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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Un microscopio potente para encontrar ministros aragoneses

Reunión del Consejo de Ministros en junio de 2018.

Alberto Sabio Alcutén

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Necesitamos un microscopio muy potente para detectar ministros aragoneses en los últimos 43 años de democracia española. Entre 1977 y 2020 ha habido en España unos doscientos ministros, de los cuales solo 5 nacieron en Aragón, es decir, el 2,5%. Y de esos cinco, tres tuvieron un paso efímero por el Ministerio: el barbastrense Luis Manuel Cosculluela fue Ministro de Administración Territorial apenas un año; el oscense Sebastián Martín-Retortillo duró diez meses y sin cartera oficial (fue ministro adjunto al Presidente Suárez, aunque en la práctica gestionaba los temas de administracion pública), y aún más fugaz fue el paso del zaragozano Román Escolano, unos tres meses, por mor de la moción de censura que descabalgó a Mariano Rajoy.

Solo dos aragoneses se mantuvieron relativamente estables en el Consejo de Ministros. Se trata del turolense Jaime García Añoveros, que fue Ministro de Hacienda durante casi cuatro años, primero con Suárez y luego con Calvo Sotelo, y del también turolense Juan Alberto Belloch, “superministro” de Justicia e Interior con Felipe González. Antes, en 1993, accedió por separado a la cartera de Justicia. La palabra ministro procede del latín minister, es decir, mediador y servidor. ¿Somos los aragoneses poco servidores o nos faltan facultades de intermediación?, ¿o son otras las causas para explicar esta ausencia ministerial aragonesa?

Si realizamos un repaso biográfico a los ministros de las últimas décadas, encontramos en su mayoría a personas bien formadas. Otra cosa es que los ciudadanos depositen confianza en ellos. Casi todos han tenido titulación universitaria. Hay excepciones como Celia Villalobos, Corcuera y algunos más. Pero lo habitual  ha sido el título académico, incluso doctoral, lo que contrasta con el Reino Unido. Allí, si alguien llega a ministro sin tener un título universitario, se considera muestra de su valía profesional, mientras en España suele traducirse en indicio palmario de enchufismo o de habilidades trepadoras. Entonces, ¿ha habido tan pocos ministros aragoneses por falta de talento regional? No lo parece, a la vista del talento científico, cultural, económico o empresarial desplegado a raudales en los últimos años, donde los vientos y las olas han estado a favor de navegantes aragoneses muy capacitados. Las razones parecen estar en otra parte.

¿Qué factores pesan realmente para ser Ministro? Juan Rodríguez Teruel, en su libro sobre los ministros en la España democrática, subraya como elementos decisorios la recompensa política, las afinidades personales con el Presidente (que no debería llamarse así, sino primer ministro, pues nuestro régimen no es presidencialista, al menos en teoría), la atención a las distintas sensibilidades dentro del partido político que forma gobierno o el equilibrio territorial, tirando a veces de “personalidades independientes” para hacer frente al contexto político. Y ahí los aragoneses hemos pintado menos que Jesulín de Ubrique en la Real Academia de la Lengua o, si nos vamos al localismo, que Pichorras en Pastriz. En realidad, desde el Conde de Aranda, allá por finales del siglo XVIII, ningún aragonés ha mandado de verdad en Madrid. Va para dos siglos y medio… Si nos queremos consolar, podemos decir que los aragoneses talentosos no cambian la libertad por el poder. Pero la realidad es la que es. Y para cambiarla, a diferencia de la Ley de Derechos Históricos, esta vez no se necesita reformar la Constitución, basta con remover voluntades. Para ser ministro solo hace falta que le cuadres al presidente de turno.

Un gobierno de coalición, inédito en la democracia española, introduce muchas novedades. De entrada, cuatro ministros vicepresidentes. Además, históricamente, cuando la imagen del Presidente se desgasta, se recambia a los ministros como estrategia de supervivencia. Y esto no lo va a poder hacer con varios ministros, a riesgo de hacer saltar la coalición. Lo que perdura es que el nombramiento de ministro mantenga un timbre de gloria decomonónico que, a veces, no se corresponde dentro de una sociedad y de una economía que dependen más de los vaivenes de los mercados globales que de ellos. ¿Será esta otra forma de conformarse ante el ninguneo ministerial? 

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