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¿Cómo evitar más de 400 muertes anuales por olas de calor en Alicante?

Un termómetro en una ciudad de la costa mediterránea.

Clemente Álvarez

Un nuevo estudio del Instituto de Salud Carlos III publicado en Environmental Research considera que Alicante es la provincia española donde más pueden aumentar las muertes por olas de calor: 464 fallecimientos anuales de 2021 a 2050 y 1.314 fallecimientos anuales de 2051 a 2100. Le siguen Zaragoza, Madrid, Vizcaya, Huesca, Sevilla, Barcelona… Sin embargo, lo más interesante de esta investigación no es el número estimado de posibles muertes en cada provincia –que tiene un alto margen de error para horizontes temporales tan lejanos–, sino aportar una herramienta para que esto no ocurra. O por lo menos para intentar reducir al máximo el número de fallecimientos por esta causa.

La clave está en lo que se conoce como temperatura de disparo, aquella a partir de la cual se produce un aumento de las muertes en una ola de calor. Si Alicante es la provincia donde más pueden aumentar las muertes en todo el país es porque estadísticamente su temperatura de disparo en la actualidad está en solo 32 grados, un valor que se alcanza un 17% de los días del año. En Badajoz esa temperatura a partir de la cual se constata hoy una subida de los fallecimientos está en 38 grados (lo que ocurre un 13% de los días), en Madrid en 34 grados (18%), en Pontevedra en 30 grados (12%) y en Murcia, justo al lado de Alicante, en 34 grados (3%). En cada provincia los valores son distintos, aunque estén muy cerca, lo que puede depender de factores como la cantidad de población, el número de personas mayores, etc…

Si como se espera por efecto del cambio climático aumenta el porcentaje de días en los que se alcanza esa temperatura de disparo, entonces se producirá un incremento de los fallecimientos anuales, que en algunos lugares puede ser muy importante. Esto es lo que calcula el equipo de investigación de Julio Díaz y Cristina Linares, tomando estimaciones aproximadas de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), lo que da como resultado una previsión de los fallecimientos por olas de calor para cada provincia en el periodo 2021-2050 y 2051-2100 (ver el primer mapa)

Ahora bien, esto es así únicamente si no se hace nada para adaptarse, lo novedoso del estudio es que los investigadores contemplan otro escenario totalmente distinto (segundo mapa) en el que se consigue que la temperatura a la que aumentan las muertes sea cada vez más alta.

“¿Cómo consigo yo adaptarme al calor? Es decir, cómo se hace para que la mortalidad atribuible al calor comience a producirse a una temperatura más elevada. Pues con planes de prevención, mejoras en los servicios sanitarios, educando en la cultura del calor, adecuando las viviendas…”, explica Julio Díaz, jefe de Área del Departamento de Epidemiología y Bioestadística de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III.

“En el caso de Alicante habría que pasar de los 32 grados que es la temperatura de disparo de la mortalidad ahora a 38 grados, esto es adaptarse seis grados en 100 años. ¿Es mucho o es poco? Pues depende. Hay estudios hechos en Estocolmo que muestran que en los últimos 100 años se han adaptado a un ritmo de 0,6 grados por década, justo lo que haría falta en Alicante. Otro en Japón refleja una adaptación de 1,2 grados por década. No es un imposible, adaptarse a ese ritmo no es un imposible”, detalla el investigador.

Como explica Díaz, la ventaja de este estudio es que aporta indicadores medibles para saber si cada provincia lo está haciendo bien o no. Antes, para evaluar si los planes de prevención estaban funcionando, había que esperar a contar la mortalidad por calor y compararla con los registros anteriores. Ahora se sabría mucho antes en qué punto de adaptación se está comprobando si se está consiguiendo subir la temperatura de disparo al objetivo marcado.

Como precisa, “si las temperaturas de disparo no cambian es que nos adaptamos cero. Es decir, si la temperatura de disparo de la mortalidad por calor es ahora de 36 grados en Madrid y no hay adaptación seguirá siendo de 36 grados en 2100. Y eso haría que se disparase la mortalidad por calor. En el peor escenario, tendríamos 12.000 muertes cada año en España, en lugar de las 1.400 que hay ahora”.

“Adaptarse supone que la temperatura de disparo de la mortalidad por calor suba al mismo ritmo que están subiendo las temperaturas en un entorno de calentamiento global. Si conseguimos esto, si nos adaptamos, no aumentará la mortalidad por calor o incluso bajará, pues la previsión es que se reduzcan las defunciones al reducirse la pirámide de población”, señala el investigador, que especifica que esta reducción de la mortalidad supondría también un ahorro de 49.100 millones de euros anuales.

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