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La eterna batalla de rehabilitación de las Antiguas Escuelas de Terán: cuatro décadas de promesas y abandono

Las Antiguas Escuelas de Terán están en una zona conocida como La Castañera.

Diego Cobo

Cabuérniga —

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Las viejas escuelas se deshacen en el corazón de Terán: el tejado desguazado, la cubierta hundida, los matorrales creciendo en el interior, la vegetación saliendo por las ventanas. En los barrotes del pórtico, los vecinos colgaron un cartel: 'Recuperación y rehabilitación ¡¡Ya!!'. Es un grito de guerra, o su eco, porque en septiembre de 1986, al tiempo que el Ayuntamiento de Cabuérniga ultimaba la venta del edificio a un particular, Guillermo Rolland y Lavilleon escribió una carta al Gobierno de Cantabria diciendo que, como institución, debía de recordarle al Consistorio la obligación de proteger la construcción ante las amenazas de que se cernían sobre él. Su posible derribo para llevarse la piedra de mampostería dañaría “irreparablemente” la belleza y armonía de la zona, aseguraba. Y para ello, el ilustre habitante de Cabuérniga, que aún sigue en pie de guerra a pesar de la edad, se agarraba al expediente que había declarado como conjunto monumental el casco urbano a comienzos de los años ochenta. “Desde entonces, nada: el abandono más absoluto por parte del propietario”, escribió Rolland muchos años después en un artículo titulado Abandono e ignorancia en la Castañera de Terán.

La Castañera es un parque con una vieja necrópolis visigoda bajo tierra y un bosquecillo sobre ella. La iglesia de Santa Eulalia y las Antiguas Escuelas están escoltadas por hileras de castaños centenarios que se retuercen hacia el cielo. El edificio histórico, finalmente, no se desarmó como se pretendió en algún momento, pero la belleza y armonía que defendía Rolland se ha convertido en una impenitente lucha vecinal. “Los responsables de la situación son el propietario y la Administración”, explica Fernando Moreno, de la Asociación Cultural La Castañera, que rápidamente señala que “el edificio es muy emblemático y querido por el pueblo”. La asociación fue creada en 2014 e integra a la Plataforma en Defensa de las Escuelas de Terán, esa voz trenzada de voces que lleva años aullando por la conservación de este icónico ejemplo de la arquitectura neoclásica rural.

Era 1864 y el alcalde de Cabuérniga encargó a Mariano Pueyo y Puyol el diseño de las escuelas; él, encantado, lo aceptó por ser “el más principal que puede llevarse a cabo en un Ayuntamiento pues que tiende a la educación de la infancia en la época en que se imprimen en el entendimiento humano los primeros rudimentos, las primeras luces, las primeras ideas que después han de formar el buen criterio y el fundamento de la civilización”. Y en Cabuérniga, donde las reuniones entre Augusto González de Linares, Nicolás Salmerón y Francisco Giner de los Ríos sembraron las bases de la Institución Libre de Enseñanza, había un caldo de cultivo idóneo.

Pueyo y Puyol, así, concibió un edificio neoclásico con “ventilación a cuatro vientos para dar clase según convenga” distribuido en un cuerpo central y dos naves laterales. Allí se educarían varias generaciones de chicos y chicas del valle antes de que el edificio se convirtiese en un cine rural. Antes de que el pleno del Ayuntamiento, en 1985, alegara que era muy caro de mantener, que no daba ningún servicio y que el paso del tiempo y las inclemencias de la meteorología lo deterioraban inexorablemente. Antes de que el Consistorio se deshiciera de él por cinco millones de pesetas y antes de que la herrumbe colonizara las rejas del pórtico donde los vecinos colgaran la pancarta que desearían haber arrancado hace mucho tiempo.

La historia interminable

Han pasado más de 37 años desde que el edificio se vendiera a un particular en contra de la opinión del pueblo, como recoge el acta de venta; casi cuatro décadas de aullidos cuyo último reclamo es una carta en el escritorio de Fernando Moreno. Aún no la ha enviado, explica el activista en su casa de Terán, pero ya le tiembla en las manos. En el documento hace un recorrido por los hitos de este eterno proceso acompañado de promesas y, asegura que, “si es necesario”, volverán a acudir a la justicia por incumplir las obligaciones de conservación. Es lo que ya hicieron en 2019: acudir a la Fiscalía por vulnerar una concatenación de leyes que protegen al “edificio singular monumental”, como recogen las normas subsidiarias de planeamiento de Cabuérniga. Al menos, sobre el papel.

En ese viaje de lucha y reclamos, Rolland volvió a la carga una década después pidiendo al consejero de Cultura que rescatara el edificio, ya que era uno de los escasos edificios neoclásicos de uso público en Cantabria y se encontraba protegido, y pedía que se obligara al propietario a arreglar la cubierta o que se le expropiara el edificio por incumplir todas las disposiciones habidas sobre el patrimonio protegido. La Ley de Patrimonio Cultural de Cantabria de 1998, de hecho, recoge en su artículo 45 varios de los supuestos que solo un año antes había argumentado el denunciante. En la nueva reclamación, además, Rolland adjuntaba fotos, planos y cartas del responsable del Área de Historia del Arte de la Universidad de Cantabria, del director del colegio anexo Manuel Llano y de la asociación Cantabria Nuestra. Pero no obtuvo respuesta.

