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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Jane Goodall: “Debemos usar el don de nuestras vidas para hacer de este mundo un lugar mejor para todos y todas”

Jane Goodall con Motambo, huérfano, en el Centro de Recuperación de Chimpancés en Tchimpounga

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Jane Goodall (Londres, 1934) tuvo la primera toma de contacto con África al leer las aventuras de Tarzán a los 10 años. Sonriente, afirma que 'el rey de la selva' se enamoró de la Jane equivocada en vez de enamorarse de ella. Este14 de julio se han cumplido 60 años desde que viajó al continente de la cuna de la humanidad. En los bosques de Gombe (Tanzania) hizo realidad el sueño al que se ha dedicado toda la vida. No llevaba apenas cosas materiales en su mochila, pero le acompañaron los consejos de su madre. “Aprovecha cada oportunidad y, si no te rindes, encontrarás la manera de hacer lo que quieras”, cuenta que le decía su madre.

Científica, pionera en el activismo medioambiental, Mensajera de la Paz de la ONU y Premio Príncipe de Asturias de Investigación en 2003 –entre otras muchas distinciones–, es con toda probabilidad la persona que más sabe de la conducta de los chimpancés. Lleva más de medio siglo estudiándolos y protegiéndolos. Tanto, que se ha convertido en su representante y en su voz humana.

El confinamiento la cogió en Bournemouth, ciudad donde se crió en el sur de Inglaterra. La pandemia no le ha frenado en sus quehaceres, y transmite mensajes a sus seguidores y encuentra tiempo para atender a los periodistas a través de Skype, Zoom, el correo electrónico... Observa a través de la pantalla atentamente con ojos llenos de sabiduría. Su voz transmite ternura y, al distinguir su característica coleta blanca , solo entonces, te das cuenta de que estás frente al icono de la conservación mundial.

A raíz de la aparición del coronavirus, lucha con más fuerza si cabe por la defensa de los animales y el medio ambiente. Planta cara a los incendios, la deforestación, el cambio climático y a cualquier otra circunstancia que oprime a los seres vivos. Sus armas son la esperanza y la fe inquebrantable en la bondad de la gente. Quiere morir con las botas puestas. Su instituto (IJG) está llevando a cabo proyectos para hacer de nuestro mundo un planeta mejor.

Ha viajado alrededor del mundo durante 300 días al año, todos los años, desde 1986. Ha tenido que parar el ritmo frenético de su agenda por la situación actual. En todo este tiempo, ¿ha notado que las personas se están preocupando más por la protección del medio ambiente?

Absolutamente. Hay un aumento significativo de la concienciación, particularmente entre los jóvenes, pero desafortunadamente muchas personas no están haciendo nada al respecto todavía, porque se sienten bastante dubitativas e indefensas al no saber qué pueden hacer por el bienestar; piensan que el problema es demasiado grande. Además, como es sabido, tenemos ciertos líderes políticos y líderes industriales que realmente prefieren anteponer el desarrollo económico a la protección del medio ambiente. Si no protegemos el medio ambiente y no reducimos nuestras emisiones, el cambio climático será inevitable y haremos que vaya a peor.

El confinamiento durante meses para evitar la expansión de la COVID-19 ha reducido las tasas de contaminación, han proliferado más animales y, en definitiva, hemos dado un respiro a la naturaleza. Aunque tengamos que lamentar la pérdida de vidas humanas, ¿fue realmente necesaria la llegada de esta pandemia a nuestras vidas para aprender a respetar la naturaleza y dejarla descansar? No había sido posible hasta ahora...

Afortunadamente, parece que esta pandemia ha despertado a muchas personas. Desafortunadamente, otra gran parte de la población todavía no parece haber entendido que fue nuestra falta de respeto hacia la naturaleza, nuestra falta de respeto al medio ambiente y a los animales lo que realmente propició los factores necesarios para que se diese este virus, también para que las bacterias saltasen de un animal a un humano (lo que realmente propicia los factores necesarios para que un virus, o también una bacteria, salte de un animal a un humano).

En su opinión, ¿cuál es la relación entre la pandemia y nuestro comportamiento con los animales no humanos?

Talamos troncos y deforestamos el bosque, empujamos a los animales a tener un contacto más cercano con las personas, construimos carreteras en los bosques, los cazadores pueden adentrarse más en su espesura y cazan, matan y comen animales creando las condiciones perfectas en las que se puede desarrollar el virus. Luego están los mercados asiáticos de carne de animales exóticos y las terribles y crueles condiciones en las que se encuentran: ejemplares de animales de diferentes especies amontonadas y hacinadas en condiciones extremadamente antihigiénicas, etc,. Todo esto favorece que sea muy fácil que cualquier virus salte de un animal a un humano debido a la orina, la sangre y las heces que pueden contaminarlo todo. Y también debemos recordar que la cría intensiva de animales en granjas industriales donde hay animales hacinados en las peores condiciones también provoca que las bacterias y los virus se propaguen y causen nuevas enfermedades en las personas (de hecho, la mayoría de las enfermedades nuevas que afligen a las personas hoy en día se contagian a través de los animales y es nuestra culpa).

