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“Muchas inmigrantes me dicen: 'Papa, si sé que aquí no hay nada no vengo'”

Isidoro Macías, el 'Padre Patera', en la puerta de la Casa Familiar Virgen de La Palma, en Algeciras.

Jorge Garret

Isidoro Macías (Huelva, 1945) asegura que su única vocación en la vida es ayudar a los demás y sus palabras no son pasaje de sermón. Predica con el más vivo ejemplo desde hace cuarenta años; los últimos 20, al frente de la casa de acogida en la que cuida de las africanas que llegan a las costas de Cádiz en embarcaciones cada día más infames. El franciscano nos recibe en la casa familiar Virgen de La Palma, en Algeciras, en una mínima salita justo al lado del portón rojo de entrada al que no deja llamar gente preguntando por el Padre Patera.

En las últimas dos semanas han llegado 300 subsaharianos a la costa de Cádiz. ¿A qué cree que se debe esta última oleada?

Siempre ha habido gente cruzando el Estrecho, pero no tanto como ahora, como en los últimos años. La gran masificación fue en 1999 y 2000. Desde el 2000 hasta ahora casi todos los que llegan son nigerianos. Han venido de Sierra Leona, de Costa de Marfil. Siempre que hay un conflicto en sus países, muchos salen buscando Europa, no España, Europa. En la costa de Marruecos miran al frente y dicen “Europa” cuando miran a España. Pero buscan Francia, Alemania… Todos los picos de llegada de inmigrantes están relacionados con las mafias. Cada vez que hay lo que yo llamo “movimiento nuclear” en España, ahora lo de Bárcenas, Urdangarín, los ERE de Andalucía, Gibraltar… cuando creen que la gente va a estar pendiente de otras cosas, aprovechan para venir, aunque las fuerzas de seguridad siempre están vigilando.

¿Siguen pensando que llegan a la tierra prometida?

Tantas cosas les dicen… Les lavan la cabeza. Creen que aquí van a encontrar de todo. Recuerdo una a la que le pregunté por qué había venido y me dijo: “Papa, papa, aquí money money”… Cuando vinieron las primeras sí que era así. Cuando las que han venido después han visto que aquí no hay nada, muchas están arrepentidas de haber venido. Así me lo han dicho. “Papa, si sé que no hay nada, no vengo”. Lo que pasa es que ahora no tienen dinero para volver a sus países y además tienen que pagar el dinero que deben del viaje que hicieron para venir. Aquí las vigilan, dónde van y dónde no van, el sitio en el que están...

Le dicen a usted que están arrepentidas.

“Papa, si sé que no hay nada no vengo”. Recuerdo a una a la que le pregunté por qué. “Papa, pasa mucho en el barco y después aquí no tiene nada, ni pasaporte, ni dinero, ni trabajo. Ahora qué, dónde voy”. Pues tendrá que ir a prostituirse, esa será su última salida. Una pena.

Este centro se inauguró en 2000, en pleno boom en el Estrecho.

En marzo de 2000, en junio fue cuando llegó aquella oleada de 400 o 500 inmigrantes, y muchas mujeres. Las fuerzas de seguridad no estaban preparadas para atender a tantísima gente. Les ponían un traductor y un abogado para explicarle por qué habían llegado de forma ilegal a España. Todavía teníamos la peseta.

Ellos no traerían muchas.

No, pero ¿sabe dónde la traían? En los calcetines, en la planta de los pies. Envueltas en mucho plástico. Al venir aquí, tenían contacto con amigos que llevaban más tiempo en España. Móvil traían todos, eso sí. En el patio de este edificio teníamos a ciento y pico de personas comiendo... Hicimos veinte kilos de arroz y tomate picante, que es lo que les gustaba… Y muchas naranjas que me habían traído, naranjas a mansalva. Cuando vieron un enchufe se fueron flechados para cargar el móvil. Por eso digo que aquí tienen sus contactos.

[Una voz saluda desde la misma puerta. El Padre Patera se disculpa y se levanta a atender a una persona a la que estaba esperando para darle un billete de autobús. El hombre que hay dentro de una camiseta de Talleres José Herrera XL y un pantalón vaquero aún más grande sonríe, agradece con mucho esmero, y hace hueco en su mochila para meter dos litros de leche y dos paquetes de galletas María que le ofrece el fraile. Es de Mali. Tiene permiso de residencia desde hace varios años, le explica como puede, porque apenas habla español. Y se va]

¿Cómo ha llegado él hasta aquí?

Todos vienen por aquí. La gente le dice que vaya al Padre Patera, a la Cruz Blanca. Aquí le damos lo que tenemos. A éste le he mandado a los servicios sociales del Ayuntamiento para que le den un billete en autobús hasta Málaga. Hay días en los que no se lo dan porque no tienen dinero. Seguramente será el primero que ha ido esta mañana y ha tenido suerte.

¿Qué se encuentran los inmigrantes cuando llegan a la costa?

