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El pueblo con menos habitantes del mundo cuyo tráfico se regula con semáforos está en Zaragoza

Semáforo a la entrada de Purujosa.

Ana Aguirre Jiménez

Zaragoza —
10 de septiembre de 2021 22:13 h

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Purujosa, el pueblo zaragozano enclavado en la Comarca del Aranda, se corona como la localidad con menos habitantes del mundo cuyo tráfico se regula con semáforos, tal y como recogen desde el mismo municipio. Sobre la ladera del monte y rodeado de naturaleza, el primer semáforo abre la puerta a la avenida principal de la localidad. Empieza un recorrido de algo más de 200 metros de sentido único, en cuyo final se vislumbra el segundo y último semáforo, situado en la plaza Mayor.

Las señales luminosas llegaron a Purujosa para cambiar la vida de sus vecinos. “Había jaleo porque se encontraba la gente cuando uno subía y otro bajaba”, recuerda José Gómez, habitante del municipio. La estrechez de la empinada calle central de esta localidad complica la maniobra cuando confluyen dos vehículos al mismo tiempo. “No hay espacio suficiente para que el que sube o el que baja le ceda sitio al otro. No tienen capacidad de maniobra”, explica la alcaldesa de Purujosa, Mari Carmen Clemente.

Ante esta problemática, el anterior alcalde del municipio, Santiago San Martín, decidió que Purujosa debía contar con semáforos. “Poner el semáforo es por pura lógica. Si no, podrían chocar dos coches de frente”, apunta Mari Carmen.

De esta forma, hace cerca de veinte años, tal y como cuenta la alcaldesa, una empresa ubicada en Illueca se encargó de instalar los semáforos en la localidad donde lucen desde entonces, mientras que otra compañía de Zaragoza realizó la sincronización entre ellos. A día de hoy es la misma empresa que los instaló la que se ocupa de su mantenimiento y de la regulación de los tiempos.

Cinco minutos para cruzar Purujosa

Recorrer la calle principal a pie lleva alrededor de cinco minutos. El mismo tiempo que tardará el semáforo en cambiar de color para poder pasar, en el caso de escoger ir con vehículo. Si es así, se deberá respetar el tiempo de espera del semáforo. “El que no lo respeta al final se sabe”, apunta José Gómez. Y es que al tratarse de una calle de única dirección, en el caso de apurar el semáforo, cabe la posibilidad de encontrarse con otro automóvil, teniendo que maniobrar uno de ellos marcha atrás hasta el final de la calle.

“El semáforo está cronometrado para que se tenga tiempo suficiente para hacer el recorrido tanto de abajo arriba como de arriba abajo”, comenta la alcaldesa.

Sin embargo, hay otras causas que hacen que sea posible que dos coches se junten en el camino. Cruzarse con algún vecino o simplemente perder algo de tiempo altera el ritmo del semáforo. Es por ello que todos coinciden en la importancia de obedecerle, algo que es habitual en el municipio zaragozano. “Hay que respetar las leyes del semáforo”, apunta Plácido Pérez, vecino de la localidad. Y es que la colocación de estos semáforos, tal y como destaca Mari Carmen, “evita accidentes dentro de la circulación que hay”.

Estos dos vecinos luminosos sitúan a Purujosa en el mundo tras convertirse en la localidad con menos habitantes cuyo tráfico se ve regulado con semáforos. Esto es algo que atrae cada año a los más curiosos hasta este municipio aragonés. “A la gente le parece curioso, les llama la atención y vienen”, comenta José Gómez. Pero sin duda, este no es el único encanto que esconde Purujosa. También conocida como “el nido de águilas”, esta localidad cuenta con un entorno natural que recorrer a través de diferentes rutas senderistas.

De hecho, una de ellas está contemplada dentro de las trece propuestas senderistas lanzadas hace unos meses por la Diputación Provincial de Zaragoza. Se trata de la ruta de los Barrancos en Purujosa, que está señalizada, es de trazado circular y enlaza los barrancos de Cuartún y de la Virgen a través del collado de Barrevinoso, permitiendo conocer los paisajes de las grandes muelas calizas situadas sobre los barrancos.

Las calles de la localidad también permiten apreciar la flora y la fauna que componen este paisaje. Tal y como narran los vecinos de este municipio zaragozano, es viable encontrarse a algún animal recorriendo las vías que acogen las antiguas casas de piedra u otros lugares señalados como la ermita de la Virgen de Constantín o la iglesia de El Salvador, ubicada al final de la calle Mayor. Un paseo que, además de estar delimitado por los famosos semáforos, permite contemplar, como si de un mirador se tratase, el entorno natural de esta bella localidad.

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