Los científicos temen la llegada del coronavirus al hábitat o santuarios de los grandes simios. ¿Deberíamos preocuparnos?

¿Si estamos preocupados? Sí, estamos muy preocupados. El problema es que, en nuestros santuarios podemos cuidar a los chimpancés, podemos evitar que vengan los visitantes, podemos asegurarnos de que el personal tenga mascarillas y permanezcan en cuarentena. El problema no es ese. El gran problema es la falta de fondos, porque muchos de los santuarios dependen de las visitas que nos hacen los visitantes. Pero cuando se trata de los chimpancés salvajes, no hay una barrera. Intentamos sensibilizar a los pueblos que viven alrededor del parque, ya sea en Senegal, en Tanzania, Uganda, Guinea o donde sea. No obstante, nos encontramos realmente indefensos y solo tenemos que esperar y rezar para que el virus no se acerque al hábitat de los chimpancés, porque seguro que podrían ser infectados por este coronavirus, porque son muy susceptibles a estas enfermedades respiratorias. Y es una gran preocupación para nosotros.

[Explicamos a nuestros lectores que en el Instituto Jane Goodall los responsables usan guantes y mascarillas y además de asegurar que no falta comida y agua, comprueban que los espacios estén limpios en los centros de rehabilitación. Asimismo, a pesar de no acercarse a los simios más de la cuenta, tienen a una persona que se encarga de controlar a los chimpancés desde la distancia para ver si tienen signos de enfermedad].

Durante casi los últimos 30 años, su Centro de Rehabilitación de Chimpancés de Tchimpounga (Congo) ha estado rescatando chimpancés que son víctimas de la caza y el tráfico ilegal. Ese centro de rescate está dirigido por la veterinaria española Rebeca Atencia. ¿Estos chimpancés alguna vez nos perdonarán por el mal que les hemos causado? En su opinión, ¿los chimpancés son conscientes de nuestra capacidad para el mal?

No, no creo que lo sean. Cuando llegan por primera vez se asustan al ver a la gente, pero a medida que van creciendo, los cuidadores los abrazan, los cuidan y alimentan desde que son jóvenes. Y creo que, en ese momento cualquier sentimiento de miedo da paso a un sentimiento de amor. Creo que los chimpancés en Tchimpounga aman a Rebeca y a los cuidadores. Se han olvidado por completo de la maldad, excepto cuando tienen flashbacks del momento en el que dispararon a sus madres e iban a ser destinados a la venta, a ser vendidos como mascotas. Así que pienso que los chimpancés no entienden que seamos malvados, solo saben que a veces pueden temer a la gente.

Con los avances tecnológicos que existen actualmente (computadoras, internet, redes sociales, mejoras en el transporte y en las comunicaciones, etc,.), si hubiera tenido estas cosas en su juventud, ¿qué le hubiera gustado hacer? ¿Hay algún proyecto que no pudiste materializar debido a la falta de estos recursos tecnológicos?

Bueno, a decir verdad, personalmente estoy agradecida de que en mis inicios no estuvieran disponibles nada de estas cosas. Con esto quiero decir que yo estaba en el bosque, sola con los chimpancés y no necesitaba nada más. Podía tener un par de prismáticos, un cuaderno y estaba allí, en mitad de la selva con los chimpancés. Según mi opinión, aprendí más de esa manera que utilizando pequeños tablets y presionando botones en pantallas táctiles. Hoy en día la realidad es totalmente diferente comparándola con la del pasado, pero en aquel entonces... (suspira haciendo una pausa). Estoy muy contenta de haber vivido esa realidad, y pienso que mi estudio con los chimpancés fue mucho mejor sin todas estas tecnologías modernas. 

¿Hay algún proyecto que le gustaría haber realizado pero para el cual cree que ya no tiene tiempo para completarlo?

Oh, sí. Hay un proyecto para el que sé que no tengo tiempo, y es salvar el planeta (risas). No tendré tiempo para hacer eso. Pero, ¿sabes? si seguimos como siempre, si continuamos actuando como de costumbre, si volvemos a ser como éramos antes de la pandemia, si olvidamos el hecho de que el aire se descontaminó, el bosque se limpió, los animales salieron del bosque... si olvidamos todo eso, lo cual me temo que va a pasar y haremos, y volvemos a pensar que el desarrollo económico es más importante que salvar el medio ambiente, entonces no me gustaría imaginarme el planeta que dejaremos a nuestros tataranietos. En la desescalada, en este camino descendente, todavía estamos a tiempo, tenemos un lapso de tiempo, una oportunidad. Debemos de unirnos y establecer o encontrar una forma de relacionarnos mejor con la naturaleza y con los animales. Precisamente es por eso por lo que me apasiona tanto el programa Raíces y Brotes (Roots & Shoots ) del IJG que llevamos a cabo. Actualmente estamos presentes en 68 países y seguimos creciendo. Con su puesta en marcha, hemos favorecido la aparición de jóvenes que entienden la importancia del medio ambiente, que saben acerca de la necesidad de respetar nuestro entorno y que entienden que, a pesar de que necesitamos algo de dinero para vivir, no debemos vivir por dinero. Así que participaré en este proyecto hasta que me muera, pero me temo que moriré antes de que todos los niños del planeta hayan unido sus fuerzas, (risas), así que sí...

