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“Me sentí totalmente imantado por la personalidad arrolladora de Teresa Ramón”

Alejandro Cortés

Ana Sánchez Borroy

77 cortometrajes de todo el mundo compiten hasta el próximo sábado en el Festival Internacional de Cine de Huesca por uno de los Premios Danzante, que califican directamente para los Óscar. Compiten cortos llegados desde Rusia, Argentina, Canadá, Líbano, Chile, Corea del Sur... Sin embargo, el certamen también hace hueco a la cinta de un joven zaragozano enamorado del trabajo de una artista oscense. Alejandro Cortés (Zaragoza, 1983) presenta mañana lunes su largometraje Carrasca, un documental sobre la artista y pintora Teresa Ramón.

¿Por qué se interesó por Teresa Ramón?

Aunque mi formación cinematográfica en Argentina tuvo dos fases -una documental, en la que me formé con grandes maestros de la escuela internacional de Cine de San Antonio de los Baños, y la otra, de cine de autor y de ficción-; me considero un director de ficción. Entonces, es bastante curioso porque, de repente, un director de ficción hace un alto en el camino entre dos largos de ficción, Refugios y Mirada de vidrio, porque me sentí totalmente imantado por la personalidad arrolladora de un personaje real, que es Teresa Ramón. En mis orígenes, me dedicaba a la pintura, a la ilustración y a la fotografía. Por eso, conocía las obras de la generación de Teresa, pero siempre los nombres femeninos de esa generación se quedaban un poco ensombrecidos por todos aquellos grandes nombres masculinos que habían tenido un éxito internacional anterior. Me di cuenta de que, conociendo las pinturas, no conocía a la persona que estaba detrás. Bueno, pues me encontré con una personalidad que se lleva por delante lo que sea necesario y a que, a sus más de 70 años, tras superar una experiencia cercana a la muerte, vuelve para luchar por su arte y para dar un ejemplo a las generaciones más jóvenes de artistas y de mujeres creativas con su vida y su obra.

Hablas de una mujer que ha podido estar ensombrecida por los hombres de su generación...

(Interrumpe) No sólo ella concretamente. En general, ocurrió -y sigue ocurriendo- que había pinturas que podías llegar a conocer por haberlas visto, por haberlas disfrutado, pero se conocían más los nombres de los hombres de esa misma generación. Entonces, te encuentras con pintoras magníficas que igual no conocíamos tanto por una cuestión cultural. Al descubrir la persona detrás de la pintura, te das cuenta de que esa mujer tiene muchas cosas que contar y, además, que fue compañera de viaje de grandes pintores y amigos como Antonio Saura u otros representantes del expresionismo abstracto, con ese matiz figurativo, pero cubierto del color y de la fuerza expresiva del expresionismo. Si nos centramos en Teresa Ramón como persona, nos damos cuenta de la diferencia entre la lucha que ha tenido que afrontar ella y otros pintores.

Frente a esa sombra que comenta, ¿qué destacaría de Teresa Ramón para alguien que no conociese su trabajo?

Buff... yo la presentaría como la fuerza de la naturaleza. De hecho, el título de la película, Carrasca, hace referencia a que, si el protagonista o el personaje principal hubiera sido un hombre, sería un roble. Ella es carrasca, que es la versión femenina de ese árbol que crece donde sea necesario, que se mantiene a lo largo del tiempo, aunque esté rodeado de desierto o de otros árboles, que siempre crece y crece, que sigue creciendo y cambiando. Yo destacaría de Teresa que ella siempre, en su obra y en su vida, ha ido evolucionando y cambiando y que cuando ha visto que se agotaba una etapa, no ha dudado ni por un momento en emprender otra, costase lo que costase. Por eso, tiene obras como el mural del Somport, que son 90 metros, antes de llegar al túnel que conecta con Francia. O los 500 metros cuadrados del Palacio de Congresos de Huesca; es una obra que maravilla. Solemos pensar en el Guernica como una obra grande, como un cuadro inmenso y, entonces, ves la lucha, la fuerza del mural de 500 metros cuadrados del Palacio de Congresos y piensas, 'madre mía, ¿quién está detrás de esto?'. Hay líneas de 9 metros de largo, sin corte, que ha hecho ella a mano, a pincel, todo a pincel. Lo mismo ocurre con la nueva obra que presentó estos días en Huesca, en paralelo al Festival de Cine, Le Jeu de Vivre, que son otros 80 metros que ha pintado en los últimos meses y muestran cómo ha decidido no parar y continuar sorprendiendo. Por eso, destacaría la capacidad que tiene de hacer grandísimas obras y de cambiar siempre.

