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Las bordadoras mantienen su actividad pese a la COVID

Bordadoras de Cuenca

Las Noticias de Cuenca

Paula Montero —

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La Semana Santa conquense es sinónimo de artesanía y desde Bordados en Oro San Julián salen muchas de las piezas que cada año estrenan las hermandades de Semana Santa. Sin embargo, por segundo año consecutivo se han suspendido los desfiles procesionales y como consecuencia “los encargos de hermandades y cofradías de Cuenca y provincia se han parado en estas fechas”, dice Macarena Sanz.

A pesar de ello, en este taller artesano no han dejado de trabajar porque “nos llegan peticiones de particulares que nos permiten mantener nuestra actividad y tener el taller abierto”.

Por ahora tienen trabajo para varios meses con la elaboración de estandartes, un manto, dos mantillas y una sabanilla de altar. “Aunque la Semana Santa sea una parte fundamental de los ingresos también trabajamos para las vírgenes y santos de los pueblos que celebran sus fiestas normalmente en mayo y septiembre” y gracias a ellos han conseguido su principal misión: mantener el taller abierto.

Reinventarse o morir

Además, este año van a apostar por fomentar la artesanía con talleres de formación e incluso tienen en mente poder aplicar esta práctica a la confección al uso. “Estamos dando los primeros pasos con mucha cautela”, asegura Sanz. Con la pandemia mucha gente se ha interesado en aprender a bordar y por ello desde Bordados en Oro San Julián creen que es tiempo de hacer pedagogía porque “la gente no conoce este oficio y queremos luchar para que no se pierda”.

La pandemia pudo frenar por completo la actividad de este taller pero ellas, sus bordadoras, han luchado y seguirán haciéndolo para continuar dando puntadas de oro.

Igual que el pintor necesita de un lienzo y diferentes brochas, para el arte del bordado se requiere de instrumentos comunes como aguja y dedal y otros más específicos como una broca, dedil o cera natural. Todos tienen una función concreta. En primer lugar se aprecia una broca, una pieza de madera torneada, donde se coloca el hilo de oro o plata que se va a utilizar, introduciéndose por una ranura que lleva en la parte superior para después enrollarlo. “Así manipulamos el hilo lo menos posible para no mancharlo”, explica Macarena Sanz.

Después se observa una pastilla de cera natural de abeja que se utiliza para encerar el hilo amarillo con el que se cose el cordón de oro o plata, de manera que queda más endurecido y sin producir enredos además de facilitar el paso del hilo por el tejido.

Por último, se aprecia el dedal que se introduce en el dedo corazón para empujar la aguja. Así mismo, utilizan un dedil, que no es otra cosa que una funda de cuero para que no se lastime el dedo meñique al tirar del hilo con fuerza para sellar bien los puntos. “Los dediles los hacemos nosotras mismas y hacen la función de proteger la piel”.

Por otro lado, es necesario tener en cuenta que el bordado se hace en bastidor, es decir se cose sobre el terciopelo y un lienzo de lino a la vez porque “necesitamos un soporte fuerte para que al apretar mucho los puntos el terciopelo no se rompa”, comenta.

También cabe señalar la gran variedad de puntos que existen dependiendo de las puntadas. Setillo, ladrillo, puntita, media onda o mosqueta son algunas de ellas. “Con cada puntada vamos formando dibujos geométricos diferentes hasta conseguir el boceto que teníamos previsto”, concluye Sanz.

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