Soledad Cabezón: “A Gallardón no le transplantaría el corazón pero sí el cerebro”
Soledad Cabezón (Albaida del Aljarafe -Sevilla-, 1973) es licenciada en Medicina y Cirugía, especialidad en Cardiología. Alcaldesa de su pueblo de 3.000 habitantes entre 2003 y 2011, es la 'número tres' en la lista socialista al Parlamento Europeo para las elecciones del próximo 25 de mayo. Llevó las riendas de las políticas de igualdad en la segunda legislatura de Zapatero, ya con la crisis acechando. Ante el reto europeo, dice que va a poner el acento en la reactivación económica pero también en la recuperación de derechos.
¿Le sorprendió verse en las listas?
Este tipo de asunción de responsabilidad tan importante pues sorprende, dentro de la humildad y de saber que en el partido hay muchas personas que podría ser capaces para este puesto. Para mí, cualquier cargo en este sentido es una sorpresa, una grata sorpresa.
¿Y esa sorpresa es mayor o menor que el hecho de que el PP no tenga todavía candidato?
Parece que no hay ninguno que quiera asumir ese reto, porque serían las primeras elecciones en que la ciudadanía podría castigar al PP. Nos viene mal a ambos que no haya candidato porque no hay debate a día de hoy, no hay ambiente electoral a nivel nacional y eso nos preocupa porque creemos que las elecciones son muy importantes para el futuro de España y, por responsabilidad, debería tener ya ese candidato. Tampoco parece que haya ninguna cara amable. El consejo de ministros está quemado ante la opinión pública y no se ven muchas alternativas.
¿Se siente de algún modo presionada por ser la apuesta de la secretaria general en Andalucía y ocupar el 'número tres' del partido a nivel europeo?
Presionada no, me siento responsable. Siempre que he asumido un reto lo he hecho con esa responsabilidad. Hay muchas personas que pueden estar en mi lugar y el que sea yo me enorgullece y, al tiempo, me llena de responsabilidad. Trabajaré al 120% para dar lo mejor en cada momento.
Dijeron desde Madrid, cuando trascendió la lista socialista, que no habían gustado ni los nombres ni las formas con la que Susana Díaz había situado a las tres candidatas andaluzas en puestos de salida.
Es cierto que Andalucía toma peso en esta candidatura y no por los nombres. Somos tres andaluzas en puestos de salida, hay federaciones que se han quedado fuera y no siempre es entendido que una federación tan importante como la andaluza reclame su sitio y su voz, que es lo que ha hecho en este caso la presidenta. La realidad es ésta: Andalucía representa la cuarta parte de los afiliados a nivel nacional y, al mismo tiempo, somos una comunidad gobernada por el PSOE. Era un momento importante para hacer ver que en Andalucía se nos escucha, se decide y tiene su sitio. Se ha peleado, o reivindicado, lo que creemos que le pertenece a Andalucía. De todas formas creo que todo esto entra dentro de la normalidad de las negociaciones. En cuanto a los nombres, son los que son igual que podían haber sido otros.
Decía que siempre ha asumido con responsabilidad los retos en política. Usted es cardióloga, ha sido alcaldesa de su pueblo muchos años, diputada nacional, secretaria de igualdad en el comité federal del PSOE… ¿Su larga trayectoria ha sido más complicada por ser mujer?
Siempre me comparo con el resto de mujeres. En parte me siento afortunada por las dificultades que veo que tienen otras muchas mujeres. Tengo la suerte de tener una pareja que me ha acompañado en todo y me ha ayudado mucho. El camino es duro porque es duro trabajar en política. También por suerte me ha tocado una federación donde la igualdad sí se practica, por lo menos más que en otras. No tengo la sensación de que por ser mujer haya sido más difícil y que haya tenido que luchar contra un machismo interno. De hecho tenemos una presidenta por primera vez, llevamos mucho tiempo con listas cremallera, etc.
¿En qué se va a centrar durante la campaña?
Va a tener dos prioridades. Por un lado, la reactivación económica desde la reindustrialización de Europa, fundamentalmente en los países de la periferia, donde la crisis está más agravada, con fondos destinados al empleo, principalmente a los jóvenes y a los mayores de 45 años. Hay que dejar la austeridad que tanto daño nos está haciendo y empezar con políticas claramente expansivas, como ha hecho por ejemplo EEUU. También hay que terminar la regulación del sistema financiero y definir quién paga la deuda. Estamos maniatados por Europa, pero los ciudadanos no tienen que volver a pagar una situación de quiebra del sistema financiero.
