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Entrevista

Lola Hierro, periodista: “Antes daba vergüenza expresar opiniones racistas o machistas y ahora parece estar de moda, es muy preocupante”

La periodista Lola Hierro durante un acto en Santander. Archivo.

Rubén Alonso

Santander —

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Durante más de una década, Lola Hierro (Madrid, 1983) ha recorrido el África subsahariana contando historias que rara vez ocupan espacio en los medios. Periodista de El País, especializada en derechos humanos, migraciones y desarrollo, ha retratado la vida cotidiana en contextos marcados por la desigualdad, los conflictos y la miseria. Ahora reúne parte de esas experiencias en ‘Crónicas a la intemperie’ (Editorial Kailas), su segundo libro, donde combina la precisión del reportaje periodístico con una mirada más personal y literaria. En esta entrevista con elDiario.es, Hierro reflexiona sobre los desafíos de narrar África sin caer en los sesgos y estereotipos con que suele mirarse desde occidente, la evolución del periodismo y el papel de la profesión en un tiempo marcado por los discursos racistas y xenófobos alentados por la extrema derecha. La autora presentará el libro este sábado, 18 de octubre, en la Librería Gil de Santander, acompañada por el periodista Guillem Ruisánchez, en el marco de la Semana de la Pobreza organizada por la Coordinadora Cántabra de ONG y la Red Cántabra contra la Pobreza.

¿Qué le impulsó a reunir ahora las historias de ‘Crónicas a la intemperie’, después de tantos años trabajando sobre el terreno del continente africano?

Tú como periodista, igual que yo, sabes que mucho de lo que cubrimos se queda en el tintero por la inmediatez que nos pide la sociedad en la que vivimos, el espacio limitado, etc. Se quedan muchas historias sin contar. Por eso quería dar una salida a una serie de recuerdos y de experiencias y, sobre todo, de personas a las que he conocido a lo largo de estos años y que creo que tienen historias que merecen mucho la pena conocer, porque son personas ejemplares, de las que se puede aprender mucho. Y me daba pena quedarme yo sola con este conocimiento. Pensaba: “Qué desperdicio, y qué bonito sería, incluso hasta útil para muchos, contarlo y poner en valor el trabajo y la trayectoria de todos esos hombres y mujeres que aparecen en el libro”.

Esas personas y esos lugares que apenas aparecen en los medios, como señala, por falta de espacio o por la inmediatez informativa, más allá de recogerlas ahora en un libro, ¿cómo se enfrenta una periodista a ese silencio mediático cuando intenta contar historias que casi nadie parece querer escuchar?

He de decirte que tengo mucha suerte, porque prácticamente desde que entré en El País, en 2013, empecé en Planeta Futuro, una sección sobre desarrollo sostenible, derechos humanos y muy centrada, precisamente, en poner en valor y difundir esas historias que casi nunca salen en los medios. Por eso yo sí he podido hacerlo y he tenido, además, un altavoz tan importante como es el diario El País. Me he sentido muy realizada profesionalmente, incluso también una privilegiada, porque sé que es muy difícil poder abordar las realidades que me he encontrado en países tan desconocidos para los españoles como Chad o Mozambique, por ejemplo. Y he podido sumergirme en ellas, escribir largo y tendido en el periódico, y luego he tenido el apoyo de la editorial para darle más bombo todavía. Así que, personalmente, me siento privilegiada y afortunada.

¿Es optimista respecto al panorama mediático en este sentido?

Sí. Hace 20 años era muy difícil que en un medio de comunicación español apareciesen reportajes en profundidad sobre cualquier cosa que pasara en África. Teníamos cuatro periodistas contados, porque había cuatro medios contados. Pero hoy en día, con la democratización que hay gracias a Internet, se ha desarrollado mucho todo ese sector de periodistas que sí que ponen los ojos en África. Se han creado medios nuevos y los que ya había le están prestando, en cierto modo, más atención. Y los jóvenes periodistas que vienen ahora también se interesan mucho. Creo que se va avanzando, la verdad.

¿Cómo se gestionan las emociones cuando se trabaja y se escribe desde contextos tan duros?

