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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Por la Tercera República

Gentes de Apoyo y Opinión

Un 14 de abril de 1931, España despertó a la alegría y a la modernidad, a la democracia, de la mano de la proclamación de su Segunda República, cuyos hitos sociales, políticos y culturales debieran formar parte de la memoria gozosa de nuestro país. Democracia es República. O, por decirlo de modo inverso, Monarquía no es democracia, no puede ser democracia. Una sociedad que pretenda definirse como democrática no puede estar sometida a una forma monárquica de Estado, por cuanto la Monarquía supone la negación del principio democrático en el acceso a la Jefatura del Estado. Resulta sorprendente, ya avanzada la segunda década del siglo XXI, e incluso un tanto desasosegante, la necesidad de recordar cuestiones tan evidentes como la apuntada. O tener que explicar que la Monarquía se asienta sobre una concepción jerárquica que desprecia la igualdad jurídica de las personas, que en un sistema monárquico dejan de ser ciudadanos para ser, meramente, súbditos. Súbditos a los que el monarca, lo hemos visto en demasiadas ocasiones, tiene siempre la tentación de reducir al silencio.

Monarquía, decíamos, es incompatible con democracia. Esta afirmación, que es válida en abstracto, lo es todavía más en nuestro país, donde la Monarquía es fruto de la herencia envenenada de una sangrienta Dictadura. El carácter hereditario del poder dinástico impide que la huella del origen desaparezca y por mucho que Juan Carlos I abdicara en favor de su hijo, Felipe VI, el vínculo de la Monarquía borbónica con el Franquismo es un dato inscrito en los anales de nuestra historia. Lejos de ser una expresión de transición hacia la democracia, la Monarquía es persistente recuerdo de las insuficiencias democráticas de la actual sociedad española, gestadas en una Transición tutelada por los poderes fácticos del Franquismo.

Por si todo esto fuera poco, los últimos tiempos han desvelado los estrechos vínculos de la Casa Real con el circuito de corrupción que asola nuestro país y que emponzoña nuestra vida política. Los turbios negocios de la hermana del Rey y su marido, la peligrosa amistad entre los actuales monarcas y personajes envueltos en procesos penales por corrupción, a los que no dudan en mostrar su comprensivo apoyo, los lazos de miembros de la familia del Rey con paraísos fiscales, son hechos de una extrema gravedad y por los que es preciso exigir responsabilidades. A todo ello hay añadir la relación que, tradicionalmente, la Monarquía española viene manteniendo con otras casas reales que, como las de los países del Golfo Pérsico o de Marruecos, son conocidas por su vulneración de los derechos humanos.

Vivimos tiempos de exigencia de democracia. España ha vivido procesos de movilización y de acción política cuyo eje central ha sido el reclamo de democracia real. La horizontalidad se ha convertido en expresión de una nueva forma de entender la política que, aunque venía gestándose de antiguo, estalló de modo inesperado en nuestras calles y plazas un 15 de mayo. Ese 15 de mayo fue un nuevo 14 de abril que sembró de alegría y esperanza todos los rincones de nuestra sociedad. Quienes nos reencontramos en las plazas apenas tuvimos que hacer esfuerzo alguno para olvidar las diferencias que nos habían alejado y entendimos rápidamente que el porvenir se abría ante nosotros, pero que había que construirlo. Y de ese modo, iniciamos muy diversos experimentos de convergencia, de cercanía, de ilusión, algunos de los cuales nos llevaron a pequeñas victorias recibidas, por inusuales, con ojos empañados de lágrimas. Esas victorias pueden ser preludio de otras más amplias que tiñan nuestros balcones de rojo, amarillo y morado. Porque en ese proyecto de democracia radical que, como decíamos, defendemos con radicalidad democrática, solo un horizonte se nos antoja oportuno: la Tercera República. A la tarea de su construcción quedamos convocados. Salud y República.

*Juan Manuel Aragüés, de “Gentes de Apoyo y Democracia”

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