Por otro lado está la recuperación de los derechos laborales y la igualdad. Una directiva contra la violencia de género, de salud sexual y reproductiva... Y en el tema de la inmigración, que Europa vuelva a ser lo que era, que no tengamos fronteras incluso internas, que es lo parece que estamos volviendo a montar, sino que seamos un país receptor, con garantías de derechos para todos, e impulsar nuestra cooperación al desarrollo como política migratoria más importante y hacer que la población se pueda asentar donde realmente nace y vive. Con la crisis se ha mermado muchísmo esta cuestión.
Usted fue la responsable de las políticas de Igualdad en la última Ejecutiva de Zapatero ¿Qué recuerda de esa etapa y qué opina de las políticas del actual Gobierno en esa materia?
Había un claro compromiso por la igualdad y lo primero que se puso encima de la mesa fue la continuidad. Veníamos de una legislatura donde se aprobó la ley contra la violencia de género o la ley de igualdad. Luego en 2010 se aprobaría la ley de salud sexual y reproductiva. La derecha nos atacó porque decía que aquello era una cortina de humo para ocultar la crisis. Era todo lo contrario. La ciudadanía empezaba a ver que los problemas podían ser otros, y el compromiso por la igualdad era claro y real. Fue una etapa valiente y positiva.
Ahora no hay ese compromiso. No tiene nada que ver. Estamos en una etapa claramente regresiva. A principio de la legislatura no éramos conscientes de que los retrocesos iban a ser tan claros, tan evidentes y tan gordos. No nos cabía en la cabeza la posibilidad de una ley contra el aborto tan regresiva, o una reforma laboral que ya solo con leer el texto se podía vislumbrar cómo de dañina iba a ser para las mujeres. El compromiso con la igualdad no tiene nada que ver. Diferente es que en el PP sepan que las mujeres votamos y que se nos hagan ciertos guiños, más de fachada creo. Las mujeres cada vez lo tienen más claro. Están marcando un camino de vuelta a casa.
Ha nombrado antes la violencia de género ¿Quién tiene en la mano luchar más firmemente contra unas cifras de muertes que no se detienen? ¿Cuál es su propuesta?
Mi propuesta es que hay que tomárselo en serio. Tenemos que estar convencidos todos de que esto es una política de Estado. Igual que se acabó con el terrorismo de ETA con un pacto de Estado, la violencia de género se acabará cuando nos lo tomemos como tal, se eleve a categoría de primer orden, se haga un pacto de Estado y se condene y se persiga en su conjunto por la sociedad. Al presidente del Gobierno no se le ha escuchado todavía hablar de violencia de género, no ha condenado ningún caso. Eso es muy significativo. Si lo hubiese hecho, sensibilizaría muchísimo.
El Gobierno de la derecha lo empieza a condenar y tal pero habla, a mi modo de ver, con la boca pequeña. Se necesita hablar claro y contundente, y es lo que no estamos viendo desde el Gobierno. Nos preocupa incluso que empiecen a plantear la necesidad de cambiar la ley. No podemos acabar con el consenso inicial que suscitó esa ley. Todo lo contrario, hay que aumentar ese consenso. Me preocupa enormemente la falta de sensibilidad que estoy viendo por parte del Gobierno. La violencia de género ha perdido parte de la visiblidad que permitía una condena social. La sensación es que se ha bajado ese nivel de repulsa.
Además de cardióloga, tiene un máster en trasplante de órganos ¿Le transplantaría el corazón a Gallardón?
El corazón no, pero el cerebro sí. Lo que tiene más enquistada y atrasada es la forma de pensar. Creo que se quedó en la generación de su padre. Cuando justifica la nueva ley del aborto como un mandato del Constitucional, es en todo caso un mandato de su padre hacia él por su voto particular para que se aprobara la ley del 85. Gallardón lo que tiene atrasado fundamentalmente es el cerebro. Se quedó en una época de la derecha más arcaica y más retrógada.