Al principio no había absolutamente nada, salvo las fuerzas de seguridad. Los tenían un tiempo en los calabozos... bueno, calabozos suena muy mal, en un cuartel que tenían aquí cerca. Ellos mentían, daban otros nombres y otras nacionalidades para que no les deportaran. Ahora se encuentran con que hay un centro de atención por parte de la Cruz Roja, donde están las embarazadas hasta que dan a luz. Después vienen aquí. Al principio no había nada de eso. Ahora está todo más organizado.

¿Y cuál es ahora su labor?

Cuando salen de la Cruz Roja, vienen a ver si aquí las podemos atender. Ahora mismo tengo un matrimonio, tres mujeres y cinco niños, en dos pisitos que tenemos.

¿Cuánto tiempo se quedan con usted?

Nosotros la tenemos hasta que se le arreglan los papeles. Hoy lo tenemos muy difícil, porque para tener arraigo necesitan contrato de trabajo. Y la ley lo pone ahora todo muy difícil. Si no hay trabajo para los españoles… Eso sí, muchos dicen que los inmigrantes vienen a quitarle el trabajo a los españoles, yo digo que no, que ellos hacen el trabajo que nadie quiere, y ya ni eso. Pero para sus familias ellos están aquí trabajando y les exigen mucho, les piden dinero. Yo se lo digo a ellos, que les digan que no trabajan. “Papa, papa, familia mía pensar que yo mucho dinero aquí”… Siguen buscando una tierra prometida, aunque no todos se quedan en España, muchos siguen, tienen amigos en otros países, en Francia, en Bélgica, en Alemania. Dentro de la mala situación económica, por lo menos aquí no se quedan sin comer.

Seguimos hoy hablando del mismo problema de hace veinte años. ¿Qué se ha hecho mal?

¡Hoy día más! Con la crisis, ahora tengo que ayudar yo a los que antes me ayudaban a mí. La gente que se está quedando sin trabajo, si no fuera por Cáritas y otras ONG que están poniendo comedores, pues señor mío… Y son niños, hay nuevos comedores para niños. Gente que ha estado muy bien, familias que tenían a todos sus miembros trabajando y ahora no tienen a ninguno. Ahora les vemos en la puerta. Les da vergüenza venir a pedir ayuda donde ellos ayudaron. Yo les digo que vergüenza ninguna, que para eso estamos nosotros aquí… De eso los políticos no se dan cuenta porque viven en otra esfera. Siempre digo que en el Parlamento no se va a solucionar nada. Los parlamentarios tienen que pasar una semana en un comedor social para que entiendan la situación en la que está el país, la pobreza que hay. Ya verás cómo entonces cambiaba todo. Esos coches oficiales, esas pagas… Pero señor mío, una vez que uno es político, sea de la rama que sea, no se acuerda del pobre. Si se acuerda del pobre es cuando hay votación. Viven en otra órbita. A los políticos les diría que estuvieran una semanita conmigo con su familia para ver in situ lo que hay en España, en mi casa, o en cualquier otro sitio en el que se vea la pobreza y la gente que está pasando hambre, como en casa del padre Ángel, de Mensajeros de la Paz.

¿Pediría también a la Iglesia ese acercamiento a la gente del que usted habla?

Sí, aquí o a otra ONG. Tenemos el ejemplo del Papa, que ha dicho que tenemos que ir en busca del pobre. Luego… ¡Vamos! Digo políticos, pero me refiero a… todo cristiano. Dar testimonio de que todos somos iguales, y que el que tiene debe darle al que no tiene. Visitar al pobre es muy fácil, es tener ganas. Cuánto tiempo perdemos en no hacer nada.

¿Quién sigue colaborando con usted?

Los bancos de alimentos, las gentes particulares, muchos que no quieren que se diga su nombre.

¿Quién le llamó Padre Patera por primera vez?

Pues Julio César Iglesias. Él tenía un programa en la televisión que duró muy poco y vino a hacer aquí un programa. A mí me llamaban Isidoro el de la Cruz Blanca, aunque las negras me decían “papa, papa, papa” todo el día. Él dijo que a mí, al ser sacerdote, no podían llamarme padre sino hermano, “pero nosotros vamos a llamarle Padre Patera”. “No tiene hijos pero sí es padre de muchos niños que han nacido en su casa”. Ahí empezó todo, a principios de la década de 2000. Aquí vienen periodistas de todo el mundo. Hace un mes y pico vino la televisión rusa, y una televisión suiza un mes antes.

Les parece su labor algo extraordinario.

Los hermanos franciscanos de la Cruz Blanca es una hermandad que nació para atender a los que no tienen nada. El evangelio dice: “Fui forastero y tú me abriste la puerta de par en par”. Hay que acoger. Darle lo que ellos necesitan. Menos los papeles, que no dependen de nosotros.

