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Si tu pareja te impide tener control de tu propio dinero, también eres víctima de violencia de género

EFE

Francisca Bravo Miranda

Violencia económica, la gran “invisibilizada” entre las violencias de género. No sólo se da entre las parejas y las exparejas, explica la profesora Leticia Meseguer de la Universidad de Castilla-La Mancha, sino que engloba también los impactos a nivel económico de los que son víctima las mujeres: el techo de cristal, la brecha salarial, las menores tasas de actividad y de empleo. La Universidad de Castilla-La Mancha dedicó sus foros de reflexión de este año a la violencia económica, celebrados en todos los campus con motivo del Día Internacional de Eliminación de la Violencia hacia las Mujeres, este 25 de noviembre.

Los estudios que existen alrededor de este tipo de violencia de género, asegura, señalan entre el 10% y el 12% de las mujeres la ha sufrido. “El hecho de ser madre puede ser un handicap. Como economista y estadista, veo que cuando las mujeres vuelven al trabajo, lo hacen con un salario más bajo, con menos representatividad, con condiciones precarias y eso las puede hacer más proclives a sufrir esta violencia económica dentro de la familia, porque se hacen más vulnerables y dependientes en muchos casos”, explica la profesora de economía aplicada.

El cuidador, el maltratador

El cuidador, en estos casos, se convierte en el maltratador. “Por desgracia, las mujeres en esta situación tienen también menos credibilidad social. La gente suele decir que no es para tanto, ellas pueden incluso llegar a tener la sensación de que se lo merecen, de que no es nada raro. Es como que va en la condición de tener un marido”, explica la profesional. En el caso de la mujer discapacitada, afirma, la situación es aún peor, puesto que las tasas de ocupación caen en picado, y la brecha salarial se dispara.

“Es difícil de medir la violencia económica. Porque la mujer debe señalarla como tal en una encuesta, ad-hoc, diseñada para eso”, señala Meseguer. Además, añade que de por sí las mujeres en la sociedad, dentro de la estructura económica, se ven normalmente identificadas con un rol “inferior”, en el que se encuentran con trabajos más precarios, con menos sueldos, menos responsabilidad y menos representatividad social.

A partir de estas condiciones, el maltratador comienza a indicar qué es lo que la mujer puede gastar, cómo debe gastarlo, dónde debe guardar su sueldo. “Pero ya no es sólo que 'puedes gastar esto', sino que también es 'dónde' puede gastarlo, y al final acaba diciéndole, cómo debe vestir, qué amistades puede tener. Al final es un control total de la vida de la persona”.

Menos representatividad social, más dependencia

El empleo, insiste, es parte fundamental de la situación de violencia en este tipo de casos. “Debemos identificar que la gran parte de las mujeres cumplen una doble jornada, la de su puesto de trabajo y la que está al cuidado de la casa y de los hijos. Es como que te dice que puedes trabajar fuera, pero de esto no puedes desentenderse. Esto lleva a las mujeres a no aceptar trabajos de mayor remuneración, más horas y, por lo tanto, de menos dependencia dentro de la familia”. A esto añade tambiénla “segregación localizada”, en el que las mujeres se pueden encontrar en trabajos que pueden considerarse una “extensión de las labores domésticas”, como los cuidados o las dependientas.

Este tipo de foros de reflexión en la universidad ha ayudado a los alumnos de la UCLM a pensar y analizar que este tipo de violencias no se encuentran recogidas dentro la legislación actual contra la violencia machista. “La paridad no se cumple tampoco en sindicatos o incluso en los partidos que son abanderados, ni tampoco en la parte universitaria”, recalca.

Existe también el mito de que “la mujer se ha quedado con todo” tras un divorcio, y es algo contra lo que quiere hablar claramente Meseguer. “Sí, la mujer se queda con los hijos, se queda con la casa, pero también con todas las obligaciones. Para ellas es algo así como una extensión, el cuidado de los hijos, y parece que es algo sólo para la mujer. Ella se lo lleva como sus zapatos, pero en el caso del hombre el dinero es mío y me lo tengo que quedar yo. La concepción es errónea desde el principio y paraello sólo sirve la educación desde el minuto uno para jóvenes”, concluye.

Un ataque “calculado”

Ana Carretero es la vicerrectora de Estudiantes y Responsabilidad Social, y ha sido la impulsora de los foros de reflexión de la UCLM y ha participado en cada uno de ellos. “Este tipo de violencia es la que suele estar menos visibilizada”, asegura. “El control económico supone una forma de dominio, tanto durante la relación de pareja como cuando se pone fin a ella”, explica. Desde su punto de vista como especialista en Derecho Civil y de familia, se ha centrado también en cuando el maltratador deja de pagar las pensiones tanto a hijos como a la excónyuge.

“Es finalmente una manera de ejercer violencia física. Cuando la madre no tiene dinero para alimentar a sus hijos o para ofrecerles sanidad, también se ven afectados de manera física”, asegura. Se trata, explica Carretero, de una intención “calculada” de producir daños a los hijos y a la mujer, dejándolos en precariedad y sin los medios “más elementales para subsistir”.

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