El impulsor de la mayor demolición de una presa en Europa: “No son obras eternas, se pueden tirar”
Roberto Epple está orgulloso de lo conseguido. Nada menos que la mayor demolición de una presa en Europa. La organización que preside, European Rivers Network, es la responsable de que una excavadora hiciera el primer agujero en el muro del embalse de Vezins, en Normandía (norte de Francia), hace unas semanas. “Hay que desmontarla como se tira una casa, trozo a trozo, no se puede explotar con dinamita por seguridad”, explica desde la sede de la organización en Puy-en-Velay, en la región del Loira, donde ha regresado después de unos intensos días al pie de las obras de demolición.
Vezins, de 36 metros de altura, es la mayor de dos presas que cortan el río La Sélune en su último tramo para producir electricidad. El problema era que este torrente de agua es la casa de varias especies migratorias, entre ellas el salmón atlántico, al que le era imposible atravesar la presa para remontar sus aguas. Cuando la eléctrica EDF pidió renovar la concesión por otros 40 años, en 2004, la organización de Epple y otros colectivos conservacionistas como WWF, argumentaron en las consultas públicas que la mejor opción sería tirarla para proteger uno de los escasísimos lugares en Francia donde aún pervive esta especie de salmón.
Tres años después, la propia EDF reconocía que le era imposible garantizar un paso para los peces en ese muro de 36 metros de altura, como para entonces exigía la Directiva Marco de Agua. En 2009, el Estado francés decidió no renovar la concesión y dejar de producir electricidad.
“Nosotros introdujimos la idea de que una presa no tiene por qué estar para siempre, se puede tirar, no es una obra eterna”, dice Epple. Pero no a propósito de Vezins, que el Estado galo finalmente decidió demoler en 2012, sino mucho antes. Este activista fue en los años 80 una de las caras visibles de la pelea, sufragada por WWF durante años, para evitar la construcción de cuatro presas en el Loira, uno de los lugares históricos para el salmón atlántico. Aquella batalla la ganaron y lograron además que se tiraran otras tres. “Hace 30 años el contexto era muy diferente, no había muchas presas que hubieran llegado al final de su vida útil; el Loira sigue teniendo salmones porque tiramos las presas”.
Pero no hay que demoler todas estas obras, reconoce Epple, sino ver caso a caso. Sin embargo, este activista tiene claro que, cuando una presa llega al final de la concesión, “es el momento de reflexionar qué hacer”. “Y esa fue la idea de la campaña en Vezins: cuando hay presas que son viejas pueden ser peligrosas, inútiles en algunos casos o dar problemas ecológicos con consecuencias muy graves para los ríos”.
La Sélune desemboca en uno de los lugares emblemáticos de Francia, la bahía del Monte Saint-Michel, que cada año visitan millones de turistas por su monte-ciudadela. El bloqueo del río por las presas no solo amenazaba la bahía por la falta de sedimentos, sino que los que llegaban estaban contaminados. Esta es una región sobre todo agrícola y minera, así que en las aguas de La Sélune había incluso metales pesados. “Si se corta la aportación de sedimentos y el agua es de mala calidad, la bahía morirá, es una cuestión de 100 o 150 años que suceda”, advierte Epple.
Ahora, cuando la presa se haya terminado de tirar, “tendremos 100 kilómetros de río que fluirá libre. Ya no producirá electricidad, sino biodiversidad”.