En Europa (París, Londres y Estambul) también se han manifestado en la calle contra la reforma de la ley del aborto de España ¿Hasta dónde estaría dispuesta a llegar contra ella?
Me asusta enormemente esa ley. Me parece que es claramente injusta, sobre todo para las generaciones que vienen. Tengo tanto rechazo que quiero pensar que no sean capaces de ponerla en marcha. Es tan severa y tan regresiva que, aunque introdujesen el matiz de las malformaciones, no va a cambiar lo que supone la ley, que es equivalente a prohibir el aborto en España. No va a haber médicos que, con las trabas que pone la ley, se atreva a ejecutar una interrupción del embarazo. Habrá que poner en marcha todos los resortes posibles para detenerla. No ha habido aún un clamor social en la calle tan fuerte rechazando en su conjunto las políticas del PP, pero en el tema del aborto sí ha generado un debate que pueda ser la gota que colme el vaso.
¿Qué le dicen de su salto a Europa en Albaida del Aljarafe, de donde fue alcaldesa ocho años?
Me preguntan que si me voy. A mí me gusta mantener mi residencia y estar en mi pueblo por el conocimiento de la realidad y de las necesidades. Cuando te metes en la rutina del trabajo de la política, a veces te puedes despegar de ese día a día, y ver a la gente te permite ver cómo se vive en estos momentos de especial dificultad. Creo que eso es fundamental para hacer política.
¿Europa puede ser el foro adecuado para reconciliar al ciudadano con la política?
La reconciliación vendrá cuando los ciudadanos empiecen a ser conscientes de que necesitan a la política de nuevo para que cambie su situación, que cambie la sociedad y que, efectivamente, la política le solucione sus problemas. Ahora la senesación es que no es capaz de resolver sus problemas. En parte por eso tienen ese distanciamiento. Le tenemos que dar el mensaje de que la política es la vía fundamental para alcanzar la igualdad de oportunidades y remover los obstáculos para que todos volvamos a tener unas condiciones básicas. Hemos llegado hasta donde estamos, en derechos y libertades, por la política.
El ciudadano empezará a confiar en nosotros cuando empiece a notar que estamos de su parte, que somos parte del problema y de la solución. Creo que se reconciliarán primero con la izquierda, porque con el tema de Europa son conscientes que ahora estamos así porque tenemos un Gobierno conservador que todavía da una vuelta de tuerca a los mandatos que vienen de Europa y sus políticas de austeridad. Europa va a ser la primera oportunidad para que el ciudadano diga, que la politica europea hace daño y Europa decide y mucho, algo que veíamos lejano, y necesitamos cambiar Europa para cambiar nuestras vidas
¿Confía en que venza lo que ha llamado la Europa social?
Tiene que vencer. Si lo trabajamos y el ciudadano nos da ese voto de confianza que necesitamos, pienso que ganará la Europa social porque es muchísimo el daño y el sufrimiento que ha provocado esta política de derechas en tan poco tiempo. Las desigualdades son tremendas. Es insoportable que digamos que la Europa de los derechos tenga actualmente a un 25% de la población por debajo del umbral de la pobreza. Eso es inasumible, cuando además se le ha dado tantísimo dinero a los bancos.
Su abuelo sufrió la represión franquista, ¿cómo haría ver la cuestión de la memoria histórica en Europa?
Los que tienen un problema con el pasado, con el perdón y con la reconciliación es precisamente la derecha cuando considera que nosotros estamos despertando de nuevo un sentimiento de discordia entre unos y otros. En absoluto. Es fundamental recuperar la memoria. No sé qué daño le puede hacer a nadie que una familia recoja los restos de un familia. Los que no han llegado a aceptar los tiempos nuevos en los que estamos y esa reconciliación es la derecha.
Con su negativa al reconocimiento o al recuerdo, y a que la memoria de todos los que han tenido algún tipo de familiar afectado por la situación de la guerra o la posguerra, demuestran que tienen un problema enorme con la reconciliación que no es tal en la izquierda. No estamos reescribiendo la historia sino tratando de cerrar determinadas heridas que están abiertas sin hacerle daño a nadie. Nadie dice que ese cadáver vuelva a ser juzgado, sino que descanse con los restos de sus familiares. La derecha, si sigue en esa actitud, tiene una deuda con el Estado democrático.