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Un estudio revela que el aragonés sigue vivo “en toda la zona de uso” y afea “el limitado apoyo institucional”

Presentacion del libro 'Charrando aragonés: La lengua aragonesa en su zona de uso predominante', en la Feria del Libro de Huesca.

ElDiarioAragón / Europa Press

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El libro 'Charrando aragonés: La lengua aragonesa en su zona de uso predominante', que se ha presentado en la Feria del Libro de Huesca, revela que el aragonés sigue vivo en toda la zona considerada de uso de esta lengua a principios del siglo XXI. Este estudio sociolingüístico sobre este amenazado romance lo suscriben los investigadores de la Universidad de Zaragoza (Unizar), Antonio Eito, profesor del postgrado en Filología Aragonesa del campus oscense; Alejandro Pardos y Chaime Marcuello, ambos sociólogos; y el estadístico José Ángel Iranzo.

“El aragonés sigue vivo en toda la zona de uso”, afirman los investigadores de Unizar como conclusión determinante. El reconocimiento del aragonés como lengua y como patrimonio lingüístico, son otros elementos que citan como positivos. Sin embargo, “el limitado apoyo institucional, así como los cambios sociales y demográficos –entre ellos, la pérdida poblacional en su zona de uso o el retroceso de su empleo a nivel informal y local– son elementos negativos que pueden hacer”, consideran, “más difícil la pervivencia de la lengua románica más amenazada del mundo”.

Un millar de encuestas, realizadas en 60 municipios de ocho comarcas de la provincia de Huesca y del norte de la de Zaragoza, son la base para este trabajo que pretende ofrecer información para la conservación de esta parte del patrimonio cultural inmaterial de Aragón.

La investigación se ha desarrollado en la “zona de uso predominante” del aragonés, según la delimitaba el Anteproyecto de Ley de Lenguas de Aragón de 2001, que señalaba su presencia en alrededor de 140 municipios -mayoritariamente rurales- de las comarcas de Jacetania, Alto Gállego, Sobrarbe, Ribagorza, Cinco Villas, Hoya de Huesca/Plana de Uesca, Somontano, Monegros y Cinca Medio. La parte occidental de La Litera también fue objeto de prospección, concretamente Binéfar, especialmente por haber sido localidad receptora de habitantes de zonas aragonesohablantes en el proceso de migración rural de los siglos XX y XXI.

Entre las conclusiones que recoge este volumen –que también explica el proceso de investigación desarrollado– está que en torno a 35.000 personas, señalan los investigadores, tienen algún grado de conocimiento o contacto con el aragonés.

Dentro de este grupo, la cantidad de hablantes competentes, es decir, personas que entienden, hablan, escriben y leen en aragonés, se sitúa en una horquilla que va de 12.000 a 24.000; y de estos, los hablantes activos --aquellos que usan el aragonés de manera cotidiana-- representan aproximadamente el 25% de esta última cifra, lo que equivale a una cuarta parte de quienes tienen un dominio funcional de la lengua. “Cabe destacar –precisa Alejandro Pardos– que ocho de cada diez personas dicen entender el aragonés, un porcentaje muy elevado (79%), algo que se matiza posteriormente cuando se pregunta por otras competencias básicas como es hablar (34%), escribir (29%) o leer (69%)”.

Cotidiano

Se calcula que unas 8.000 personas lo utilizan efectivamente de manera cotidiana, “dándose principalmente”, explica Antonio Eito, “en pequeñas localidades, en contextos familiares o vecinales y sobre todo en gente mayor”. El uso de la lengua decae considerablemente en las relaciones más formales y fuera del entorno de los hablantes“. Estos datos”, añade Pardos, “muestran que la transmisión intergeneracional está fuertemente comprometida y que algunas medidas incipientes como la enseñanza en las escuelas, o la presencia, tímida, en medios de comunicación, pueden no ser suficientes si se quiere garantizar su pervivencia”.

“Sin embargo”, completa Eito, “la investigación recoge un amplísimo respaldo a la aplicación de medidas de protección cultural del aragonés, tanto de las personas que o usan o lo conocen como de las que no”.

Ente los aspectos más positivos que citan los autores, está la conciencia lingüística, mayoritaria en la población del norte de Aragón, incluso en los no hablantes, de la existencia de otra lengua diferenciada del castellano. El término “aragonés” es la forma más utilizada para nombrarla –aunque persisten, indican, otras denominaciones como “fabla” o “patués”–. A su vez, según los datos recogidos, el 80% de los hablantes considera que se trata de una única lengua, en lugar una serie de modalidades o dialectos, lo que no es obstáculo para que las denominaciones locales y los rasgos propios cuentan con una gran estima y consideración.

La herramienta utilizada para la obtención de información fue una adaptación, realizada por los investigadores de Unizar, de la Enquesta d'Usos de la Llengua Catalana.

La preocupación por garantizar la representatividad de los municipios seleccionados, explica Alejandro Pardos, condicionó la estrategia desde el principio: La despoblación, sumada a la dispersión de núcleos de muchas zonas, dificultaron la tarea de encontrar los perfiles exigidos para conseguir una adecuada representación territorial y de los distintos perfiles personales, según edad, género, formación y otros parámetros. “El 54% de los municipios de la zona de uso tienen menos de 200 habitantes”, precisa.

La estigmatización de la lengua aragonesa durante décadas, dificultó, además, señala, la participación en algunos casos.

El trabajo se llevó a cabo de acuerdo con todas las garantías científicas, explican los investigadores, estableciendo parámetros de control como plantear la traducción de frases concretas a los encuestados para validar sus respuestas. Finalmente fueron un millar las encuestas confirmadas, sobre las que se realizó la investigación.

Precedentes

El estudio sociolíngüístico del aragonés tiene pocos precedentes. Hace ya un cuarto de siglo, por encargo del Gobierno de Aragón, el Eusko Barómetro, dirigido por Francisco Llera, realizó un trabajo –con un número similar de encuestas– en torno a las hablas del Alto Aragón que, publicado en 2001, sería el antecedente más claro. Posteriormente solo el censo de 2011 incluyó, para el conjunto de Aragón, alguna pregunta sobre las lenguas de la Comunidad.

La financiación de este trabajo ha sido posible gracias a la aportación de la Cátedra Johan Ferrández d'Heredia de Lenguas Propias y Patrimonio Inmaterial de Aragón, de Unizar y de la Dirección General de Política Lingüística del Gobierno de Aragón, y a aportaciones de las comarcas de Ribagorza, Hoya de Huesca/Plana de Uesca y Jacetania.

Para el futuro, consideran sus autores, el objetivo sería poder repetir la encuesta periódicamente para estudiar la evolución del aragonés; y extenderla al conjunto de la comunidad autónoma.

Al respecto, consideran, hay importantes núcleos de potenciales hablantes en núcleos de población como Zaragoza, Ejea u otras cabeceras comarcales, que por un lado han acogido habitantes emigrados de las zonas de uso del aragonés, y por otro cuentan con importantes núcleos de neohablantes surgidos al calor de los movimientos culturales que divulgan y forman sobre esa lengua.

El libro cuenta con una edición en papel y otra digital. Esta última puede descargarse gratuitamente en este enlace.

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