¿No hay una paradoja en que usted abra las puertas de su casa mientras el Estado cierra las puertas del país, o les niegue la tarjeta sanitaria?

Esa fotografía que ve ahí es de la revista Time y dio la vuelta al mundo [señala una foto en la que él, más joven y vestido con su hábito, está en la orilla de la playa mientras sostiene en sus brazos a un bebé negro]. Me dieron un premio (de dinero, nada) a Héroe Europeo del Año o algo así. Decían que me saltaba la Ley de Extranjería, que le abría las puertas de mi casa a las personas que están aquí de ilegales. Para mí nadie es ilegal, son personas humanas de carne y hueso que vienen a otro país forzadas porque en su país hay guerra o lo están pasando mal. Yo, que tengo de todo, una vez que llaman a mi puerta, tengo que abrir. Y no como padre, ni como fraile ni religioso, sino como persona. La ley, ay, la ley, cuántas cosas incumplen la ley más que darle de comer a una persona que no tiene que comer.

¿Tiene alguna propuesta para acabar con la inmigración?

A mi poco entender, creo que terminará si quieren los políticos. Primero, invirtiendo en esos países, en cooperación. La segunda fórmula es que hagan un vídeo en el que salgan las muertes del Estrecho, cómo salen de Marruecos, cómo entran en las pateras, cómo llegan a las costas de España… La muerte en el Estrecho. Y que pasaran ese vídeo una o dos veces por las televisiones de África todos los días. Y otra fórmula (ahora ya no, me refiero a los buenos tiempos) es que hubieran venido con contratos de trabajo. Pero eso lo dice quién, el Padre Patera…

Usted seguro que tiene sus 'contactos' con políticos.

Cuando alguno me ve me dice: “Hombre, Padre Patera, qué labor más bonita haces”. Y yo digo para mí: “Señor mío, si estamos haciendo cosas que debería hacer el Estado”. Les digo: “De lo que tu ganas, dame un poquito a mí para yo poder ayudar”.

¿De verdad que se lo dice?

Sí.

Pero no se lo dan...

No, pero yo se lo he dicho. No quiero nada para mí, quiero para las personas que llegan aquí. Eso sí. Lo bueno es que cada vez que la gente me ve en la prensa o en la televisión o en la radio llegan muchas donaciones. No he tenido nada de ayuda oficial hasta 2004 o 2005. Después me enteré que había una cosa en Madrid que daban un dinero, y ahora sí tenemos un poquito para pañales, leche, toallitas... La gente sencilla de la calle es la que más nos ayuda. Nos llegó una carta una vez, en 2004 o por ahí. Sólo ponía en el sobre “Padre Patera, Algeciras”. Tenía un billete dentro, de cinco euros. Y una nota que ponía: “Padre, rezo por usted”. Y llegó.

¿Recuerda la primera vez que vio la llegada de una patera?

Sí, porque solo fue una. La primera vez que fui a ver una patera, fue en 2000, y ya no fui más. Me destrozó el corazón ver cómo venían estas mujeres... Y con qué cariño les atendían la Guardia Civil y la Cruz Roja. Fue en Tarifa. Ya no fui más. Vi un niño con un pañal, con un frío terrible que hacía… Siempre digo que la mano de Dios está debajo de esas pateras para que no le pase nada a esta gente.

A veces parece que no las sujeta…

Sí, pero somos nosotros los hombres los que no le dejamos actuar… La fe tiene que estar muchas veces por encima de todo.

Las lanchas de juguete han sustituido a las zodiac.

Eso son las mafias. Ahora tú le preguntas a ellos, a los que vienen, quién gestiona eso, y no te dicen la verdad. No te dicen nada, no me lo dicen ni a mí. Las mafias compran estas barcas de juguete. Las mafias saben lo que hacen. Las mafias son más listas que los políticos. Ellas hacen lo que les da la gana. Están aquí, están allí. Hay que ir a por ellas.

¿Cree que está cumpliendo su misión, lo que le tocaba hacer aquí?

Todos tenemos un don. Yo estuve muchos años en Marruecos recogiendo a los españoles que no podían venir. Desde pequeñito uno siente algo, a mí Dios me dio el don de ayudar a los demás. Estoy orgulloso de lo que hago, pero soy uno más. Los medios de comunicación me han dado lo que yo soy, y se lo tengo que agradecer. La fe mueve montañas pero los medios de comunicación mueven corazones.

Su último proyecto, el centro polivalente San Vicente de Paul, ¿cuándo estará en funcionamiento?

El proyecto está terminado. Ahora estamos esperando a que la Junta de Andalucía nos dé el permiso. Las cosas de palacio… Estuvo parado por falta de medios, pero desde hace un año y medio está preparado, con las camas, la cocina... Estamos esperando el papel de la Junta. He hablado con todo bicho viviente, pero aún nada. En ese centro queremos meter a las mujeres que tenemos en los dos pisos de Victoria Eugenia, hay 18 camas. Es con lo que sueño.

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