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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Hacia un nuevo sentido común

Más de 2,5 millones de viviendas en Alemania funcionan en cesión de Uso. En España, el modelo lucha por extenderse (fuente de la imagen: ecosistemaurbano.org)

Patricia Manrique

Hace unos días se abrió para su consulta pública un interesante proyecto que pretende mostrar un nutrido manojo de iniciativas cooperativas llevadas a cabo por personas anónimas que se han liado la manta a la cabeza para vivir una vida mejor, esto es, con valores alternativos a la ley de la selva neoliberal. Se trata de la “Constelación de los Comunes”, proyecto dirigido por la profesora de Estudios Culturales en el Carleton College (Minnesota, EE.UU.), Palmar Álvarez-Blanco, vallisoletana de origen, cuyo objetivo es mapear y poner a disposición de quien lo desee, de ahí su carácter bilingüe, la trayectoria de estos casi 50 proyectos cooperativos de diferentes ámbitos del Estado español. Desde Cantabria, han participado Sosterra, Las Gildas, Pasaje SeguroLa LibreLa Vorágine.

La web nace con la ilusión de seguir creciendo para mostrar la inmensa riqueza que esconde el universo de las iniciativas cooperativas, esa galaxia del bien común —de la que la constelación es solo una pequeña muestra— en la que se integran trabajos y proyectos de todo tipo que nada tienen que ver con la competición neoliberal, pero permiten a sus integrantes no solo desempeñar las tareas que se proponen —desde editar libros a construir un edificio de viviendas en cesión de uso— sino hacerlo en el mejor de los ambientes.

Busca dar a conocer los avatares, protocolos, fortalezas y debilidades y hasta medios de contacto de cada uno de los grupos, de modo que su experiencia sea útil para otros proyectos que vengan detrás. Por ello, la herramienta dispone de videos de entrevistas transcritos en castellano y traducidos al inglés que pueden ser utilizadas en aulas de todo tipo, incluso de idiomas, y, de hecho, ofrece un aula abierta en la que se facilitan actividades de clase elaboradas por profesores para trabajar con el alumnado de diversos grados formativos. Contra la ideología neoliberal, que hace creer que realmente vivimos en la ley de la selva, las Constelaciones del Común ponen la vida en el centro haciendo frente al conflicto capital-vida, como nos enseñan las economistas feministas como Amaia Pérez Orozco: armando la retaguardia y haciéndolo en común.

 “Común” es la rúbrica que ata hoy por hoy, tal vez de un modo más cercano al sentir general que los discursos políticos del XIX, aquellas formas de vida capaces de defendernos de un sistema mayormente necio que no hace sino producir injusticia y pobreza, malestar e incluso enfermedad y muerte. Se trata de un concepto no tan nuevo —cualidad sobrevalorada en el paraíso de la obsolescencia programada que son nuestras sociedades— como renovador, pues hay toda una tradición semioculta de los comunes por recuperar, aunque tal vez menos en Europa que en otras latitudes, como las del Sur Global, que hoy son estudiadas con interés en la medida en que ofrecen modelos de resistencia y sostenibilidad absolutamente necesarios.

Se trata, en general, de alternativas al capitalismo, vestido primero de liberalismo y de neoliberalismo después —ahora—, que hacen frente al hecho de que no sólo es un sistema económico sino toda una racionalidad, una antropología o, mejor, una antroponomía, una norma de lo humano —ya que el ser humano no tiene únicamente naturaleza sino, sobre todo, cultura—. Una ideología, podríamos decir, “malista”, que ha dado por buenos valores que, bien mirados, son vergonzosos. Primero Locke y luego Adam Smith, dieron bases a esta antroponomía liberal con dos mitos: el individualismo y la competitividad. Adam Smith, perpetrador de esa cara magufada sin sustento empírico que es la “mano invisible del mercado”, se adelanta —y condiciona— con sus planteamientos al evolucionismo darwinista que consagrará la competencia como motor evolutivo cuando hoy sabemos que, en realidad, es más útil la colaboración gracias a voces como la de Lynn Margulis. 

Con el neoliberalismo y su inhumana base económica de la mano de Milton Friedman y otros, llega un proceso de subjetivación que los pensadores Pierre Dardot y Christian Laval caracterizan en El ser neoliberal  y cuyo objetivo fue bien formulado por Margaret Thatcher cuando señaló: «la economía es el método, el objetivo es cambiar el alma y el corazón». El individuo neoliberal es ese sujeto “empresario de sí mismo” que se caracteriza por buscar, a partes iguales, “darse sin restricción al trabajo” y “gozar lo más que pueda, pasarlo genial y exhibirlo como espectáculo de un éxito total”, señalan. Una doble presión permanente que, si no se responde adecuadamente, se castiga con el fracaso. Crecer, crecer, crecer sin límite: ese es el prometeísmo característico de Occidente, que no conoce la finitud.

Por otro lado, se trata de un sistema que procura generar sujetos incapaces emocionalmente, ya que necesita vendernos, en sus propias claves, la libertad, las emociones, los afectos y la propia felicidad. Happycracia, lo llaman la socióloga Eva Illouz y el psicólogo Edgar Cabanas en un reciente libro en el que repasan la industria de la felicidad obligatoria que nunca es colmada, pues sigue los patrones de crecimiento al infinito capitalista. Algo que provoca una constante insatisfacción absolutamente conveniente para que gurús, coach, psicólogos del capitalismo emocional y vendedores de humo varios se forren a costa del dolor ajeno.

Por fortuna, proyectos como los que se presentan en la Constelación de los Comunes son más habituales —comunes— cada vez, al parecer más desde la crisis de 2008 —y resistieron a esta mejor— y nos traen buenas noticias, nos hacen caer en la cuenta de que el liberalismo tiene en torno a 300 años cuando los Homo Sapiens poblamos la tierra desde hace 300.000, y probablemente, en no demasiado tiempo en dimensiones históricas, pase a la historia como una broma pesada. Este sistema que prima por encima de todo el beneficio, incluso si pisotea la vida humana, ha mal utilizado el desarrollo técnico y la economía del carbón y, aunque nos quiera vender la moto de que los éxitos conseguidos por ambos son suyos, no es cierto, y ahora, pasado ya el pico del petróleo, está resultando incapaz de poner el freno y repensarse. Se hace, así, imperativo un cambio, una alternativa. Y ahí están las economías del común.

Las estrellas de esta constelación, una de tantas, proponen y promueven un buen sentido aspirante a sentido común: sentido común de lo común, romper con el dominante neoliberal que genera estilos de vida individualistas y desgraciados. La suya es una forma de la pregunta por la felicidad, pero no por la de la happycracia, sino por una felicidad sostenible y de dimensiones humanas, pues tiene muy en cuenta la finitud, la vulnerabilidad y la interdependencia. Quizá debamos dejar de obsesionarnos con la búsqueda de soluciones totales y asumir, con hechos, con prácticas, que la solución viene de lo local y lo concreto y del entrevere y la articulación de estrellas que forman constelaciones. Sin líderes mesiánicos: el protagonista es el ser humano común y el cambio, en común, puede estar comenzando hoy mismo.  

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