Panorama audiovisual de la invisible vulneración de derechos en la frontera sur
Un informe audiovisual, fruto de un trabajo conjunto de miembros de Irídia, Fotomovimiento y Novact, recopila las situaciones por las que pasan las personas migrantes una vez alcanzan la costa europea por nuestro país. “Las personas que llegan por mar a territorio español sufren vulneraciones de derechos que pocas veces son visibles”, resaltan. Pese a que 2017 ha sido un año especialmente relevante en cuanto a número de entradas, “la situación no se ha visibilizado ni tampoco han cesado las vulneraciones de derechos”. Todo ello encaminado al “horizonte de la irregularidad sin derechos” para las personas que tratan de buscar un futuro mejor.
El viaje migratorio por mar
Tras la llegada en 2006 de más de 30.000 personas a las Islas Canarias, este 2017 “ha vuelto a marcar un antes y un después” en esta materia, con 20.884 personas en 519 embarcaciones entrando por las rutas del norte de África, cruzando el Estrecho de Gibraltar y el Mar de Alborán, y otras 434 personas (y 20 embarcaciones) por el oeste africano hasta Canarias. Desde 2010, denuncia el informe, 1.794 personas han muerto o han desaparecido en el intento.
Respecto al control de fronteras, apunta el informe que “las insuficientes y discriminatorias vías de entrada a Europa imposibilitan los desplazamientos legales y seguros de las personas que deben o quieren dejar atrás su país de origen”, aumentando “la peligrosidad del trayecto por mar y vulnerando los derechos a la vida, la integridad física y la salud física y mental de las personas que lo emprenden”.
En concreto acerca de las devoluciones en caliente dice que son “una práctica ilegal que se realiza de forma sistemática en la Frontera Sur”. “Las unidades policiales y militares de vigilancia marítima españolas, europeas y marroquíes colaboran estrechamente para llevarlas a cabo sin que haya registros oficiales del número, la naturaleza o el resultado de las actuaciones”, denuncia sobre la “absoluta opacidad” en ese sentido.
Acerca de los mecanismos de búsqueda y rescate de las autoridades españolas, el informe considera que “no son suficientes”, alabando en todo caso la labor de Salvamento Marítimo para que miles de personas no pierden la vida en el intento. En 2017 se rescató a más de 18.000 personas, destacando que para que el servicio de Salvamento Marítimo se active debe recibir un aviso de la presencia de personas en peligro en el mar, la mayoría de los cuales llegan a través de la ONG Caminando Fronteras.
La llegada a tierra
Cuando las personas llegan a territorio español son privadas de libertad durante 72 horas en distintas instalaciones que se encuentran en “pésimas condiciones” desde donde se les abre una orden de devolución a sus países de origen, dice el informe, que recoge el testimonio de Aziz Faye (Migración desde Senegal / Sindicato Popular de Vendedores Ambulante): “Al llegar, ves que te están esperando la Cruz Roja y la policía. La Cruz Roja te atiende si tienes algún dolor y te dan bebidas calientes. Las personas cuando llegan se encuentran mal, muchas están mareadas, pero tras una intervención rápida de la Cruz Roja, la Policía te pone las esposas y te lleva al calabozo”.
Explica el informe, financiado por el Ayuntamiento de Barcelona y Casa Nostra Casa Vostra, que los abogados asisten a las personas detenidas únicamente para notificar la devolución sin ser informadas de sus derechos y “sin la posibilidad de solicitar asilo o de ser trasladadas a recursos de acogida en los casos de menores de edad o de potenciales víctimas de trata”. “Los programas de primera asistencia carecen de recursos para poder atender adecuada y dignamente a las personas que han llegado: los criterios policiales priman por encima de los médicos y psicosociales, los traductores son inexistentes o insuficientes y no se aplica la perspectiva de género en la atención”, denuncia.
Respecto a la identificación de los muertos, “no hay un protocolo de actuación efectivo”. “Prácticamente la totalidad de personas que pierden la vida en el trayecto migratorio acaban siendo enterradas sin nombre en cementerios cercanos a los puertos”, señala.
En ese sentido, dice Félix González, pesidente de la Sociedad Canaria de Neuropsiquiatría y Salud Mental, que “en los casos de desaparición el duelo se complica. A principios del siglo pasado, ya se hablaba de la prueba de realidad como necesaria para que se inicie un duelo. Esta prueba supone constatar que la persona ha muerto. Pero en el caso de los desaparecidos esta prueba de realidad no existe, no se puede verificar por la ausencia de información sobre su paradero y por la inexistencia del cadáver. No se puede asegurar que viva, pero tampoco que haya muerto.
Los CIE de la frontera sur
Los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) se están empleando como “herramienta de primera recepción” de las personas que llegan por vías marítimas a la Frontera Sur pero “no reúnen unas condiciones dignas ni un trabajo adecuado con potenciales solicitantes de asilo, víctimas de trata o menores de edad”, habiéndose registrado “situaciones de violencia institucional en todos los CIE”.
