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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González
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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Felices

Gonzalo Bolland

Hubo un tiempo en que las personas felices no estaban bien consideradas. Más bien todo lo contrario. En realidad mostrarse feliz, incluso contento, resultaba como hortera, vulgar, ramplón, poco progresista. Lo conveniente, entonces, era mostrarse continuamente ceñudo, hacer dieta a base de pepinillos búlgaros, beber vodka ucraniano, parecerse mucho a Lola Gaos y latigarse todas las noches la espalda con las cuerdas arrancadas a la guitarra de Raimon, Ovidi Monitor, Mikel Laboa o Pablo Guerrero.

Fueron los años de la náusea sartriarna, la última angustia de Juliette Greco, la lluvia cayendo permanentemente sobre la arrugada gabardina de Albert Camus y todas esas insoportables películas húngaras, polacas, albanesas, rumanas, checoslovacas... Lo bueno de este tiempo –tan mediocre, por otra parte– es que todo el mundo quiere ser feliz; hasta los desgraciados.

En la cultura de nuestra época, fundamentalmente televisiva, lo que más abunda son las estrategias publicitarias que consideran necesario, o cuando menos conveniente, que para alcanzar la felicidad, eso sí, una felicidad pequeño burguesa, virtual, de democracia enmoquetada, chándal casero, músiquilla incesante de canciones estúpidas y pensamiento único, no tengas más remedio que conducir un vehículo impresionante, pasar los fines de semana comprando naderías en gigantescos centros comerciales, acceder a tu sucursal bancaria para abrazar a su director como si estuvieras abrazando a Jesús de Nazaret y hablar por el móvil, repleto de absurdas aplicaciones, mientras saltas a la comba, bailas claqué sobre deslumbrantes baldosas egipcias o corres por deslumbrantes parques municipales en compañía de hombres y mujeres de una juventud deslumbrante, esbelta, sana, interminable..

Me entusiasman las personas felices. Las personas verdaderamente felices. No puedo remediarlo. Me entusiasman por escasas: las mujeres que te reciben como si les hubieras donado un palacio cubierto de atardeceres; los hombres que al fondo de la barra festejan con sonoras carcajadas el último chiste imbécil del barman; los delincuentes que te revisan los bolsillos como si te estuvieran tributando un homenaje en vida y las madres, sobre todo las madres, las madres que acaban de tener su primer hijo y todavía piensan que el primogénito jamás podrá convertirse en un chapero, en un hijoputa, en un concursante de Gran Hermano, en un periodista a sueldo de Cristiano Ronaldo o en un ferviente admirador de las políticas neoliberales de Angela Merkel, impulsadas en nuestro desorientado país por Mariano, Montoro, Sorayita, bonita, y demás...

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