Centro Social Luis Buñuel de Zaragoza, participación ciudadana y autogestión en un espacio que nació del 15M
Escuela de participación, trabajo colaborativo, implicación, tejer redes, transformación social… Son conceptos que trufan el discurso de las personas que autogestionan el Centro Social Comunitario Luis Buñuel. Ideas que desembocan en una suerte de filosofía vital: “Aportar al común”, algo que, reconocen, “el personal todavía no tiene muy claro qué significa”.
Verbalizan estos pensamientos, mientras explican qué es lo que hacen en las instalaciones de este antiguo instituto. También reiteran con orgullo su origen quincemayista. Miran al pasado con ilusión y nostalgia. El futuro lo divisan con esperanza.
En su charla, otra palabra surge varias veces: vida. De ahí nace esta idea. El proyecto original era “Dale vida al Luis Buñuel”. Creen, modestamente, que lo han logrado. Y aciertan. Aulas y pasillos han recobrado el aliento. Decenas de personas pululan por ellos: voluntarios, monitores de cursos, participantes de los mismos y gente que, simplemente, está.
Pero también elementos exánimes –todos procedentes de donaciones– que, sin embargo, otorgan una especial sensación de acogimiento y comodidad: sillas, mesas, ordenadores, colchones, alfombras, miles de carteles que se multiplican en las paredes, mensajes, dibujos… Nada que ver, recuerdan con una mezcla de añoranza y orgullo, con lo que era en el germen.
Elsa Navarra toma la palabra invitando a todas sus compañeras y compañeros a participar. Al principio eran 10, ahora 25 o 30 personas forman la Asamblea. Ese inicio se sitúa en la Asamblea del Gancho y Almozara del 15M, de ahí nace un foro que culmina con el surgimiento de este proyecto cuando, en la primavera de 2013, el Ayuntamiento de Zaragoza lo aprueba con los votos a favor de PSOE, CHA e IU.
El edificio llevaba vacío desde que, en 2005, dejó de acoger un instituto. En los albores de este proyecto, evocan, “estaba todo lleno de mierda, pasamos mucho frío, hacíamos las asambleas con mantas y velas”. Lo limpiaron y acondicionaron el espacio para llegar a lo que hoy es: un centro social comunitario y autogestionado.
Lo definen como “un espacio participativo en el que hay un intercambio. En el que la economía no es el centro de las cosas, y eso cambia un poco la lógica. No es un centro cívico porque la gente no viene hace lo que sea y se va, se pide que haya un intercambio”. Las personas que lo gestionan no sacan dinero de esto, y las que acuden al centro a realizar una actividad no pagan por ello: “Se hacen de manera gratuita cosas que en otro lado cuestan mucho dinero”.
El Ayuntamiento se hace cargo de la luz, el agua y la calefacción y el resto corre de su parte. Abren de lunes a viernes de 17:00 a 21:00 horas y, cada semana, pueden pasar por el centro alrededor de cien personas. ¿Para hacer qué?
Los proyectos
Solo si hay consenso entre los miembros de la Asamblea se acepta la entrada de un proyecto. “Consenso”, remarcan, rara avis en estos tiempos. Establecieron un decálogo que aplican para debatir la conveniencia, o no, de recibir una nueva actividad: en él se reservan el derecho de admisión, penalizan el consumo desordenado y masivo de alcohol, las faltas de respeto y la agresividad, el trapicheo: “Aquí no se hacen negocios, ni legales, ni ilegales”; fomentan el trabajo colaborativo, prohíben la entrada en espacios restringidos, piden que cada uno recoja su basura, recuerdan que a veces se necesita silencio, valorizan la actitud por encima de la actividad o el activismo y se muestran proclives a escuchar cualquier sugerencia.
Y, con estas claves, han logrado acoger a un teatro comunitario, gimnasia para mayores, Danza Butoh, Laboratorio de Clown, Big Band del Gancho, un taller de lectura, clases de meditación, coro para mujeres; teatro voz y movimiento y la Banda Musical de la Almozara.
Por si fuera poco, entre las paredes y las salas (algunas enormes) de este antiguo centro educativo –que también fue Museo de Bellas Artes y Casa Consistorial–, hay espacio para las reuniones de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, las Trabajadoras del hogar y cuidados, Greenpeace Aragón, Zaragoza Acoge – Bienvenidos Refugiados, Feeding Zaragoza, Nociones Comunes, el Colectivo de artistas en acción solidaria, Softwere Cívico y Ritmos de resistencia. Para rematar, ponen a disposición de los vecinos una asesoría social, una biblioteca y una tienda gratis.
Un crisol de inquietudes, modos de vida y actitudes que mezclan de manera homogénea y que logran el propósito primigenio: le dan vida al Luis Buñuel.