Solidarios para el Desarrollo, 20 años combatiendo la soledad en Sevilla
Compañía para las personas que están solas. Básicamente, es lo viene ofreciendo desde 1994 Solidarios para el Desarrollo en Sevilla. Gente sin hogar, ancianos, presos, enfermos, los destinatarios. La calle, las cárceles, los hospitales, los lugares donde la asociación pretende generar nuevos espacios de encuentro. El acercamiento humano y la posibilidad de tejer una red y un compromiso hacia los que se encuentran solos han sido y son los principales objetivos para una conexión recíproca de cooperación y generosidad. Porque “¿quién ayuda a quién?”, apunta Rocío Hoces.
“En nombre de la ayuda se falta mucho el respeto”, considera la delegada de la asociación sin ánimo de lucro en Sevilla. Solidarios para el Desarrollo trata de alejarse por definición de ese concepto, de considerarse como la prestación de un servicio, de solventar una cuestión material cuando no se trata precisamente de eso. La asociación se nutre del trabajo y la acción social directa de voluntarios, de personas que no quieren ser observadores inoperantes del día a día de su ciudad y que dedican una parte de su tiempo a llevar un café al 'sin techo' de la esquina, a echar la mañana con el vecino mayor que vive solo, a pasar la tarde con el paciente que no recibe visita alguna en la cama de un centro sanitario cualquiera o a compartir inquietudes con quien no tiene más compañía que las rejas de su celda.
Movidos por esta reflexión interna, hace ahora 20 años un grupo de la Facultad de Derecho de Sevilla decidió ponerse en marcha. Asistían a una charla sobre voluntariado, exclusión y justicia social a cargo de José Carlos García Fajardo, fundador de la asociación tres años atras desde la Complutense de Madrid. Sus 'seminarios de solidaridad' tomaron forma a partir de aquellas mismas inquietudes: acompañar a los que más lo pudieran necesitar. La cárcel de Segovia, su primer destino, para no abandonar a su suerte a un compañero universitario. A partir de ahí fue creciendo la solidaridad y se fueron diversificando las acciones.
Prácticamente todos los programas que nacieron en aquellas fechas se mantienen. En Sevilla, funciona el aula de cultura en Sevilla I (con invitados semanales del mundo cultural), el programa de personas sin hogar, los acompañamientos a personas mayores (“muchas y muy solas”) y las visitas a personas hospitalizadas. Este sábado conmemoran su 20 aniversario con una jornada en la Casa de las Sirenas en la que intervienen, además de Fajardo, otros referentes en el ámbito social como José Chamizo o Paco Casero, junto a miembros de Solidarios. Experiencias tienen para rellenar libros, como a buen seguro las tienen sus compañeros de las delegaciones de Madrid, Granada, Murcia y Barcelona.
Movilizados ante situaciones de exclusión o injusticia social, algunos de sus programas surgieron de simples actos cotidianos. Una voluntaria se acercó una noche a darle un café a una persona sin hogar que vivía en su calle y planteó la necesidad de hacer de ese gesto una rutina semanal, convertido ahora en lo que llaman 'rutas de calle', explica Rocío Hoces, que incide en que su esfuerzo se centra principalmente en conectar a los voluntarios con las personas en exclusión o en riesgo de estarlo. Actualmente, en torno a un centenar de voluntarios colabora con Solidarios en Sevilla, un número que fluctúa tanto como el perfil de la persona que acerca a interesarse por la labor de la asociación, desde jóvenes universitarios hasta jubilados que deciden compartir su tiempo libre con otros que quizás tengan demasiado.
“La solidaridad también le merece la pena a uno mismo”
“Más que cuántos seamos, lo importante es el compromiso y la implicación”, señala Rocío Hoces, afirmando que la asociación cuida de manera permanente la formación del voluntario. Solidarios por el Desarrollo también fomenta el movimiento en red, con entidades y asociaciones, creando sinergias y generando recursos. En Sevilla, por ejemplo, colaboran con la Asociación Aliento, que trabaja en el asentamiento chabolista de El Vacie, en un programa de ludoteca y apoyo a la lectura y escritura para menores de 3 a 5 años.
La paradoja que supone la sensación de soledad estando rodeado de gente (o cómo una persona sin hogar asiste invisible al movimiento de multitud de personas dirigiéndose a sus ocupaciones) es una circunstancia “bastante grave” si se piensa un par de veces. Según el modelo de Solidarios para el Desarrollo, “no es cuestión de bondad sino de compromiso y responsabilidad”. En una “sociedad deshumanizada”, el ofrecer compañía a otra persona no se encuadra en la caridad o en la beneficencia sino que “es algo recíproco”, del que se benefician las dos partes, desde un egoísmo bien entendido, en el sentido de la satisfacción y felicidad que supone poder dar al otro algo que no tiene, y viceversa. Y el ser humano es por naturaleza un ser social, como dijo Aristóteles. “La solidaridad también le merece la pena a uno mismo”, enfatiza Rocío Hoces.
Es la seña de identidad de la asociación, tratar de implicar a la gente a la hora de compartir generosamente tiempo y espacio con los que no pueden disfrutar de compañía y que sea siempre “algo vivo”, de algún modo “menos institucionalizado”. Y todo ello, fuera de contexto (en las aulas de cultura que celebran cada semana, “no sabemos ni queremos saber por qué están esas personas en la cárcel”) y bajo la premisa, en otro caso, de respetar la libertad de cada uno, de ponerse siempre en la piel del otro.