Carrasca promete trasladarnos al corazón del proceso creativo de Teresa Ramón, ¿cómo es ese proceso creativo, además de estar siempre en transformación?

La película tiene cosas en común con Teresa Ramón. Hay un viaje de vuelta a los orígenes: no solo a los orígenes personales, sino a los humanos, a otras culturas, a otras épocas, a los mitos, a aquello que ha hecho creer a muchas culturas en algo más allá que siempre estuvo. También hay un mestizaje entre lo rural y lo urbano, muy propio de nuestro país y muy propio de Teresa, en su obra y en su vida: ella empezó a pintar en las montañas, en su pueblo, en Ara, y eso está muy presente en la película. Además, hay algo que ella y que yo tenemos en común: aprender del pasado para encarar con esperanza el futuro. Y, por otro lado, una visión femenina en contextos masculinos. Además, si hubiera que destacar algo de la personalidad de Teresa Ramón y de la película y mis obras, podemos decir que suele aparecer un diálogo entre la infancia y la vejez, entre la vida y la muerte, entre la luz y la oscuridad, o el camino que hay entre ambos conceptos a través de la imaginación.

¿Cómo ha afrontado Teresa Ramón esa visión de mujer en un mundo de hombres?

Me imagino que, al igual que les ha ocurrido a otras mujeres, ha tenido que estar siempre buscando la grieta por la que colarse y poder plasmar lo que necesitaba interiormente, a pesar de las dificultades que tenía en su entorno y en el entorno que seguimos teniendo. Pensemos en cuando empezó a pintar a los 12 o 14 años, imagínate cómo era todo lo demás. Ella siempre ha puesto por delante su obra, su pintura y sus decisiones. Si ha tenido que prescindir o renunciar a cosas, en algún momento he tenido la oportunidad de volver a ese camino.

¿Qué retos ha tenido que superar para conseguir convertirse en la artista que es?

No quiero adelantar mucho porque en la película es uno de los temas de la trama, pero sí puedo decir que cuando le llamaban de Nueva York, quizá no podía contestar porque estaba llevando a los niños al colegio. Es un ejemplo muy sencillo, pero que ha podido frenar momentos de su carrera. También las decisiones de mantenerse en su tierra en lugar de salir fuera. O de mantenerse en un entorno familiar, en lugar de buscar la independencia individual. Después de décadas, sí, llega un momento en el que en su familia le apoya para que ella, como individuo y como ser creativo, pueda sacar adelante todo lo que lleva dentro.

¿Teresa Ramón merecería más reconocimiento del que ha recibido?

Yo creo que lo está recibiendo en este momento y que se lo merecía antes. El hecho de que tenga obra suya en países tan distintos como Estados Unidos, República Dominicana, Francia, Marruecos, Italia, Argentina... eso hace ver el potencial internacional que tenemos ante nuestros ojos cuando vemos su obra. Poco a poco y ahora, mucho más, se está pudiendo sacar adelante. Por fin, se lo merece.

¿Le ha gustado a Teresa Ramón el largo Carrasca?Carrasca?

Sí, es una de las pocas personas que ha podido verlo ya y me transmitió que es ella. Que, por suerte, cada uno tiene su mirada, que mi visión como autor y su visión pueden ser distintas, porque son lenguajes distintos, pero que la película le representa.

¿Ha sido difícil sacar adelante este proyecto?

Tengo la experiencia anterior de Refugios, un largometraje de ficción que hice entre el norte de Aragón, en las Cinco Villas, en Farasdués, y la gran ciudad de Buenos Aires. Imagina las dificultades que tuve que encarar para que unas 250 personas de 12 países participaran y pudieran sacar adelante conmigo un largometraje. Era un proyecto mucho más grande que yo, que estaba empezando. Eso me sirvió muchísimo para encarar un largometraje documental, en el que he sentido que tenía más libertad y más tiempo para poder hacer lo que realmente quería. El esfuerzo que necesitó mi primer largometraje de ficción me ha llevado a tener más herramientas y poder organizar un equipo de confianza con el que ya había compartido experiencias de rodaje. Teresa me lo puso muy fácil también: estuvimos meses y meses sin cámara para poder realizar una guía-guion y conocer a toda su gente, toda su personalidad, sus libros y obras para que luego en el rodaje todo fuera más sencillo. Hubo muchas dificultades, por supuesto, como siempre las hay, pero incluso los colaboradores y patrocinadores ayudaron muchísimo.

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