Como decía una antigua profesora de periodismo que tuve: “Poniéndose el gorro de periodista”. Es verdad que soy testigo de testimonios y relatos durísimos y he conocido a personas con unos problemas sobre sus hombros horribles. Pero yo voy a donde voy porque quiero servir de correa de transmisión desde un punto 'A' a un punto 'B'. Mi función no es más que esa, la de ser una transmisora. Yo me pongo a trabajar y escucho con la mayor empatía posible, pero teniendo en cuenta que no me puedo apropiar del dolor de los demás porque me parecería feo. Mostrarte más afectada que la propia persona que te está contando lo que ha vivido es un poco apropiarse del dolor ajeno. Y, ojo, que no todo el mundo tiene que ser capaz de de enfrentarse a un relato muy duro o a visitar un campo de refugiados o a ir a un país en guerra porque son situaciones muy jodidas. Y bien por miedo o bien por empatía puede ser que no sea lo tuyo, y no pasa nada, no eres peor periodista. Simplemente hay que saber hasta dónde puedes llegar con tu cabeza y tu corazón. Y si te vas a lanzar a ello puedes intentar hacerlo con la máxima empatía pero también con la máxima profesionalidad. Estamos ahí para hacer un trabajo de escuchar y llevar la información a nuestros lectores, que se merecen una información veraz, rigurosa y sin adornos. Y claro que a mí me pueden afectar las cosas que veo y oigo, pero una manera de gestionarlas es dándome cuenta de que soy una privilegiada por vivir en el mundo en el que vivo y tener acceso a las cosas que tengo cuando tantas otras personas no las tienen. Y eso la verdad te cura mucho y te pone los pies en la tierra.

¿A qué se refiere exactamente con el concepto “intemperie”? ¿A la intemperie están los protagonistas… o también la periodista que los narra?

Un poco de las dos cosas, sí. África para mí son espacios abiertos. Todos los relatos que cuento han sido de alguna manera intemperiados en lo geográfico o en lo físico. Pero luego también tiene mucho que ver con la subjetividad que le he puesto, porque con este libro doy un paso más allá del periodismo puro y duro. En mi trabajo periodístico no me permito hacer apreciaciones personales, faltaría más, está prohibidísimo. Y este libro, que es una mezcla periodística y literaria, sí me permite esas licencias, me desnudo un poco más, siempre respetando los relatos de vida y todo tal cual me lo han contado, intentando ser lo más rigurosa posible, como si siguiese haciendo esa labor periodística. Pero sí que es verdad que están escritos más desde las tripas, más desde la denuncia, pero también desde la celebración. Entonces tiene ese punto de subjetividad.

La periodista Lola Hierro realizando una entrevista.

¿Y el término 'intemperiados'?

El primer capítulo se llama así: 'La dignidad de los intemperiados'. Es una palabra que me inventé para hablar de la situación que están las personas refugiadas o desplazadas en Sudán del Sur, en la frontera con Sudán. Son personas que llegaban por miles a una zona donde supuestamente iban a refugiarse, pero allí no hay ningún refugio posible porque no hay campos de refugiados. Son miles y miles de personas que se van amontonando en un espacio abierto que no tiene ni letrinas, ni tiendas de campaña. Absolutamente nada. La situación es lamentable, el desastre humanitario es colosal. Yo los veía ahí viviendo así, malviviendo, sobreviviendo, y decía: “¿Pero qué refugiados? Esta gente no es refugiada, esta gente es 'intemperiada', porque es que está a la intemperie”. Esta palabra medio inventada me parecía mucho más precisa que 'refugiado', porque son todo lo contrario, la verdad.

¿Cómo ha cambiado su forma de entender el periodismo desde los inicios hace más de una década hasta hoy?

Pues cada vez con más humildad y haciendo mucha autocrítica. Hace 20 años era mucho más joven e inocente. A mí me decían: “Tú eres racista”, y decía yo: “No, por dios, ¿cómo voy a ser yo racista? No me insultes”, porque de verdad pensaba que no soy racista. A día de hoy me he dado cuenta de que me han criado en una sociedad donde el racismo es algo institucional, que mamamos desde el día en que nacemos de manera inconsciente por el propio entorno en el que vivimos, y que por mucho que me pese y me fastidie, claro que tengo sesgos racistas en mi manera de pensar y en mi manera de comportarme, de los cuales no tengo, la mayor parte de las veces, ni la menor idea. Son pensamientos, frases, comportamientos, apreciaciones, opiniones... que inconscientemente sí que tienen un componente racista. Y antes trabajaba sin tenerlo en cuenta, y con los años he ido descubriendo que no soy tan estupenda y que no estoy libre de pecado, como quien dice. Ahora no sé si lo haré mejor o peor, pero por lo menos sí que intento tener en cuenta desde dónde estoy hablando, desde una posición de privilegio que antes no sabía que tenía.