En 2017 se internó a 8.814 personas en los CIE del Estado español. El motivo principal de internamiento consistió en tener abierto un expediente de devolución (85%), la mayoría debido a la entrada irregular a través del mar (81%), detalla el informe, que repasa la situación de los CIE de Barranco Seco y de Hoya Fría (Islas Canarias), el CIE de Murcia y el CIE de Algeciras y su anexo de Tarifa.
“Nos llevaron al CIE de Tarifa. Era peor que una cárcel, porque allí como mínimo tienes algunos derechos. Las condiciones eran deplorables y el trato, degradante. Hacía mucho frío y tardaban una semana en dejar que nos ducháramos. El CIE es inhumano y racista. Pierdes la libertad y cualquier cosa es una complicación”, declara Najib (Migración desde el Rif, Marruecos).
Sobre el CIE temporal de Archidona (Málaga) “durante 51 días custodiado por la UIP de antidisturbios”, dice el informe que estuvo “sin agua potable ni calefacción, con un solo intérprete y un solo médico y sin horarios de visita”, con diferentes protestas “fuertemente reprimidas, con los agentes llevando armas que dispararon balas de goma en el interior de la cárcel”.
Mujeres migrantes
El informe señala por otra parte que el discurso oficial de la victimización de las mujeres migrantes como víctimas inocentes y obligadas a trabajar contra su voluntad ha llegado a constituir un mito cultural que ha tenido un gran impacto en la construcción social de las migraciones de las mujeres, y ha repercutido directamente en su seguridad y en el no reconocimiento de su capacidad de agencia y de sus proyectos emancipadores.
En ese sentido, la vinculación de las migraciones de las mujeres con las redes de trata contribuye a alimentar el prejuicio y el estereotipo sobre sus estrategias de emancipación y sobre la forma en que las madres migrantes ejercen el cuidado de sus hijos, vulnerando los derechos de la infancia y del derecho a la vida privada y familiar.
Por otro lado, los protocolos de identificación de víctimas de trata tienen un resultado prácticamente nulo, donde prima un enfoque de persecución del delito por encima de la protección de las víctimas de trata. “Es imprescindible presentar una denuncia para que una mujer sea considerada víctima de trata y, por lo tanto, para que se activen los mecanismos de protección, hecho que pone su seguridad en peligro y que hace que todo el peso de la responsabilidad recaiga sobre ellas”, considera el informe en un amplio capítulo dedicado a las mujeres migrantes.
¿La acogida?
El informe explica que de todas las personas que llegan por mar a territorio español, a las únicas a las que no se les abre un proceso de devolución a sus países de origen son aquellas que solicitan protección internacional y se les admite a trámite, a los menores de edad y a personas en una situación de especial vulnerabilidad, como son las mujeres embarazadas o las potenciales víctimas de trata. Todas las demás personas que llegan a las costas españolas por mar acaban estando en situación irregular por un período de tiempo más o menos largo.
“Estar en situación administrativa irregular conlleva muchos obstáculos que van desde la dificultad de encontrar un trabajo, acceder a la sanidad pública en condiciones de igualdad, a la educación o a una serie de derechos reservados de manera exclusiva a las personas que no se encuentran en esta situación, además de una serie de impactos psicológicos relacionados con la inseguridad y la marginalidad social”, se explica en el documento.
Para las personas que se encuentran en situación irregular, la expulsión del país no se considera un recurso de última ratio sino que, bien al contrario, es el único mecanismo que se aplica mientras transcurre el mínimo de tres años necesario para conseguir regularizar su situación, dejándolas en “una situación especialmente complicada y con muy pocas opciones para mejorarla”.
Las órdenes de devolución pueden tener una vigencia de hasta cinco años y las órdenes de expulsión pueden tener una vigencia de entre tres y doce años, ambas con la prohibición de volver a entrar en España por un plazo de entre uno y diez años. En los últimos años se han estado deportando a personas mediante deportaciones exprés. A través de redadas, identificaciones por perfil étnico o engaños, las personas que se encuentran en situación irregular y que son del país de destino del macrovuelo que esté programado para la deportación son llevadas al calabozo y de allí deportadas en menos de 72 horas y sin presencia de un juez. “Las deportaciones exprés no solo representan una grave vulneración de derechos por su opacidad a la hora de conocer la situación a tiempo tanto por parte de los familiares como de los abogados/as, sino también por la vulneración de derechos que conlleva una expulsión sin control judicial ni cobertura jurídica”.
Por último se aborda la cuestión de los menores no acompañados. “La inadecuación del sistema de protección actual de los menores no acompañados provoca que los menores se desvinculen de este sistema ante una situación de inseguridad y desprotección constantes que generan incerteza, alerta y estrés sostenidos”, considera el informe, que lamenta que “las personas quedan invisibilizadas por la situación de supervivencia a la que se ven sometidas y que solo salen a la luz cuando las circunstancias son insostenibles”.
Concluye el informe que “cuando los menores no acompañados cumplen los 18 años, el sistema de protección actual tiene un gran vacío respecto al acompañamiento que se les da y se ven en una situación de mayor vulnerabilidad ante la amenaza de una expulsión, hecho que también conlleva sentimientos de incerteza, angustia, frustración respecto a las expectativas y potenciales conductas disruptivas”.