus láminas de fan art de Studio Ghibli; FreakCon y OXO-Museo del Videojuego de Málaga ofrecieron entradas dobles para visitar el evento en 2024 y el museo, respectivamente; y Marta García Villar entregó uno de sus libros sobre Studio Ghibli.
El proyecto solidario de la FVF en Nepal
La Fundación Vicente Ferrer, que trabaja en la India desde hace más de 40 años, ha puesto en marcha la primera fase de su internacionalización en Nepal, un país con una población que aún no se ha recuperado de las consecuencias del devastador terremoto de 2015.
En los contextos de crisis, la infancia se convierte en la primera y principal víctima. Por ello, la Fundación está dando apoyo a tres colectivos: menores cuyas familias trabajan en los tradicionales hornos de ladrillo, una industria con un alto índice de empleabilidad infantil; niñas y niños con parálisis cerebral, y personas adultas con problemas de salud mental, cuya carga familiar recae en sus hijos e hijas.
Se calcula que en Nepal hay unas 750 fábricas de ladrillo, una industria que ha crecido al amparo de la construcción y la exportación a países ricos donde existe mayor regulación medioambiental. Son empleos que suelen estar ocupados por familias empobrecidas, la mayoría de las castas más bajas o dálits. Se trata de un trabajo temporal, que se desarrolla entre noviembre y mayo, época en la que no hay monzones.
Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el 16% de la fuerza laboral de las fábricas de ladrillos está formado por menores, lo que supone que entre unos 20.000 y 30.000 niños y niñas que deberían estar en las escuelas sufren explotación laboral y riesgos a su salud por cargar pesos excesivos y exponerse a las nubes de humo tóxico que emanan de las chimeneas de los hornos.
La Fundación Vicente Ferrer está apoyando en Nepal a siete escuelas para que menores en edad preescolar (de 3 a 6 años) y pertenecientes a familias que trabajan en este sector reciban nutrición, ropa y cuidados mientras sus padres trabajan como temporeros. Sin este apoyo, los niños con toda probabilidad acabarían trabajando con ellos.
Esta intervención de la Fundación Vicente Ferrer en Nepal contempla también la rehabilitación y nutrición de menores con discapacidad en centros de día, el apoyo psicológico a sus madres y la sensibilización de las familias con hijos e hijas que cuidan a alguno de sus progenitores con enfermedades mentales para que no abandonen sus estudios.
En Nepal hay un alto índice de enfermedades mentales pero escasos recursos para abordarlas. Muchas de estas patologías están desencadenadas por la alta incidencia de terremotos y otras catástrofes naturales en las que las familias más pobres lo pierden todo. Por otro lado, Nepal sufrió entre 1996 y 2006 una guerra civil cruenta cuyas consecuencias fueron devastadoras en las zonas rurales. Muchos adultos, que entonces eran niños, arrastran hoy secuelas físicas y psicológicas de aquel episodio.
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