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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Contra la privatización de la información pública

El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, durante una comparecencia.

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La reciente sentencia del Tribunal Supremo que condenaba al Fiscal General del Estado, Álvaro García Ortiz y, por lo tanto, le abocaba a la dimisión, tiene una deriva que es el cuestionamiento y el daño infringido al papel del periodismo en las sociedades modernas. 

Que el Alto Tribunal cuestionara durante la vista el papel de una serie de periodistas que, bajo juramento y exponiéndose a ser encausados, declararon haber tenido constancia de la declaración fiscal autoinculpatoria de Alberto González Amador, previa al asunto en litigio, lo que convirtió su declaración en irrelevante, con el añadido de considerarse la invocación al secreto profesional como una “amenaza” al propio tribunal.

Si ya de por sí la profesión periodística se depauperaba en la opinión de la ciudadanía, el Supremo ponía otro clavo en el ataúd de la profesión para regocijo de aquellos a los que encantaría una ley de prensa como la que llevó al cierre y demolición del diario ‘Madrid’.

Sin embargo, pese a la opinión del tribunal, la declaración de los periodistas no fue en detrimento, sino todo lo contrario, de la profesión, pese a los pareceres y las decisiones del tribunal, algo por lo que sentir orgullo de ejercerla. Quedó constancia de la necesidad, aún en 2025, de este ejercicio de un derecho constitucional como una garantía del buen estado de salud democrática de un país.

El periodismo, a mi modo de ver, aborda una realidad problemática con técnicas complejas con el fin de ofrecer una interpretación profunda de la realidad. Cuando el periodismo aborda verdades simples me parece menos periodismo, pero este gana altura y se justifica como un servicio social cuando intenta meter el escalpelo no solo en dar cuenta puntual de acontecimientos, sino de interpretarlos, y hacerlo en profundidad.

Para ello dispone de la crónica, que es el Ferrari del periodismo: un género rápido, bello, una ‘macchina’ en todos los sentidos. Es el género narrativo por antonomasia, el más parecido a la literatura, de la que ha tomado prestados estilos y técnicas (Leila Guerriero, la gran cronista en habla hispana, lo encuadra sin titubeos en la narrativa sin más). 

Luego está el Rolls-Royce del periodismo, el reportaje, que pretende hacer lo mismo pero por otro camino: menos personal, más cediendo el protagonismo a terceros. Y está la entrevista, la entrevista en profundidad, de apariencia liviana pero muy reveladora: un utilitario de ciudad, práctico y muy resolutivo. 

Hay más, pero estos son los géneros esenciales a mi modo de ver para abordar realidades complejas, mucho más interesantes y efectivos que la mera noticia.

Y mucho más honestos, todo hay que decirlo, que el periodismo de declaraciones de hoy en día, reforzado por la precariedad de los medios y la pereza de los profesionales, que prefieren poner el micro y transcribir, sea lo que sea y aunque caiga en contradicción con otras declaraciones.

Se ha visto en este juicio que el periodismo está ahí y que tiene tarea por delante. Sigue siendo útil a la sociedad y solo por esto sobrevivirá. No es que sea tarea suya la defensa de la separación de poderes, de la presunción de inocencia, de la impartición de justicia, que con controlar al poder ya tiene suficiente. Pero está visto que también, ya que el momento actual es de una extrema delicadeza y España corre el riesgo de caer en una espiral autocrática, asolada por los vientos que soplan de otras latitudes y asaeteada por aquellos que no se resisten a no ejercer el poder, sí o sí.

Por ello es cada vez más importante el acceso a la información, bien el ciudadano a través de medios de comunicación veraces y fiables, bien los profesionales, en lo tocante al acceso a los datos, sobre todo en poder de las instituciones públicas. ¿Por qué las instituciones no parecen tener conciencia de que con la información han de actuar igual que actúan con los caudales y el patrimonio público? 

La información, los datos, no son de las instituciones, que meramente los generan o los administran, por lo que cualquier intento de retenerlos o demorarlos es un mal uso de un patrimonio que es de todos. 

De nada sirve la información si no es rápida, del mismo modo que la justicia es menos justicia si no se ejerce con diligencia. El secuestro de la información o su empantanamiento tal vez sea hoy uno de los escollos más importantes que hay para el ejercicio del derecho a la información y quien lo retiene lo sabe. La privatización de la información pública es hoy uno de las principales amenazas de la democracia.

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