Precisamente sobre esos sesgos que aprendemos desde pequeños, África suele retratarse como un continente homogéneo marcado por el conflicto o la pobreza. En cambio, en sus historias aparece la diversidad, la vida cotidiana y la humanidad. ¿Qué le gustaría que el público que lea el libro desaprendiera sobre África?

Me daría con un canto en los dientes simplemente con generar interés hacia el continente y sus 55 países si contamos el Sáhara. No quiero transmitirle ninguna idea propia a nadie, porque lo que quiero es que cada uno se forme su propio juicio. Por eso intento, con mi trabajo periodístico y con el libro de una manera un poco más literaria, transmitir lo que he visto y lo que me han contado sin adornos, sin nada extra, para generar un interés, y que las personas que me leen digan: “Anda, pues fíjate que esto es muy diferente a lo que yo pensaba; voy a borrarme de la cabeza lo que tengo, voy a empezar de cero a investigar, a leer más, y quizá a viajar”. Sobre todo me gustaría que prestasen atención a las personas de allí, quienes cuentan sus propias realidades, porque los periodistas occidentales nunca vamos a tener el conocimiento ni la sensibilidad que tienen las propias personas africanas, en cada uno de sus países, de sus culturas, de sus regiones, de sus realidades... Así que el resumen sería interés y acercamiento.

Que estemos cruzando líneas rojas en las que ya no respetamos ni el derecho a la vida me parece más preocupante que nunca

¿Y qué huella le ha dejado su paso por el continente africano durante todos estos años?

Pues muy profunda. Tengo hasta tatuajes [ríe]. Es un poco lo que te decía antes. A mí me ha puesto muy en mi sitio en el mundo. Creo que soy afortunada porque me da otra perspectiva de dónde soy y qué tengo. Y me da también una manera de relativizar mis problemas, que no significa que sean menos graves o que puedan doler menos, pero sí creo que gana una perspectiva que me da más felicidad, porque soy muy consciente del privilegio que tengo tanto profesional como personal en este mundo que habitamos.

Después de tantos años cubriendo migraciones y en un contexto actual en el que la extrema derecha alienta discursos cargados de xenofobia y racismo contra las personas migrante. ¿Cómo definiría la evolución del relato europeo -u occidental- sobre la migración?

Lo veo peligroso, porque antes a la gente le daba vergüenza expresar algún pensamiento u opinión que era racista, machista o irrespetuoso contra un colectivo. Lo hablaban en petit comité. Es que ahora parece que nos enorgullecemos de ser malos. Suena así dicho un poco naíf, de colegio, pero es verdad. Sacamos pecho por ser malos y por insultar. Parece como que está de moda. Entonces me parece que vamos para atrás y, sobre todo, que estamos perdiendo las bases que cualquier ser humano debería tener: humanidad y empatía. Y luego las opiniones políticas caben todas, porque si no el mundo sería muy aburrido. Tenemos que discutir porque a partir del debate y la discusión es como se progresa. Pero que estemos cruzando líneas rojas en las que ya no respetamos ni el derecho a la vida me parece, de verdad, más preocupante que nunca.

¿Y qué papel debe jugar el periodismo en combatir esos discursos?

Tendríamos que tener triple cuidado con lo que publicamos e intentar acercar y no polarizar, fundamentalmente. Un puntito de ética que a lo mejor se nos olvida, unas líneas rojas que siempre se deberían respetar. Seas tertuliano, reportero o lo que seas, si tienes un altavoz y la sociedad te escucha, hay que ser más responsable con lo que dices y dejas de decir. Y no perder de vista esas líneas rojas, que son el respeto más elemental a los derechos más elementales del ser humano. Una vez que eso esté respetado ya, vamos hablando de todo lo demás.

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