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Dos años después de la riada en el Ebro: “Si no se interviene en el río, todo lo que inviertan no valdrá de nada”

Santiago Castro aboga por limpiar el río.

Óscar F. Civieta

Novillas (Zaragoza) —

El paisaje es otro en torno a Novillas (Zaragoza). El verde resucita. Dos años después de la ‘extraordinaria’ riada, sus efectos devastadores se han evaporado en gran parte, aunque sigue habiendo huellas: algunas muy visibles; otras, quizá las peores, permanecen ocultas para el ojo poco ducho. Santiago Castro acompañó a eldiario.es en 2015 y vuelve a hacerlo ahora. Muestra la misma mezcolanza de sonrisa y pesimismo. Hay cosas que no cambian.

Este agricultor perdió el producto de 80 de las 120 hectáreas que maneja (entre propias y alquiladas). Todo el terreno está otra vez cultivado. También pudo contratar de nuevo al trabajador despedido y la maquinaria que acababa de comprar entonces ya está renovada. Su vida no parece haber cambiado demasiado (la fuerza de la costumbre).

Reconoce que las administraciones han gastado dinero, “pero no vale de nada si no invierten en el río”. Se extrae un corolario muy preciso tras dos horas con Santiago Castro: la absoluta asunción de que, aunque todavía estén curando las heridas de la última riada, en cuanto venga otra volverán a la casilla de salida. “¿Y qué quieres que hagamos?”, cuestiona con ironía.

Repite, como hiciera hace dos años, que no piden un dragado, sino una limpieza y un mantenimiento: “Todo lo que han hecho ha sido para recuperar el destrozo, pero nada para atemperar los efectos cuando venga otra. Que vendrá. Invertir así es dinero perdido”. Asegura que cuando las autoridades visitan las tierras les cuenta lo mismo, y que le dan la razón: “Pero en la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) dicen que es cosa del Gobierno de Aragón, estos le pasan la pelota al Ministerio de Medio Ambiente, y al final nadie hace nada”.

Una solución, explica, sería mover las islas y dejar espacio para que el agua circule por el medio, “lo que no es normal es que hayan hecho 200 metros de mota con tierra traída de Tauste, cuando podrían haberla cogido de las propias islas”. Además, en opinión de Castro, el daño será cada vez mayor, “ya que las islas crecen en medio del río, no hay cauce y el agua se extiende con más facilidad”.

En juicio por las riadas de 2013 y 2014

Los daños en las tierras de Castro se valoraron en 182.455 euros. Ya ha sido indemnizado tanto por el Gobierno como por el seguro; “pero no lo suficiente”, recalca. Cobró por la riada de 2015, pero no por el resto: “En 2003 nos dieron unas ayudas a devolver, en 2004, 2005 y 2006 nada; algo en 2007, y, de nuevo, nada en 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013 y 2014”. Ahora están pendientes de juicio por la reclamación de los daños de 2013 (104.014 euros) y 2014.

Tiene la certidumbre absoluta de que si hay otra riada no les pagarán nada: “En 2015 lo metieron por decreto porque había elecciones, pero ahora ya da igual. Dicen que han gastado 30 millones de euros, no pueden pagar ese dinero todos los años”. Por eso, reitera, no entiende que no se tomen medidas correctoras.

Montones de grava y arena jalonan los caminos. Sorprende su presencia. Es que no es solo lo perdido, dice el agricultor, “también lo que nos hemos tenido que gastar”. Entre cinco personas, afirma, pagaron 70.000 euros para sacar grava (había hasta 80 centímetros) de 13 hectáreas de terreno, y arena de 8. De gasoil para los tractores gasta, normalmente, 50.000 euros al año, en la anualidad posterior a la riada fueron 70.000.

“Hay campo que nunca volverá a ser el que era”

De las 80 hectáreas que perdió, hay 10 en las que aún no ha podido recoger. Del resto sacó algo en 2016. El problema, explica, es que la riada se llevó la tierra y ahora lo que hay debajo en algunas zonas es grava, “en cuanto el río sube, el agua se filtra y se encharca, estos campos ya no volverán a ser lo que eran, nunca darán tanto como antes”.

Existen efectos de la concatenación de riadas que son imborrables. Y eso lleva a la depreciación del espacio. Una hectárea en Tauste o en Cortes, apunta Castro, cuesta entre 16.000 y 18.000 euros, aquí, en Novillas, no pasan de 7.000, “y lo normal es que ni se vendan”.

Antes plantaba guisantes y habas, ahora solo alfalfa: “No merece la pena, las congeladoras ya no quieren. No se arriesgan a que venga una riada y no puedan recibir nada”.

Una nueva zona inundable sin preguntar

No todo es negativo, reconoce Castro que sí se han tomado medidas para minorar los efectos de una posible riada futura en lo que afecta al pueblo y a la carretera: “En eso sí estamos contentos”. Estas actuaciones se concretan en el movimiento de una mota, “para quitar presión al pueblo”, y en la creación de una escollera (dique formado con piedras) de 700 metros que protege la carretera de Novillas a Tauste.

La satisfacción dura poco. De la aprobación pasa a la mayor de las desavenencias. La culpa la tiene una acción de la CHE que, so promesa de hacer una escollera en su lugar, eliminó 120 metros de mota. Meses después la piedra no se ha puesto y lo que hay es una nueva zona inundable.

“Dentro de poco van a venir los que mandan y les voy a traer aquí, a ver qué dicen”.

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