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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

La fiebre: breve crónica de un delirio

José Ramón Blanco en una imagen de archivo.

Susana Ruiz

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Este año me ha tocado pasar la gripe. Es curioso cómo nos afectan estos pequeños accidentes de la salud. Nuestros cuerpos, todopoderosos y aparentemente inquebrantables, resistentes a los envites diarios del estrés y las dolencias menores, de repente se derrumban ante un virus cualquiera que nos postra en una cama durante días. No es que mi caso sea único; de hecho, solo soy una de las cientos de personas que han pasado o están por pasar esa enfermedad, característica de la época del año en la que estamos y que alcanza ya los niveles de epidemia en nuestra comunidad. Mal de muchas, consuelo de tontas, dicen.

Lo que ha diferenciado mi gripe de la de otros años ha sido la fiebre. Cual amante goloso, me ha arrastrado a la cama. Me ha hecho sudar, temblar. Ha incendiado mi cuerpo, dejándolo roto para volverlo a hacer arder horas después. Sin descanso, en una suerte de orgía lisérgica, entre paracetamol y delirios. No sabiendo muy bien si mi discernimiento entre la realidad y las alucinaciones febriles estaba viéndose afectado de manera permanente.

Los ratos que no estaba susurrándole a la luna, me entretenía con la actualidad política. Ya sé que tengo unos gustos que rallan el masoquismo, pero a estas alturas de mi vida no tengo muchas ganas de cambiar de aficiones. Entre escalofríos asistí a la maniobra errejonista en Madrid. La fractura en dos de lo que se suponía el proyecto político más transformador desde la instauración de la democracia hizo que lo que era una febrícula en aquel momento aumentase hasta los 39,5º. Vi entre nebulosas olor canela a Carmena haciendo magdalenas arcoíris rellenas de cianuro para enviárselas a un Pablo Iglesias en plena crisis existencial. Y a un Errejón lloroso, sabiendo que había sacrificado lo personal por lo político, balbuceando en las televisiones que Más Madrid es la opción de la mayoría, transversal y potenciadora de un discurso sin sobresaltos ni propuestas rupturistas. El cambio tranquilo. La alternativa a un PSOE, que sigue sin interpelar a una mayoría social desheredada y huérfana de opciones políticas. Lo que me resultó curioso es que, teniendo en aquel momento de secretaria general a Irene Montero fuera el macho alfa de la manada quien tuviera que pronunciarse al respecto, interrumpiendo su baja paternal. Se ve que el feminismo no nos alcanza para tanto, pero no me hagan mucho caso que seguro que la fiebre me hizo malinterpretar algunas cosas.

Al día siguiente teníamos organizada una rueda de prensa en Madrid para presentar la plataforma Municipalistas. Mis compañeras se lanzaron al ruedo mediático atenazadas por la crisis madrileña pero con la seguridad que dan las apuestas firmes: democracia radical, horizontalidad, códigos éticos estrictos y más, mucho más, municipalismo. Un proyecto que surge de la unión de las iniciativas de más de una docena de ciudades y pueblos de todo el estado que han elegido erigir los cimientos de una red de apoyo muto que trascienda los límites de lo meramente electoral. Y fueron de nuevo mis delirios los que les acompañaron ese día y que, entre sudores y mantitas, me arrastraron a un sueño bondadoso de fraternidad y reconquista de los derechos de las más necesitadas.

Pero la fiebre había decidido no abandonarme de momento. Se había instalado de okupa en un cuerpo que la recibía con la alegría de quien decide rendirse al enemigo, entregar las armas y postrarse a su servicio. Y así, espectadora impotente, acumulaba pañuelos de papel y conversaciones con amistades que me hacían más llevadera la agonía. Los últimos coletazos de la gripe, curada al final a base de antibióticos, me trajeron la entrevista al diputado José Ramón Blanco en este mismo medio desde el que les escribo. En este caso entendí que no podía sino ser fruto de mi mente trastornada por la calentura y decidí darle el crédito que se merecen las pesadillas: ninguno. Nadie que ostente una representación pública debería hacer declaraciones semejantes, así que solo hay dos opciones: o mi cerebro estaba peor de lo que parecía o estábamos los dos aquejados del mismo mal. Aún no me he decidido por ninguna de las dos.

Ya me encuentro mucho mejor. Gracias a la medicación que ha ido haciendo su trabajo y a los cuidados y calditos de mi madre, he recuperado algo del raciocinio que me quedaba. Lo realmente sorprendente es que en ocasiones creo que los delirios no me han abandonado del todo. He podido ver como la alcaldesa de Santander hace promoción de marcas comerciales en Twitter, luciendo bolso cual influencer de moda. O como el Sr Rivera comenta que no hay nada más feminista que una mujer ayudando a concebir un hijo a otra mujer, en referencia a los vientres de alquiler. O como se blanquea un golpe de estado en Venezuela, que aunque no nos guste un pelo Maduro, no deja de ser el presidente electo de ese país. Ayer nuestro Senado vivía una sesión de opereta y postureo, pagada con el dinero de los contribuyentes, para que el PP luciera radicalidad fachuna. Y a Fitur llevamos una cápsula espacial para promocionar la comunidad autónoma en la que vivimos, para enseñar que pensamos colonizar Marte.

Decía Roy Batty en Blade Runner en un monólogo inolvidable que había visto cosas que no creeríamos. Me siento como ese replicante, que llora en la lluvia, asistiendo impotente a los delirios de una sociedad cada vez más atrapada en las alucinaciones febriles de una gripe permanente.

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