Mujeres mayores del mundo rural exigen justicia y dignidad

En los silenciosos rincones de la España rural, las mujeres mayores son el alma que mantiene vivos nuestros pueblos. Con manos curtidas por décadas de criar familias, cultivar la tierra y tejer tradiciones, estas matriarcas han sostenido el corazón de nuestros campos. Hoy, sin embargo, son víctimas de abandono, soledad e injusticia, olvidadas por un mundo que avanza demasiado rápido. Como defensora incansable de los derechos de las personas mayores, alzo mi voz para denunciar esta ingratitud y exigir que su legado sea honrado y protegido con dignidad y justicia.

La despoblación ha devastado, empobrecido y vaciado nuestros pueblos, dejando atrás a las mujeres que forjaron comunidades con su trabajo invisible, provocando una soledad que carcome el espíritu. Según el CERMI, más de 950.000 personas con discapacidad viven en zonas rurales, la mayoría son mujeres mayores, expuestas a aislamiento, barreras y falta de servicios básicos. Además, el 70% de los municipios rurales carece de atención médica accesible, y el transporte público es muchas veces un espejismo cruel, según el Ministerio de Transición Ecológica. Muchas sobreviven con pensiones míseras, marcadas por vidas dedicadas al cuidado no remunerado, un reflejo del peso de la desigualdad de género que aún las aplasta. Más desgarrador aún, un 15% sufre violencia de género en la sombra, según datos de la ONU, silenciadas por el miedo y la falta de refugios en el mundo rural. Esta no es solo una crisis de abandono, es una deuda histórica hacia quienes nos dieron raíces.

A mayor abundamiento, este verano, los incendios forestales han arrasado más de 400.000 hectáreas, según indica el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales, dejando a estas mujeres, con cuerpos frágiles y pocos recursos, atrapadas entre el aislamiento y las llamas. Su dolor se agrava por el peso de la desigualdad de género y la discriminación social.

Sin planes de evacuación adaptados a sus necesidades, los incendios amplifican su terror. Esto no es una simple negligencia: es una traición hacia quienes forjaron nuestras raíces. Urge reescribir su historia con pasión y compromiso. Imaginemos una España rural donde nuestras personas mayores sean valoradas y vivan seguras. Exigimos unidades sanitarias móviles y transporte accesible para romper su aislamiento; pensiones dignas que honren sus vidas de sacrificio; planes de evacuación inclusivos; cortafuegos naturales y una flota aérea unificada contra incendios. La alfabetización digital debe empoderarlas, mientras que talleres culturales y la participación en los Ayuntamientos les den voz para liderar la prevención de incendios y diversas catástrofes, y preservar nuestras tradiciones. Igualmente, se necesitan líneas telefónicas especializadas y profesionales capacitados para erradicar la violencia de género en áreas rurales. Demandamos campañas nacionales que celebren su legado y movilicen a la sociedad para prevenir negligencias que provocan tragedias.

Sin planes de evacuación adaptados a sus necesidades, los incendios amplifican su terror. Esto no es una simple negligencia: es una traición hacia quienes forjaron nuestras raíces. Urge reescribir su historia con pasión y compromiso. Imaginemos una España rural donde nuestras personas mayores sean valoradas y vivan seguras

Nuestras mujeres mayores del mundo rural no son reliquias, son la chispa de nuestro futuro, sus manos han sembrado nuestra identidad, y sus espíritus inquebrantables nos guían. No podemos permitir que enfrenten solas el peso del abandono, el miedo o la injusticia. Exigimos políticas que las dignifiquen y alzamos nuestra voz para que su legado brille y disfruten de sus derechos reconocidos en la práctica.

Hoy, lloran al ver sus bosques quemados, sus casas destruidas y su historia perdida. ¿Qué más tendrán que soportar? Necesitamos políticos con la adecuada formación y compromiso de servicio, capaces de trabajar por la mejora del mundo rural y comprometidos con la prevención de los desastres que la naturaleza dolorida nos recuerda cada día, para evidenciar su padecimiento por el maltrato que está recibiendo.

Estamos cansados de los políticos que juegan al poder mientras abandonan a los más vulnerables. Un clamor silencioso de las mujeres del mundo rural exige nuestra respuesta más contundente: un compromiso con la dignidad, la justicia y un futuro sin violencia ni destrucción de la tierra que tanto aman.