A la Ley de Patrimonio Cultural de Cantabria le siguieron más figuras de protección al declarar a las escuelas Bien Inventariado del Patrimonio Cultural de Cantabria en 2001 y a la villa de Terán como Bien de Interés Local en la Categoría de Conjunto Histórico en 2004. El cerco sobre la obligación de restaurar las antiguas escuelas se cerró aún más, aunque el silencio y la ruina las siguieron atenazando. El clamor, también.

Todas estas disposiciones son las que la asociación vecinal desmenuzó para justificar sus acciones. Sus páginas son una compilación de los diferentes artículos de la Ley de Patrimonio que obligan al propietario a conservar el edificio o a las instituciones a hacerse cargo. La ley también otorga a las personas el derecho a denunciar el peligro de destrucción, y es lo que la asociación La Castañera hizo ante la justicia. La Fiscalía, siguiendo el artículo 39 de la Ley de Patrimonio, accedió: “Los propietarios, titulares de derechos reales y poseedores de bienes integrantes del Patrimonio Cultural de Cantabria, aunque no hayan sido inventariados, están obligados a conservarlos y protegerlos debidamente para asegurar su integridad y evitar su pérdida, destrucción o deterioro”.

Pero Fernando dice que la “promesa” del propietario de arreglar la cubierta llevó a la justicia a archivar la denuncia y a los vecinos a abrirse a la esperanza. Fue en vano, ya que eso solo sirvió para ganar tiempo: “No se ha movido ni una teja”. La Asociación Hispania Nostra, que en 2016 incluyó las Antiguas Escuelas de Terán en su Lista Roja del Patrimonio, no lo duda a la hora de establecer el estado de conservación del monumento histórico: “Abandonado y en lamentable estado de deterioro que amenaza ruina. Techumbres en parte hundidas, invadido por la vegetación, expoliado”.

¿Un nuevo horizonte?

Hubo un momento en que se palpó la solución. Hicieron falta cartas de la plataforma al Ayuntamiento y a la Consejería de Cultura, protestas, recogida de firmas y proposiciones no de ley. Hicieron falta artículos en la prensa, reuniones y la presencia de los guardianes del patrimonio cabuérnigo durante una sesión en el Parlamento, de la que fueron expulsados, para agitar el debate público. Los vecinos, así, pensaron en alternativas para el uso de las escuelas en consonancia con el desarrollo de la comarca y los valores educativos que comenzaban a descollar a finales del siglo XIX.

La plataforma se refería al alma de las escuelas como “código genético”, y la traducción contemporánea, pensaron, sería la propuesta del Centro de Investigación y Alta Cocina de Cantabria (CIACC). El centro aunaría el patrimonio gastronómico y el desarrollo territorial y turístico de un valle con apenas mil habitantes. No sería una escuela de formación al uso, sino un centro de investigación, divulgación y encuentros al estilo del Basque Culinary Center de San Sebastián. La justificación: “Aprovechar los tópicos” y “modernizarlos”, es decir, aferrarse a esta sucesión de bosques, pastizales, montañas y mar para crear un sello propio. Cabuérniga, consideraban sus promotores, era un lugar estratégico: cerca de la costa, en montes de caza y boletus y un valle fértil para cultivar. Esas eran las razones que esgrimieron en el dossier, y el centro podría espolear la ganadería, la agricultura ecológica y los recursos forestales. También lanzaron algunos datos, como los dos millones de euros necesarios para rehabilitar el edificio y ponerlo en marcha.

La propuesta, de alguna manera, seguía la estela y ampliaba el proyecto de rehabilitación de 1992 firmado por Luis Pérez Pérez-Camarero en nombre de la Junta de Fomento de Cabuérniga. El arquitecto se refería a un edificio “normal en otros municipios, falta en el valle de Cabuérniga” cuyas instalaciones podrían servir como salón de conferencias, escenario para conciertos o centro de reuniones. El técnico, sin embargo, también mencionaba el estado “soberbio pero ruinoso” de un edificio con un pequeño patio y un pórtico central construido “conforme al más estricto canon neoclásico”.

Pero todos estos argumentos llevados al papel en 2014 solo sirvieron para aumentar la desesperación de sus autores, que en 2021 consiguieron —por fin— que la Consejería de Cultura iniciara un expediente de protección. El Gobierno autonómico realizó un informe técnico diciendo que eran necesarias las obras de consolidación de las fachadas y la cubierta, y daba al propietario dos meses para presentar los documentos y otros cuatro para ejecutar las obras.

El expediente, dice ahora Fernando, “está durmiendo” por la salida del anterior gobierno local: durante los dos primeros años del anterior mandato gobernó el PSOE (coincidiendo con la Consejería de Cultura, dirigida por el mismo partido) mientras que los dos años siguientes lo hizo el PP. Por eso, el cambio político en Cabuérniga (PP) y Cantabria (PP) ha traído una brisa de esperanza para Terán. La actual alcaldesa de Cabuérniga, Rosa Fernández, que según Fernando Moreno “siempre” ha estado a favor de la recuperación de las escuelas y firmó la denuncia ante la Fiscalía durante la recogida de firmas, tiene la intención de adquirir las escuelas para rehabilitarlas.

De momento, las paredes nobles de piedra de una escuela que después de acoger a niños y niñas sirvió como cine, está a la venta por 190.000 euros. Un Bien de Interés Cultural abandonado, que sigue buscando su rehabilitación 37 años después. En Terán, por si acaso, prefieren tener preparada la nueva reclamación. “Si este tema es recurrente”, concluye Fernando, “es porque nos hemos ocupado en no dejarlo dormir: nos interesa que el edificio vuelva a pasar al pueblo”.

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