Usted fue una de las primeras naturalistas. Con el debido respeto, con la perspectiva y sabiduría que le dan sus 86 años de edad, ¿alguna vez se sintió discriminada por ser mujer?

Realmente no. Ser mujer me ayudó en algunas cosas prácticas. El paleontólogo, antropólogo y arqueólogo británico Louis Leakey creía firmemente que las mujeres eran mejores trabajadoras de campo que los hombres. Yo era joven y no había ido a la universidad cuando termine en África. Si Louis hubiese sido un hombre joven y hubiera desafiado el pensamiento predominante que establece que solo los seres humanos tienen emociones y personalidad, que estamos separados del reino animal y no somos parte de él, creo que lo habrían criticado tanto como a mí.

[Recordamos que, sin haber pasado por la universidad, Jane consiguió una plaza para hacer un doctorado. Fue la octava persona en la historia de Cambridge y la primera mujer que hizo un doctorado sin una licenciatura]. 

National Geographic lanzó recientemente un documental llamado Jane Goodall: HOPE (en español, La gran esperanza). Si tuviera que dejar una palabra para la posteridad, además de la esperanza, ¿cuál sería?

Quiero decir, creo que... ya sabes, el mensaje más importante que quiero hacer llegar es que todo está unido de alguna manera, que cada uno de nosotros importa y tiene un papel que desempeñar, que individualmente podemos marcar la diferencia todos los días. Podemos elegir qué tipo de diferencia podemos y queremos hacer. Debemos usar el don de nuestras vidas para hacer de este mundo un lugar mejor para todos y todas. Pero para crear el tipo de mundo con el que soñamos, primero tenemos que aliviar la pobreza. Porque cuando se es realmente pobre, se destruyen los últimos árboles para cultivar alimentos que comen las familias, o se pesca el último de los pescados por la misma razón. Y si eres pobre y vives en una ciudad, comes la comida basura más barata, tanto que no puedes permitirte el lujo de decir: '¿Dañó el medio ambiente?' o '¿esto es cruel para los animales?', y así sucesivamente.

Tendríamos que hacer algo para cambiar el estilo de vida y hacerlo sostenible. No podemos ignorar el hecho de que en este momento hay casi 7,8 mil millones de personas en el planeta y que estamos usando algunos de los recursos de la naturaleza como si fuesen infinitos. Son finitos y, en algunos lugares, los estamos consumiendo con más rapidez de la que la naturaleza puede regenerarlos“.

Y en el futuro, ¿qué?

Dicen que en 2050 habrá cerca de 10 mil millones de seres humanos en el planeta, todos ellos queriendo tener el mismo estilo de vida lujoso que muestran las películas de Hollywood. ¿Que qué va a pasar? No lo sé, pero tenemos que pensarlo y reflexionarlo. La mayoría de la gente se niega a hablar de eso porque cree que el asunto es políticamente sensible o incómodo. Sin embargo, aunque no lo queramos ver, está ahí, es un hecho. Y no podemos esconder la cabeza en la arena y decir que no existe, que se resolverá solo, sin hacer nada, como el presidente Trump dice que la Covid-19 desaparecerá. El crecimiento de nuestra población no desaparecerá, va en aumento. Tenemos que pensar en todas estas cosas“. 

El equipo del Instituto Jane Goodall España está trabajando en investigación, conservación, desarrollo sostenible y educación en Senegal y Guinea, ¿cuál es su opinión sobre su trabajo?

Bueno, creo que el Instituto Jane Goodall ha hecho un trabajo absolutamente fantástico. Tiene un personal y voluntarios increíbles, no solo aprendiendo sobre los chimpancés en Senegal, lo cual resultó difícil, sino también trabajando para mejorar la vida de la gente local, como lo hacemos en Tanzania. El IJG España logró hacer esto con relativamente poco dinero y tuvo un gran éxito. Y Racíces y Brotes (Roots & Shoots) está creciendo en España; tenemos alrededor de 100 grupos hasta ahora, y espero que puedan ser muchos más. Necesitamos un gran impulso y ayuda, ahora más que nunca, porque es momento de juntarnos y marcar la diferencia antes de que sea demasiado tarde. Y son los jóvenes los que realmente van a lograr esto.

[El Instituto Jane Goodall ha rescatado y rehabilitado más de 160 chimpancés en Congo, ha plantado más de 700.000 árboles en Senegal y Guinea, ha reciclado más de 100.000 móviles en España con el programa Movilízate por la selva, entre otras acciones].

¿Cómo crees que te recordarán?

Creo que comenzar Raíces y Brotes es probablemente una de las cosas por las que me recordarán. Y el otro es ayudar a las personas a comprender que los animales no son cosas, que los animales tienen personalidades, mentes y emociones. No somos los únicos seres que tienen personalidad, mente y emociones. Somos parte del reino animal y debemos mostrar un respeto mucho mayor a los otros seres asombrosos con los que compartimos el planeta.

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

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